El paroxismo queer de la China Iron (esa voz deliberadamente ocultada del Martín Fierro)
Por Boris Katunaric
En el patio de su silencio, único y feliz se yergue el bello árbol de los destituidos.
Raúl Gustavo Aguirre
La china de Martín Fierro al fin tiene voz, color de pelo, historia, entidad en fin. Y no solo eso, sino que, de una buena vez, encuentra una manera de escapar de la sumisión que lleva como una cruz el estereotipo de china abnegada que nos impuso la cultura oficial. Un deseo erótico por el conocimiento del mundo fuera de la tapera, una roadmovie que desemboca en un paroxismo queer de libertad y felicidad para los desarraigados.
Pero el hecho de darle voz, nombre, cara, historia, entidad a ese personaje apenas bosquejado por José Hernández en el Martín Fierro no es el único valor que tiene esta obra, la construcción de un lenguaje y sus formas es una constante búsqueda en la obra de Gabriela Cabezón Cámara, desde la irrupción de Le viste la cara a dios, hasta esta China Josephine Iron y Tararira: “La miseria alienta la grieta, la talla; va arañando lenta, a la intemperie, la piel de sus nacidos; la hace cuero seco, la cuartea, les impone una morfología a sus criaturas. Al cachorro todavía no, irradiaba alegría de estar vivo, una luz no alcanzada por la triste opacidad de una pobreza que era, estoy convencida, más falta de ideas que de ninguna otra cosa”.
GCC le da nombre, historia y entidad a los postergados: en La virgen cabeza un presidente recibe a una chica trans, adelantándose algunos años a cuando Cristina Fernández de Kirchner recibió a Dyana Sacayán.
En esta historia la protagonista emprende un viaje de descubrimiento, por eso se destaca la luminosidad con que percibe los hechos que se van suscitando, es una aventura placentera por donde se la mire y que alienta cada vez más al descubrimiento de la belleza del mundo, a la vez que lo va construyendo y dinamizando hasta el paroxismo.
La China entabla un diálogo bilingüe y confuso con una colorada, Elizabeth, Liz. Juntas en la carreta bastante equipada de la inglesa encuentran a Rosario, apodado Rosa. La creatividad argumental, rayana al delirio (aunque completamente veraz) de GCC, también nos trae a un Fierro que se hizo puto, un José Hernández como un auténtico engreído del progreso estanciero en su trajín etílico, una comunidad indigenista donde se trabaja un mes cada tres, rodeada de amor, en constante movimiento. La intención de la novela tal vez sea como el Barón rampante de Ítalo Calvino, en la realidad, pero nunca con los pies en el suelo.
El libro se presenta el sábado 4 de noviembre a las 21.00 hs en bar Tano Cabrón (Jean Jaurés 715, CABA).