Traslado de Milagro Sala al Penal de Alto Comedero: una justicia xenófoba y patriarcal
Por Lucía Cholakian
Argentina amanece con la noticia: la arrastraron descalza y sin aviso, la sacaron de su casa y la devolvieron al penal. Pensar en aquella imagen implica imaginar toda la violencia del mundo. Una mujer negra y dirigente social es humillada una vez más y devuelta a un lugar en el que su vida corre riesgo por las vejaciones que allí, sobre ella, sobre su cuerpo, se sistematizaron.
Antes de la furia, repasar: que algunas/os consideran que hizo tal, que en Jujuy cuentan otra cosa, que los especialistas sugieren que las pruebas dan a entender culpabilidad y otros, para zafar del riesgo, deciden que jamás sabremos si fue o no fue o cómo fue. Una relativización comprensible pero no por eso respetable ante el terror. Pero, ¿desde cuando nos permitimos considerar siquiera que la justicia se mueve irrestricta y determinada en contra de la corrupción?
Hace poco nos enteramos de que un arreglo con la justicia local revirtió los resultados de las pericias de Lucía Pérez, joven asesinada en Mar del Plata en octubre del año pasado. De su cuerpo durante la primer pericia sacaron vidrios. Sin embargo, en un giro inesperado anunciaron que su muerte fue a causa de un edema pulmonar y asfixia. De esta manera, los imputados por su femicidio casi logran ser sobreseídos: casi, porque ayer finalmente -un año después- se elevó a juicio la causa.
Este ejemplo ilustra cómo no podemos permitirnos, ni en un lapsus de ingenuidad, pensar que hay una justicia que opera a fuerza de voluntad de verdad y anticorrupción: idea que nos permitiría imaginar, sin dudas, que la detención violenta de Milagro Sala tiene "una justificación"; que es una persona del mal, peligrosa, corrupta, asesina, tirahuevos y todas las otras cosas que se decidan decir.
Pero la justicia no es ni de cerca justiciera. Es patriarcal, es xenófoba y es conservadora: una mujer indígena y dirigente social es objeto perfecto de su violencia. Organismos internacionales de todas las jerarquías y colores han intervenido ya por su libertad, en reclamo de un juicio justo y o, al menos, condiciones dignas de detención. El gobierno y la justicia se tapan los oídos entre ellos, embarrados hasta la nariz por sus arreglos por debajo de la mesa, repitiendo el mantra: "corrupta, chorra, corrupta, chorra".
Resuena en nuestros oídos su verdadero sonido: "mujer, negra, mujer, negra." Antes de repasar para relativizar, para que el dolor sea menor, cabe recordar que la justicia no opera a favor de nuestros derechos, y que luchamos no sólo contra las violencias que sobre nosotras se imponen sino también contra la violencia del sistema responsable de juzgarlas.
Más de cincuenta mil mujeres argentinas se encuentran hoy en Resistencia, Chaco, para organizarse en contra de las violencias y a favor de nuestros derechos. Para reclamar la libertad de Milagro Sala, también. Para pedir por el esclarecimiento de las causas truncas por complicidad, como la de Lucía y tantas otras víctimas de feminicidios en Argentina. Mientras algunos escarban en el pozo de argumentos para justificar la violación sistemática de los derechos de una dirigente social, las mujeres organizadas insistimos en nuestras reivindicaciones.
Porque sabemos quienes son ellos, y no olvidamos que están ahí, fortalecidos. Pero no dejaremos de recordarles que acá estamos nosotras y que somos muchas más.