¿Fue una mala decisión poner a Leandro Santoro a encabezar el peronismo porteño?
Las elecciones legislativas dejaron mucha tela para cortar en el plano de los análisis y las interpretaciones. El segundo puesto del Partido Justicialista de CABA (Es Ahora Buenos Aires) generó un abanico de visiones disimiles entre la militancia peronista kirchnerista. Algunos compañeros destacaron que "Es ahora Buenos Aires" permitió sumar dos bancas nuevas al peronismo y otros destacaron que el segundo puesto implicó una buena elección, ya que incluyó un crecimiento de dos puntos porcentuales en comparación a las legislativas del 2021 (de 24,8% a 27,%).
Lo cierto es que, al menos en la historia contemporánea, el peronismo nunca se enfrentó a semejante nivel de fraccionamiento dentro de las fuerzas antiperonistas (tres listas libertarias, dos listas del PRO -Larreta/Lospennato- y una de la Coalición Cívica- aun así, no logró ganar-). Casi el 60% del electorado votó por opciones no peronistas en la Ciudad con una participación baja de 53,35% del padrón.
La Ciudad siempre fue terreno difícil para el peronismo, pero el escenario de tanta atomización abría el escenario. Si bien el Movimiento Peronista tuvo compañeros diseminados entre tres listas (Alejandro Kim y Juan Manuel Abal Medina fueron candidatos por fuera), la división fue considerablemente menor a la que tuvieron las fuerzas no peronistas. Tres listas contra múltiples opciones no peronistas (Buenos Aires Primero, La Libertad Avanza, Volvamos Buenos Aires, UCeDé, Unión Porteña Libertaria, Evolución y la Coalición Cívica).
Sin embargo, el plano del análisis no puede recaer solo en la táctica electoral y coyuntural. Es necesario hacer foco en la decisión de haber puesto a un dirigente de origen alfonsinista a encabezar. En términos concretos no le sirvió para ganar al PJ de la Ciudad, sumó dos puntos más que las últimas legislativas como ya señalamos, pero al mismo tampoco logró convocar a otros 2,5 % de votantes peronistas que se vieron interpelados por las otras opciones del peronismo.
Por otro lado, en el plano de la concepción profunda, Santoro tiene una historia contra el peronismo. Una historia larga que incluye los escraches a funcionarios de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner en Puerto Madero en la época de los Irrompibles. La reivindicación a Alfonsín (el presidente radical que persiguió a compañeros y tuvo presos políticos peronistas) y una encarnizada batalla contra el Movimiento Obrero Organizada. El problema no es una clase de historia sino que esa manera de conceptualizar la política se extiende al presente.
La decisión de ponerlo a encabezar con su formación conceptual (muy similar tal vez a la de Alberto Fernández) no es solo polémica, expresa también un problema grave respecto al mensaje que se le da a la sociedad. ¿Después de 2023 apostar por un candidato y un discurso similar? ¿Colocar a Santoro no es la continuidad conceptual del albertismo que tanto repudio generó socialmente?
En síntesis, la elección del ex dirigente de los Irrompibles es no dimensionar la crisis del peronismo del 2023 ante Milei. La respuesta de Santoro ante esta crisis fue la de esconder los colores peronistas y optar por el verde. Cómo si el problema fuera comunicacional o de marketing político y no sobre como acertar en una propuesta que interpele a nuestro pueblo. ¿La solución para los peronistas es esconder nuestra identidad y colores? En última instancia la decisión fue una continuidad conceptual del Frente de Todos (y todos sabemos cómo terminó esa experiencia).
El deseo es que el peronismo construya un camino de salida al presidente Javier Milei, que ofrece una respuesta momentánea pero solo genera incertidumbres a largo plazo para nuestro pueblo.
Ojalá exista una unidad del peronismo que lo logre, pero que esa unidad tenga sobre sus bases un norte claro en base a un modelo económico industrial que logre interpelar a nuestro pueblo. Lo que está claro es que la unidad del futuro deberá también tener algún grado de unidad de concepción. ¿Con quién y para qué?