La literatura en lugares no convencionales: diálogo con el escritor y peluquero Pablo Bigliardi
Pablo Bigliardi es escritor rosarino, autor de dos novelas (Determinación y El santo del Saco Viejo) y dos libros de cuentos (REM y Al pie del sillón) y escribe reseñas para diversos medios y en conversación con AGENCIA PACO URONDO explicó cómo combina su trabajo de peluquero con su costado cultural, instalando una biblioteca pública en el local.
Agencia Paco Urondo: Eco y Macedonio hablaban de distintos tipos de lectores y vos creas uno nuevo, aquel que va a atenderse a tu peluquería donde tenés una biblioteca, base fundamental de tu proyecto cultural.
Pablo Bigliardi: Es una biblioteca que está adentro de una peluquería, algo que logré a lo largo del tiempo es conseguir un nuevo lector. O mejor dicho, una lectora, porque esta es una peluquería en un 70% visitada por mujeres. Después de la pandemia se me ocurrió poner unas mesitas, tipo bar y atrás varias estanterías.
Con el tiempo, las fui dividiendo y seleccionado. Hay una sección de poesía, casi toda argentina. Otra de historieta. Los de arriba son casi todos escritores internacionales, hay otro sector con los de la zona, los de la provincia de Santa Fe, y otra con los del resto del país. Siempre estuvieron los libros, la peluquería se abrió en el año 93.
APU: ¿Cómo nace esta convivencia de las Paparazzi con los libros? Convengamos que la peluquería es como un género discursivo, un lugar donde uno va rápidamente y hay para leer, pero que tienen que ver más con el espectáculo.
P.B.: Funciona mucho que la persona que viene lo lee en ese momento o se los puede llevar en préstamo. Y si no me lo devuelven, por un lado mejor, porque tenemos donaciones constantes de muchas clientas. Yo estudiaba comunicación social, de golpe me casé, tuve una hija y me tuve que poner a trabajar en serio. Abrí una peluquería y cuando ya casi iba bajando las persianas por el fin del día, venían mis compañeros y si nos sentamos en el piso a estudiar Saussure, a Benveniste, las lecturas de aquella época de la Facultad. Y quedaban los libros por ahí arriba. La gente empezó a preguntar, empecé a sumar libros de mi biblioteca personal, que en realidad siempre fue de la peluquería, nunca tuve una biblioteca grande en casa. Que la tengo, pero prefiero tenerlos acá, compartirlos con la gente, que los lean. Lo que no quiero que me lleven son aquellos de escritores conocidos que me lo han firmado, eso me duele un poco. Me pasó, por ejemplo, con el libro de Carlos Aletto, 11 segundos, que estuvo cuatro meses afuera de la peluquería y estaba un poco preocupado. Lo quería seguir teniendo para que la gente lo siga leyendo. Ese es el punto.
APU: Y también tenés visita de escritores, hasta un poema dedicado.
P.B.: Tengo un poema dedicado por Beatriz Vignoli, que viene todos los jueves a retirar los libros que le dejan para su labor periodística cultural para el Rosario/12. Vienen muchos, si. Yo los filmo, les hago recitar un poema o leer una narración y después lo subo a mis redes sociales. ¡Pasa de todo, acá!
APU: Y en tu faceta de escritor ¿te apropias de historias que suceden ahí, te sirven como materia prima?
P.B.: En mi primer libro, nada, porque es un libro absolutamente autobiográfico. El segundo ya toma un personaje muy particular, típico rosarino. El hecho de venir de afuera hizo que encontrara en el rosarino una característica muy especial, cierta con alguna cuestión del idioma. Por ejemplo, a las calles le cambian el acento, a Ituzaingó le dicen Ituzaingo. Ese personaje, Rosalino, está en El santo de Saco Viejo donde va a mi ciudad natal, a San Antonio Este, y habla con esa sorna del rosarino.
Esta es una ciudad muy especial, es hermoso vivir acá. En el que sí tomo todo, es en mi último libro publicado en el 2019, que es Al pie del sillón, donde prácticamente son historias de la peluquería. Es también un poco autobiográfico, pero muestra lo divertido que puede ser venir. Tenemos un grupo de chicas que vienen todos los sábados. Son cerca de 10 y vienen a las 9 de la mañana, se juntan y arman un verdadero club, una kermesse. Mientras las peinamos, pasa de todo. Y de eso tenía que salir un libro. Está dedicado a ellas en buena parte.
APU: Tu narrativa tiene una forma muy particular de cortar, pareciera haber ahí una fusión entre el pensamiento y esa manera de hacer cortes.
P.B.: No se me había ocurrido, es una buena mirada y una gran idea para la segunda parte de Al pie del sillón. Nunca lo vi desde ese lugar, pero es una absoluta verdad, porque el corte tiene principio, nudo y final. Lo bueno es empezarlo por cualquier lado como El corte del referí, de Claudio Martín, que es el primer cuento. En Al pie del sillón está mucho lo oral, si bien releyéndolo ahora le sacaría muchas cosas. A su vez, tiene un logro del cual me jacto que es estar “hablándole al lector”, prácticamente un amigo al que se le está contando una historia como diciendo “no sabés lo que me pasó ayer”. Con todo el trabajo que conlleva armar cada oración, leerla bien, repetirla varias veces para darte cuenta si está legible y tiene una musicalidad.
APU: Hiciste un taller de formación de escritores antes de publicar?
APU: Cuando dejé Comunicación social, estuve en la Facultad de Letras un año y monedas. Dejé por cuestiones laborales y empecé un taller literario con Alma Maritano. Después me fui a Casa de Letras, a Buenos Aires. Iba todo los lunes durante el 2008 y el 2009, en un auto que tenía GNC. Tuve de profesores a Leopoldo Brizuela, a Damián Ríos. Le debo muchos a ambos, pero más a Damián por haberme mostrado escritores que acá no leíamos y eso me ayudó a terminar de componer mi primera novela, Determinación. En el segundo año, Leopoldo hizo una clínica de novela conmigo con ella, para que saliera lo mejor posible.
APU: Hablanos de Determinación.
P.B.: Es un libro autobiográfico, tiene que ver mucho con mi paso por la ESMA y por la Armada Argentina. La pasé completamente mal, pero logré que al personaje le pasen más cosas que a mí. Entonces tiene un final feliz, pero cuento desde adentro de la ESMA y de la Armada cómo es el comportamiento militar sin ponerme en la moralina, ni nada.
APU: ¿En qué año ingresas y qué hacías? Porque también es el personaje.
APU: Vengo de una historia bastante pesada, de violencia familiar. Mucho no sabían qué hacer conmigo, mis padres, porque tenía un problema de hiperactividad y el lío que había en mi casa hacía que repitiera año tras año la secundaria. Me dieron a elegir entre un colegio de cura o uno militar. En ese momento, 81, 82, 83, había una propaganda de la ESMA que salía todos los días. Tenía 14 años, me había atraído eso y me envían a la ESMA. Mi mamá fue a Prefectura de San Antonio Oeste a ver qué podían hacer conmigo y estos muchachos le dijeron “mándelo la ESMA, señora, que ahí se lo van a corregir”.
Entré en el 84 y estuve ese año entero donde me adiestran para ser militar. Los primeros días nos tomaban unos test psicográficos, algo así, para ver qué nivel intelectual teníamos. Yo los rendí todos mal para que me echaran, porque desde el primer día quería que me echaran. Lo que conseguí fue que por bruto me mandaron a la especialidad cocinero.
APU: Qué llamativo que siendo tan chiquito tuvieras ese mecanismo de defensa.
P.B.: Hubo un mecanismo de defensa que se los agradezco a ellos, otras cosas no porque me quedó a un trauma para toda la vida de haberme perdido tantas cosas relacionadas a la edad. Lo que le agradezco es estar ante un problema y seguir como si te pusieras unas anteojeras. Así funcioné durante los cinco años que estuve en la Armada con la anteojera, por suerte sin saber mucho de lo que había pasado.
APU: Eso te iba a preguntar, porque hay una reminiscencia muy cercana con la Dictadura ¿Cómo fue?
P.B. Entro en el 84 y en el 83 vino la Democracia, era una etapa de la Armada donde quedaba todo eso y no sabía nada. Te juro que no sabía nada de lo que había pasado, prácticamente, porque en el pueblo nuestro no había gente que se manifestara como en las ciudades grandes. Todos nos conocíamos: conocés al comisario, al policía, el hijo de policía va con vos al colegio. Somos de un origen campesino y creo que eso me llevó a no preguntar, porque en otras circunstancias, como soy, hubiera preguntado mucho y no sé qué hubiera pasado.
APU: ¿Cómo fue resignificar eso en el momento que hiciste la novela sabiendo lo que había pasado?
P.B.: Desde que yo salí de la ESMA, a los 23 años, edad en la que conocí a mi compañera, no había hablado nunca más del tema. Estaba completamente cerrado, pero tenía que contarlo en algún momento. Me sentía culpable de haber estado en un lugar en el que nunca había querido estar. Estar en la Facultad, conocer gente y empezar a militar, a divertirte con tus compañeros, aparte de toda la rebeldía que me había quedado por el hecho de estar en ese lugar. He entrevistado mucha gente, mujeres en especial, que han estado en los colegios de monjas, crearon una rebeldía importante y que son enormes escritoras. Lo comparaba con lo que me había pasado y era lo mismo.
En un momento lo empecé a escribir y eso me ayudó mucho. Fue como quemarlo y tirar esas cenizas en las letras. Vomitarlo fue un trabajo muy grande que empecé en el año 98 y recién se terminó al publicarlo en el 2013. Fue reescrita dos millones de veces, una psicóloga clienta me decía que era un trabajo de psicoanálisis, el hecho de escribirlo, sacarte de encima ese peso. Aparte, crear un personaje mucho más divertido y más lindo que yo. Le iba muy bien con las chicas, que eso a mí no me pasó.
APU: La experiencia como escritor en general ¿Qué es escribir para vos? ¿Sigue relacionado con poder canalizar?
P.B.: Y no, escribir es algo que me nace, que lo tengo desde siempre y lo empecé a manifestar yendo a lugar común, que es escribir una historia conocida y me parecía fácil ir por ese lado. Después, cuando me di cuenta lo que estaba escribiendo, me empezó a llevar un poco más de trabajo. Damián y Leopoldo me dieron una mano grande. El segundo libro es un policial donde le rindo homenaje a mi pueblo, a San Antonio Oeste. Si bien nací en Saavedra y viví allí hasta los 12 años, nuestro origen siempre fue sanantoniense. Lo extrañaba y lo sigo extrañando, por eso hice un policía en la ciudad de San Antonio que tiene que ver con la cultura mapuche, tehuelche. Hay una gran cantidad de apellidos como Cuniqueo, Antenao, Chanqueleo que tienen ese origen.
APU: Impresionante tu recorrido, entre espejos y libros, es algo único, que no he visto ningún lado.
P.B.: Es lo que verdaderamente me gusta esto, me encanta, que la gente se interese por la literatura, haber creado esa clienta nueva. Y todo sale gracias a Determinación, buena parte de las lectoras que se enteraron en la medida en que fueron saliendo los libros de que era su peluquero quién los escribía, lo fueron comprando para “hacerme la gamba” y al cabo de unos años y varias ediciones se terminaron vendiendo 7.000 ejemplares. Solamente por acá, en Buenos Aires casi no la conocen. Y allá en mi pago, a Río Negro, donde los fui a presentar. Y estas clientas después preguntaban por algo que había escrito y yo les decía para eso te tenés que ir a García Márquez, por ejemplo, o a Vargas Llosa o Miguel Ángel Asturias. Empezaron a leer eso y ahora son clientas, buenas lectoras con las que charlo de libros mientras se tiñen el pelo.