El policial negro de Raymond Chandler y la crisis de la verdad
Por Santiago Asorey
En un ensayo de su libro El último lector, Ricardo Piglia escribe que en El Largo Adiós Raymond Chandler finalmente restituye la relación (del género policial) con la literatura y la alta cultura. Tendríamos que ir, entonces, a la primera novela de Chandler, El Sueño Eterno, para ver la proposición estética de tensiones entre la cultura de masas y la alta cultura. En la primera de sus aventuras Phillip Marlowe no se reconoce como un “crítico literario de bajo fondo”, como dice Piglia, pero da indicios de poseer una cultura secreta protegida por un manto de austeridad y cinismo, latente en su discurso. Existe una actitud de distanciamiento cínico en el detective que se contextualiza en una crítica al sistema cultural de la sociedad norteamericana. Detrás de la cultura, de las decoraciones lujosas y las pinturas ornamentales se esconde el crimen, el asesinato. Ante este esquema, la austeridad es una forma de resistencia mínima ante una sociedad criminalizada.
El lazo secreto que une al policial clásico y al policial negro, y que va del Dupin de Poe al Marlowe de Chandler, es el conocimiento literario. Pero En el Sueño Eterno este conocimiento está invisibilizado, es decir, solo existe en ciertos indicios que funcionan como un metalenguaje interno, como cuando Marlowe afirma: “Tenía la austera sencillez de la ficción más que la enrevesada trama de los hechos”. En El Largo Adiós, Marlowe confiesa su lectura de la poesía de T. S. Elliot, pero en El Sueño Eterno, de forma cínica y ambigua, niega conocer a Marcel Proust como implícito o como confesión resuelta: la presencia de la literatura de alta cultura sigue presente en el policial negro, al igual que en su género predecesor.
Sin embargo, existe un abismo de diferencia en la función de la literatura en las dos variantes genéricas y esto sucede porque en el relato de Chandler el desarrollo temático de los tópicos culturales se complejiza. Marlowe construye una tensión en donde la cultura se ha mercantilizado; esta operación se desprende del negocio de la literatura pornográfica del Geiger en El Sueño Eterno. Chandler propone una crítica a los valores de la modernidad encarnados en el policial clásico que separa a la alta cultura de la cultura de masas. La tensión en el policial negro se vuelve una imposibilidad de discernir los límites entre las distintas culturas (la baja y la alta). Este elemento es lo que constituirá parcialmente al policial negro como un género posmoderno. En el policial negro, la alta cultura y la clase social que la sostiene es desacralizada, al igual que todo régimen de verdad universal es desacralizado: la resolución del enigma no restablece ningún orden, sino que queda relegado en sí a costa de la trama social.
En El Sueño Eterno, las hermanas Sternwood muestran las grietas de su clase social a partir de motivos ocultos. En la narrativa de Chandler las instituciones han sido corrompidas y el ejemplo más claro de esto es la policía corrupta. Las instituciones mantienen superficies inocentes pero guardan un funcionamiento corrupto, son grietas de una hegemonía cultural que se oculta sobre las apariencias. Las supuestas víctimas son victimarias, el crimen ha dejado de ser particular y se ha desplegado a toda una sociedad. Ya no hay enigma porque la verdad ya no importa en un mundo criminal. A diferencia del elogio positivista de Dupin que utiliza la razón instrumental para resolver el enigma y restituir el orden moral, Marlowe no puede restituir ningún orden porque el crimen particular ha sido inoculado a todo el espectro social. Carmen Sternwood, la asesina de Rusty Regan, termina escapando por ser hija del cliente de Marlowe. Nada se restituye, apenas Marlowe resiste en su ética, en su austeridad, rechazando los símbolos erotizantes del poder, las mujeres y el dinero. Lo que lo mantiene independiente a Marlowe es no atarse a las mujeres, ni al dinero: “Carezco de sentimientos y escrúpulos. Todo lo que tengo es el prurito de dinero”.
El cinismo de Marlowe es el resultado de un mundo donde las instituciones han sido corrompidas, pero detrás de este cinismo queda un último bastión ético: “Arriesgo todo mi futuro, el odio de los policías (…) por proteger el poco orgullo que un anciano debilitado tiene en las venas.” Esta actitud ética y solitaria constituye su estatuto como personaje porque le permite ser testigo. Marlowe arriesga todo a cambio de ser testigo y testimoniar. Es en ese sentido que entendemos la profesión de detective. Él es quien profesa a partir de una conducta ética y lo podríamos explicar a través de las palabras de Rodolfo Walsh: “…sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.”