El arte erótico y sus representaciones en América Latina
Por Carla Moriana
En Latinoamérica y el mundo, el sexo no siempre fue un tabú, estaba integrado de otra manera a la vida cotidiana. La "civilización occidental y cristiana" nos ha obligado a crear espacios cada vez más cerrados y divididos en nuestra vida; más la división del trabajo que exige cierta estructura compartimentada en la vida de las personas, excluyendo de la vida publica el campo de lo íntimo y lo personal, separado, oculto y hasta culposo.
El sexo y todas sus formas de representación, aunque fuesen esculturas preciosas, fueron los primeros en sufrir la censura de la conquista de América. Y debido a los hallazgos de los peregrinos y monjes, las comunidades fueron tildadas de bestias aberrantes. Sin embargo cada región de la América indígena nos ha guardado, aun en sus entrañas, los apreciables tesoros del arte que nos hablan del sexo, el falo, las conchas y toda la corporeidad humana, visibilizados en esculturas, cerámicas, monumentos de piedra que nos ayudan a entender el rol que tenía el sexo en las civilizaciones originarias.
Al sur de Yucatán se encuentra la zona arqueológica de Uxmal, Patrimonio de la Humanidad. Allí, el culto fálico se realizaba como práctica regular. Los habitantes originarios tuvieron al pene como símbolo de la fertilidad, tan necesaria para los pueblos agricultores, cazadores y pescadores. El falo se tallaba en la madera, en la piedra y el hueso, se modelaba en la cerámica y se realizaba en oro.
No era un elemento solo de culto ritual; por las crónicas de Fray Pedro Simón sabemos lo siguiente: “los garabatos tenían en su casa para colgar mochilas y calabazos y otras baratijas, lo hacían en figuras abominables que incitaban al pecado, al cual y al de las molicies, que también cometían públicamente, convidaban desvergonzadamente a los españoles”.
En México, el culto al falo masculino es una obsesión que se observa claramente en Uxmal en esculturas en piedra diseminadas en todo su emplazamiento. Uno de los más recientes estudios sobre el tema (2002) detalla que hay más de 130 figuras fálicas en unos 40 sitios de Yucatán, Campeche y Quintana Roo; los principales lugares donde se rindió culto al miembro masculino fue en Chichen Itzá, Uxmal y Oxkintok.
En la primera zona arqueológica está el llamado “Templo de los Falos” que fue cerrado al público. Son varios tipos de falos los que se han detectado en los estudios iconográficos: falo grande, falo separado de la forma humana, falo portátil, falo adherido (a la forma humana, arquitectura o superficies naturales)
En Chichen Itzá se cree que el Templo de los Falos servía para rendirles culto, pero relacionado con los rituales de la lluvia, entendiendo a ésta como una manifestación del semen divino.
En la cultura mochica (Perú entre el 300 a.C. y 500 d.C. ) la cerámica erótica se destaca por sobre todas sus representaciones, tanto por su originalidad y detalle como por el hecho de que está realizada sobre objetos de uso cotidiano. Para los mochicas, la vida sexual era algo muy importante y no era un tabú, sino todo lo contrario. De hecho, realizaban los actos sexuales en todos los lugares posibles y tenían una gran libertad sexual. Cuando los misioneros españoles llegaron y les dijeron que eso era pecado, prohibiéndoselo, esto supuso un gran shock cultural y un sometimiento terrible, tanto psíquico como social.
Estas preciadas obras no eran esculturas sin uso, sino que son objetos para llevar agua real y beber de ellas. Algunas cerámicas eróticas de los mochicas llegan a ser del todo excitantes, con formas fálicas por donde tienen que beber, escenas con diversas posturas eróticas, como un kamasutra diario, y no se descarta que tuvieran un carácter pedagógico. No se deja ningún detalle anatómico a la imaginación a fin de mostrar la naturaleza exacta del acto sexual; los genitales femeninos, incluyendo los labios y el clítoris, están a menudo delineados.
Entre tantas reseñas sobre el arte erótico y sus representaciones en culturas pasadas, uno de los eventos que me resultó interesante fue la descripción sobre los griegos y los romanos acerca de su culto al falo. El falo era concebido como un poderoso amuleto propiciador de abundancia, fecundidad y buena suerte. Durante las fiestas de primavera en honor de los dioses de la fecundidad y la vegetación, el falo era llevado en procesión para atraer la fecundidad de la naturaleza sobre las cosechas y animales.
La escena de por sí es fantástica, solo podría ser pensada para un capítulo del Marques de Sade; mi profusa imaginación no hace más que trasponer esta escena a las procesiones -que como católicos estamos habituados- donde se lleva a la virgen o al niño en andas.
Imaginar una marcha similar de cientos de personas con un pene de madera o piedra en sus manos, caminar así un sitio determinado, solo me parece comparable a un concierto de rock con encendedores, o para ser más contemporáneos, con celulares en mano, al fin y al cabo; seguimos siendo una sociedad que necesita sostener objetos que nos vinculen con nuestra sexualidad.
La conclusión se la dejo al lector.
Por mi parte, el falo como amuleto también está entre nosotros.