Nueve, la historia poscapitalista de los objetos

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Nueve, la historia poscapitalista de los objetos

24 Enero 2015

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Por Santiago Asorey

“Había una vez... ¡un rey! dirán mis pequeños lectores. Se equivocan. Había una vez un pedazo de madera.”

Las Aventuras de Pinocho de Carlo Collodi

En Nueve los héroes de la película son justamente objetos numerados, muñecos de alambre eléctricos que son animados. Reciben el soplo que les da vida. Es el regreso al tiempo de los mitos. Toy Story es la otra gran referencia cinematográfica en donde los objetos poseían un espíritu. Pero en aquella película los personajes seguían enmarcados en su condición alienante de productos del mercado. La diferencia de Nueve es que esta vez la historia está planteada en un futuro poscapitalista en donde las maquinarias de producción reveladas ya no funcionan en términos de producción racional. Por el contrario es el proceso por el cual la producción industrial se vuelca a un proceso de destrucción barbárica. En donde lo que se cristaliza es la dialéctica que expresa producción y destrucción.

El mal instalado en el relato es el funcionamiento de la maquinaria que produce para destruir y destruye para producir. Los héroes se encuentran en una relación paradójica. Son héroes de un mundo ya destruido, en donde todos los seres humanos han sido aniquilados. Por ende su finalidad es menos salvar el mundo, que encontrarle un sentido. Construir una interpretación del mundo y de su destino en él.  No se trata de restituir órdenes morales. Sino de buscar el nuevo reordenamiento de la vida.  ¿Acaso no es esa también la pregunta del cine digital? No salvar el cine de su muerte, sino de construir nuevas interpretaciones sobre el futuro del cine.

Nine es la fantasía pos apocalíptica en donde la vida vuelve a surgir en el corazón de los objetos. Cuando todo se destruye nace el Caos, no en el sentido del desorden sino en la posibilidad de una nueva vida. Es la vuelta al Caos, en el sentido en que lo entendían los griegos en la antigua cosmogonía. Como explica Georges Meautis, el Caos como principio explicativo; el abismo original de donde proviene el universo. En Nine la construcción de la imagen digital vuelve a ese grado cero de la vida. El grado cero de la vida en el cine. La búsqueda de la unión de las partículas digitales para construir la nueva imagen. La imagen tiene menos que ver con la aplicación tecnológica de lo digital que con la transformación del estatuto de la imagen en todas sus dimensiones.

Una imagen digitalizada que ya no hace referencia a la luz como huella indicial.  Como dice Bernard Stiegler en la imagen digital ya no hay índice, ya no hay luz. Es un cine de la descomposición, de la materia negra.  Conceptos que aluden a los paisajes quebrados y artificiales de Nine en donde predominan cielos oscuros y eléctricos. Stiegler lo explica así “Con la foto digital,… la luz ya no viene de un día pasado… Viene de Hades, del reino de los muertos, de lo subterráneo; es una luz eléctrica liberada de las materias profundas del vientre de la tierra. Una luz electrónica, es decir, descompuesta.” El truco ya no es la excepción sino la regla.

Las formas inorgánicas de los elementos remiten al expresionismo alemán y hacen parecer a las películas de Pixar y Disney como productos inocentes. El futuro del cine es el regreso al tiempo del mito, el retorno a un tiempo antes de la luz de la ilustración. A un cine construido por la antimateria, en donde la materia oscura y los objetos cobran vida y cuestionan la existencia.