Por nuestro pueblo: aprendamos a ganar
Los resultados de las elecciones envalentonaron al gobierno y desalentaron a nuestra militancia. El análisis de los mismos plantea cuestiones muy concretas. Para empezar, Cristina Fernández de Kirchner es quien, por lejos, representa la oposición más firme a este gobierno. A pesar de la limitación de recursos, y de la persecución judicial y la batería mediática en contra, el esfuerzo de Cristina fue fenomenal y el resultado altamente valorable. Como espacio militante, reafirmamos nuevamente la conducción de CFK.
El macrismo logró generar confianza en grandes porciones de nuestra Patria, inclusive entre los trabajadores. A sus fortalezas ya conocidas, como la banca empresarial, el blindaje mediático, y el Poder Judicial a favor, se suma la necesidad de un “cambio” luego de doce años de gobierno kirchnerista. Pero estos factores por sí solos no explican su victoria: el 54% del 2011 se consiguió sin esos “fierros”. Debemos afinar la caracterización sobre el electorado y entender por qué nuestros vecinos y compañeros de trabajo siguen brindándole respaldo a este gobierno, aún ante los aumentos, recortes y despidos.
Es importante también destacar que este ajuste es, para los sectores afines al gobierno, gradualista. Este tipo de avance también explica los resultados de las elecciones: el macrismo aún tiene margen para recortar, especialmente en las capas medias de la sociedad. Los aumentos y recortes que ha presentado Macri, recién luego de las elecciones, dan cuenta de la importancia que tiene la mera existencia de nuestra fuerza política para frenar el ajuste.
Como caracterizamos en marzo pasado hablando de la cúpula de la CGT, “ya no hay margen para políticas de negociación como las que expresan sectores como el massismo”. Las elecciones dejaron en claro que la oposición liviana perdió mucho terreno electoralmente y que no existe la “ancha avenida del medio” en la que Sergio Massa intentaba hacer pie. El pueblo no quiere “segundas marcas”, como el oficialismo encubierto de sectores del peronismo que coquetean con Cambiemos.
Con esto en cuenta, es clave la importancia de pensar al votante de Florencio Randazzo, Massa y el peronismo de todo el país. Un peronismo que, a pesar de haberse revalidado en provincias como San Luis o Tucumán, también se encuentra amenazado por las perspectivas planteadas por Cambiemos. Más allá de gestos políticos entre dirigentes, que pueden ser necesarios, la unidad del campo popular debe darse desde las bases. Es ahí donde tenemos que concentrar nuestra tarea militante.
Nuevas prácticas para volver a la victoria
A pesar de conservar un caudal de votos más que importante, desde 2011 nuestro espacio político representa cada vez a menos sectores. Desde ese mismo momento, y descontando excepciones como la estatización de YPF, el proyecto nacional y popular se mostró generalmente estancado. Se perdieron tres elecciones seguidas, y cuatro de las últimas cinco votaciones generales desde 2009. Esto da cuenta de un importante problema de construcción política y de límites, muchas veces económicos, que encuentran nuestros gobiernos populares a lo largo de la historia.
Hasta el 2015, construimos organizaciones que supieron asegurar la gobernabilidad y mostrar una espalda propia frente a sectores percibidos como “menos confrontativos” con los grupos de poder. En ese período se consiguió "el máximo nivel de organización militante desde los 70s", como afirmamos hace unos años. Hoy en día su efectividad se encuentra afectada. "Con Cristina tenemos la Ley de Medios", "no pasa nada si todos los traidores se van con Massa", son parte del repertorio identitario que actualmente carece de potencia y coincidencia con la realidad.
Los números que sacó Cambiemos en todo el país permiten pensar en un proyecto de los sectores concentrados de poder con grandes posibilidades de perpetuarse luego de 2019. Es necesario reformular nuestras lógicas militantes para resistir el avance del macrismo y poder reconstruir un modelo alternativo de país.
La comunicación no puede concebirse como una mera "bajada de línea". El modelo de "difusión sin interacción" no cuadra con la idea de una construcción política amplia, ni con las estructuras comunicacionales del siglo XXI. La verticalidad extrema deja de tener sentido fuera del Estado. Esta es una autocrítica respecto a "las formas" que CFK ya ha realizado y que los militantes debemos internalizar. Como quedó demostrado en las entrevistas televisivas, fue un error abandonar los medios masivos de comunicación, y es un acierto la incipiente atención prestada al trabajo en redes sociales.
¿Cómo se construye la mayoría para ganar? ¿Cómo generamos una identidad inclusiva y no exclusiva? ¿A quién hay que hablarle? Para empezar a contestar estas preguntas, podemos remitirnos al pedido que realizó Cristina a la militancia al comienzo de la campaña. Necesitamos una escucha directa y sincera para incorporar demandas que posiblemente redefinan nuestra identidad como peronistas y kirchneristas.
La situación actual, de debilidad frente a un gobierno al que "nada parece afectarlo", genera una impotencia similar a la que sintieron los militantes populares de la década del '90. Hay dos puntos a considerar: el campo popular hoy posee un grado de organización mayor, con una fuerza política constituida e incluso un liderazgo con un piso de 37% en la provincia de Buenos Aires.
Por otro lado, como marcaba Rodolfo Walsh: "Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia (...) Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan". Como militantes debemos recordar constantemente estos intentos de borrar la historia propia, y observar que, finalmente, las luchas se acumulan. El proceso kirchnerista fue hijo de esos conflictos noventistas que parecían no tener un rumbo claro.
Si el grado de ajuste es el que prevemos, y el modelo económico basado en la toma de deuda es insostenible, el campo popular se encontrará en una situación aún más desfavorable que la de hoy en día.
Nuestra tarea será organizar y encauzar esos conflictos. Recuperar la iniciativa política con creatividad y rebeldía, y construir nuevas propuestas para no sólo resistir sino ir hacia adelante. La incorporación de las reivindicaciones feministas y el reencuentro con el movimiento obrero organizado que mostró Unidad Ciudadana son un buen punto de partida. El campo popular ha enfrentado escenarios más regresivos a lo largo de 200 años de lucha. Nuestro piso actual es alto, pero debemos aprender a ganar. Nuestro pueblo lo necesita.