La experiencia Lollapalooza

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La experiencia Lollapalooza

23 Marzo 2015

Por Rodrigo Lugones

Una concesionaria Chevrolet, un stand del banco Santander Rio (que nos recuerda que el delito no es robarlos, sino fundarlos) y una tienda de Adidas Superstar, pegadas a una peluquería Roho, especialmente montada para poder estilizar a los cientos de personas que hacían fila esperando su turno al ritmo de “Jaguar House” de los Illya Kuryaki que explotaba directo de las bandejas del DJ set que amenizaba el trabajo de los coiffeurs, era lo primero que sorprendía a los asistentes que decidían recorrer el Hipódromo de San Isidro (predio donde tuvo sede la edición 2015 del “freakstival” Lollapalooza).

Una experiencia sensorial fluorescente, excesivamente auspiciada, fue el entorno artificial que eligieron miles de freaks de todo pelaje, este fin de semana, para poder ver a un enjambre de artistas internacionales extremadamente variado (Jack White, Robert Plant, Francis Dillon, Pharrell Williams y los Smashing Pumpkins convivieron “pacíficamente” durante el sábado y el domingo).

Con una cantidad enorme de público internacional, evidente fan de la franquicia Lollapalooza, muchísimos asistentes latinoamericanos y gran parte del ¿movimiento? neo-hipster local, la experiencia palooza dio la posibilidad de disfrutar de dos días de las últimas novedades del rock and roll internacional, algunos clásicos inoxidables y las últimas fabricaciones de la industria musical que controla el mercado internacional.

Jack White y Robert Plant: algo más que un par de promesas

Incontable cantidad de Selfiesticks y cámaras GoPro se erguían en el campo del Main Stage 1 cuando tocaba “Foster the people” (mientras uno se preguntaba cómo es que con tres acordes de Kid A de Radiohead y un poco de pop disimulado se puede lograr una discografía). Por suerte, luego de una hora de show, los californianos se despidieron del escenario haciendo lo que todos creíamos que era una versión escandalosamente propia de Electric Feel de MGMT (tiempo después supimos que se trataba de una canción ¿propia?: Houdini).

El día uno puede resumirse de la siguiente manera: Jack White y Robert Plant junto a un montón de artistas más (de segundo, tercer y quinto orden, con ciertas excepciones). Para los que todavía no podemos recuperarnos de haber podido cantar “Whole Lotta Love”, “Black dog” o “Rock and roll” - canciones que fueron la música de fondo de nuestra adolescencia -, de la voz del genio de Roberto Planta, todo el show de los Sensational Space Shifters fue increíble (mágicos clásicos se mezclaban con secuencias de tambores tribales, loop´s electrónicos, sonidos de sintetizadores y trances de música étnica, en lo que puede describirse como todo un nuevo viaje en la vida musical de Plant).

Luego de tremenda demostración de imprescriptibilidad, todavía quedaba lo mejor. Uno de los máximos exponentes de la guitarra post-nirvana, vino a mostrar que el rock and roll goza de excelente salud. Como si estuviera poseído por un orgasmo eléctrico, White ametralló un set que fue a la carga con una batería de hits, donde los temas de Lazaretto y Blunderbuss, clásicos de los Racounteurs como “Steady, as she goes” (tarareado tanto o más que el indiscutido “Seven Nation Army”) brillaron en la oscuridad de la noche, en una hora y media de riffs explosivos disparados desde la Telecaster de White que, conectada a octavadores y distorsiones fulminantes de alta ganancia, lograron desatar la adrenalina contenida en un público que respondió todas las demandas de los imperativos que cada acorde lanzaba frenéticamente; el resultado de una noche incandescente.

La guitarra del rock and roll contemporáneo eligió su desprolijidad hermosa, su sonido salvaje y a veces desnudo, para cautivar a miles de almas que ardieron con el fuego de su música nerviosa, mientras algunos de los concurrentes apretaban las cápsulas de limón mentolado de los cigarrillos que un stand de Lucky entregaba a cambio de un paquete, casi vacío, de alguna marca rival.

La versión libre de “The Lemon Song” encarada por Jack White y Robert Plant en un dúo que quedará en las mejores páginas de la historia de las visitas internacionales, trazó una continuidad histórica absolutamente lógica, y, por un momento, todos asistimos (me animo a decirlo) a una versión 2.0 de Led Zeppelin que, si hoy existiera, no cabe duda, sonaría como la banda de White.

La infinita tristeza del rock de Billy Corgan

“Qué bueno es ver una remera peronista en este lugar”, decía un pibe flaco, algo pálido, casi tísico, intentando felicitar a este cronista por la remera de Evita que había elegido para ir ver a Billy Corgan. Poniendo un énfasis especial en las palabras “este lugar” (como si el festival estuviese reservado para cierto sector social progre, medio pelo y “porteñocentrista” que necesita libros antes que alpargatas).

El día 2 fue más que solo dos artistas. La revelación indiscutida fue, sin dudas, Alt – J, la banda de Leeds, que viene en franco ascenso. Considerada por muchos la “promesa del nuevo rock psicodélico”, que con un show etéreo a plena luz del día, acompañó una tarde excepcional, después de un set de Pedro Aznar muy correcto.

En el escenario electrónico pudimos disfrutar de Dillon Francis, que le dio un éxtasis increíble al atardecer de San Isidro, y no paró en una performance 100 % bailable (pogo incluido), recreando una fiesta electrónica en pleno Lollapalooza (en un rincón casi marginado de las guitarras eléctricas y las baterías golpeadas por seres humanos) acompañado de unas visuales ácidas, y algo bizarras, que mostraban, por ejemplo, a Jean-Claude Van Damme explotando con un paquete de C4 entre las manos.

En lo que a Kasabian respecta, el show fue literalmente sorprendente. La electrónica y el rock and roll se confundieron en un grupo de canciones que pusieron a bailar a todo el predio. Estribillos de masas, guitarras filosas, y electro-rock para una noche que recién se encendía; un prólogo interesante para el show de los Smashing Pumpkins que regresaban a la Argentina en el año en que el genial Mellon Collie And The Infinite Sadness cumple 20 años.

Billy salió al ataque con una banda totalmente nueva, lejos de la clásica formación que nos regaló el disco que está cumpliendo años. Cherub Rock, Tonight, Tonight y Ava Adore, fue la trilogía de apertura (difícil no conmoverse con una canción tan hermosa como Tonight, Tonight). Solos espaciales interminables, riff´s que, por un instante, nos transportaron a los 90 (momento épico para Bullet with buttlerfly wings, donde la furia grunge tomó por asalto al festival), y una perla regalada a los argentinos, Today tocada sólo a voz y guitarra acústica, cuando un “fogón” de más de 50 mil personas se fundió en una sola voz, - todo el sentimiento de una melodía melancólicamente hermosa fue desatado en ese momento - le dieron la mística necesaria al show. El final, potente como el DMT, logró un pogo salvaje. Zero nos llevó hasta aquel famoso capítulo de Los Simpsons, “Homerpalooza” en que los Smashing aparecen tocando en el festival. Un bonus track que no estaba previsto y fue posible gracias al agite de la gente que logró su cometido: que Billy toque “una más”.

El final debe entenderse, según creemos, haciendo el esfuerzo de pensar, solo por un momento, en Zero, y después, en cualquier canción de Pharrell Williams. La conclusión es clara: “Poner a Pharrell Williams después de los Smashing Pumpkins - me decía un amigo-, es como estar en una fiesta y que de repente uno de tus amigos caiga en cana”. Hay una delgada línea entre la diversidad cultural, el canto a la diferencia y la integración, y el mamarracho organizativo: quedó evidenciado en el cierre del día 2.

Cortando todo el mambo, Pharrell Williams desembarcó con una banda que no le hacía demasiada justicia a sus versiones de estudio, aunque no faltaron todos sus hits. Get Lucky y Happy se llevaron los aplausos y la noche, sin más, terminó con Skrillex.

La segunda edición de uno de los festivales más freaks del planeta cumplió con sus asistentes, pero hoy está muy lejos de representar lo que fue para la famosa “Generación X” a aquellos hoy tan lejanos y rebeldes 90s.