Las muchas razones para votar a Dilma
Por Leonardo Boff
Reconociendo los percances y errores que ha habido en los últimos 12 años del gobierno de Lula-Dilma y viendo los esbozos de proyectos políticos presentados por los partidos de oposición, estoy convencido de que el proyecto liderado por el PT con Dilma es todavía el más adecuado para Brasil. Sólo por esto mi voto va ya para Dilma Rousseff.
Pero tengo otras razones a ser tomadas en consideración.
La primera de ellas trata de algo de magnitud histórica innegable. A partir de 2002 con Lula y sus aliados ligados a las bases de la sociedad, se hizo una revolución democrática y pacífica en Brasil. Hay que decirlo claramente: lo que ocurrió no fue solo una alternancia de poder, sino una alternancia de clase social. Las clases dominantes que a lo largo de toda la historia ocuparon el Estado, garantizando más sus privilegios que los derechos de todos, fueron apeadas del Estado y de sus aparatos. Un representante de las clases subalternas, Lula, llegó a ser presidente. Y realizó una verdadera revolución en el sentido que Caio Prado Jr. dio en su clásico libro La Revolución Brasileira (1996): revolución significa «transformaciones capaces de atender las aspiraciones de las grandes mayorías que nunca fueron debidamente atendidas; revolución que lleva la vida del país por un nuevo rumbo».
No podemos negar que millones de personas han visto atendidas sus aspiraciones y que hoy el rumbo de Brasil es otro. Puede no ser del agrado de las clases dominantes que fueron derrotadas por el voto. De un Estado neoliberal y privatizador que se alineaba con el neoliberalismo dominante, hemos pasado a un Estado republicano, que coloca la res publica, la cosa pública, lo social en el foco de su acción, de ahí la centralidad que el gobierno Lula-Dilma ha dado a los millones de personas que estaban secularmente al margen y que fueron –son 36 millones– incluidos en la sociedad organizada.
Esta conquista histórica no podemos perderla. Hay que consolidarla y profundizarla. Los que antes comían caviar tendrán que acostumbrarse a comer platos populares como carne de sol o baião de dos.
Para consolidar esta revolución voto a Dilma.
La segunda razón consiste en garantizar las dos revoluciones que han ocurrido: una rumorosa y otra silenciosa. La rumorosa han sido las muchas políticas sociales que son de conocimiento general. Estas se han hecho visibles en las multitudes que comenzaron a usufructuar los beneficios mínimos de una sociedad moderna. Tal hecho corrió mundo y ha servido de punto de referencia a otros países. Pero hubo también una revolución silenciosa: las varias universidades federales creadas en todo el país y las decenas de escuelas técnicas y cursos profesionales que han habilitado a millones de personas. Esta política de educación todavía debe de ser extendida, multiplicada y ganar calidad. Por esta razón mi voto va para Dilma.
Una tercera razón es el crecimiento con la multiplicación del empleo. Es verdad que nuestro crecimiento es pequeño pero nunca se mantuvo el desempleo en niveles tan bajos, un 5% de los trabajadores. En el mundo, a consecuencia de la crisis neoliberal, existen en la zona euro 102 millones de personas desempleadas, con ningún crecimiento o con crecimiento irrisorio. Nuestra generación ha visto caer dos muros, el de Berlín en 1989 y el de Wall Street en 2008. Resistimos a estas dos caídas: no perdimos los ideales del socialismo democrático ni tuvimos que desemplear y renunciar a las políticas públicas. Los salarios en esos 12 años subieron un 70% por encima de la inflación. Por eso mi preferencia es por Dilma.
Una cuarta razón: en algunos estratos del PT ha habido corrupción. Esta no viene de ahora sino de mucho antes. Hay que reconocerla, rechazarla y condenarla. Pero nunca jamás, en ningún momento, se ha acusado a la presidenta Dilma de corrupta. Ni nunca ella aceptó aprobar proyectos que fuesen dañinos para el pueblo brasilero. Siempre fue fiel al pueblo, point d’honneur de su gestión.
Lucharemos para vencer. No para vencer simplemente, sino para consolidar lo que ya se ha conseguido, avanzar y consolidar muchos puntos, especialmente aquellos que fueron reclamados en las calles en junio de 2013. Resumiendo, allí se pedía: queremos una democracia participativa, en la cual los movimientos sociales puedan ayudar a discutir, pensar y decidir los mejores caminos, especialmente para los más vulnerables. Eso implica mejor educación, mejor sanidad, transporte decente, saneamiento, cultura donde el pueblo pueda mostrar lo que es y participar de lo que se hace en las distintas regiones de Brasil.
Tenemos que avanzar en la reducción de la desigualdad, en la sostenibilidad ambiental, en la reforma agraria, en la protección de las tierras indígenas y en la cultura generalizada. Mediante la cultura se supera la mentalidad meramente consumista y materialista y se crea espacio para aquello que solo el ser humano puede realizar: creatividad en las artes, en la música, en el teatro, en el cine, en las letras y en otros campos en los que la cultura se expresa. En la cultura se revela más claramente el alma de un pueblo. Estoy seguro de que Dilma asumirá estos puntos.
Para que eso suceda con más seguridad voto a Dilma.
Estamos asistiendo al alborear de una nueva civilización biocentrada a la cual deben servir la economía, la política y la cultura. Brasil tiene todas las condiciones para ser uno de los primeros en inaugurar esta nueva fase de la historia. Con Dilma será más fácil recorrer ese camino. Por eso voto a Dilma.