Carlos Díaz: tres lecciones de medio siglo peronista
Por Jorge Giordano
El combo de derrotas 2015-2017 pegó de lleno en el cuerpo militante. Hace solo seis años, la juventud parecía comerse los destinos de la Patria. Hoy en día mira, impotente, cómo la derecha avanza, quizás más inteligente que nunca. De estos ciclos históricos está hecha la historia de nuestra Patria, y por supuesto, del peronismo. Carlos Díaz lo sabe mejor que nadie: lleva en la espalda medio siglo de militancia orgánica, y aún más de pertenencia al movimiento.
En este momento de reflujo militante, el testimonio de Carlos permite ahondar en las prácticas, concepciones y visiones que atravesaron al heroico y siempre vivo movimiento justicialista.
Peronismo de Perón
Si bien Díaz era chico, en 1952 comenzó a acercarse al movimiento, de la mano de su hermano mayor. Las características de la militancia “oficialista” parecen repetirse en el tiempo: “En el poder la militancia era distinta, era menor la cantidad de locales partidarios. Existía más que nada el concepto doctrinario. Teníamos todo en bandeja, el 60 o 70% de la población a favor, el resto de las fuerzas políticas no existía. Se hacían trabajos solidarios, se participaba de los actos masivos y éramos una especie de 'voceros' de Perón. A las villas iba la Fundación Eva Perón”.
1955: Inventar la resistencia
Luego del golpe, los comandos civiles allanaron la casa de Carlos el 5 de junio de 1956. El giro de 180 grados los obligó a sacudirse la comodidad, como mínimo: “Después del ‘55 uno llevaba volantes, algún diario, todo de manera clandestina. No había preparada una militancia para resistir. Se armaban grupos de 4 o 5 que se juntaban y salían, los volantes eran 'made in casa'. Ahí es que se forma la primera Juventud Peronista con El Kadri, Rearte, Brito Lima”.
La clandestinidad transformó sus casas en unidades básicas. “Hacíamos reuniones, acá en Ciudadela, en la farmacia de Novoa, o en la UOM. Nos cubríamos diciendo que era un asado o la fiesta de la primavera. Llegamos a reunirnos en gallineros”, cuenta Díaz. Y confirma una de las viejas tradiciones: “En el '56 y '57 usábamos la flor ‘no me olvides’. Era una identificación que usábamos en el bolsillo del saco”.
“Conozco mi primera comisaría. Me llevaron detenido por pintar en el barrio ‘abajo la dictadura, viva Perón’. Los caños surgen después del '56, pero no estaban organizados. Se hacía una cazabobos con una lata de duraznos, con pólvora y azufre. Era para tirar panfletos y hacer quilombo. Sirvió porque ibas creando algún tipo de conciencia de que las cosas no estaban como se venían planteando”, afirma al recordar los primeros ensayos de esa resistencia en pañales.
Lección 1: “La lucha se enfocó en el regreso del General al país. Poner el centro ahí llevó a no poder volcar en profundidad la doctrina del peronismo: qué se anhelaba, cuál era la visión de futuro, el problema de la dependencia, la cuestión económica, el continentalismo”.
1958: Peronismo gremial
En el ‘58 Díaz comenzó a trabajar como obrero gráfico, y se integró a la lista verde de Raimundo Ongaro. “En ese año fue la primera vez que desde mi grupo desobedecimos a Perón, porque mandamos a votar en blanco y no a Frondizi, que había sido verdugo nuestro. Eran momentos incomprensibles, algunos un día estaban acá y en otro estaba allá”, recuerda Díaz.
El proceso de organización continuó: “Se va armando la Juventud Peronista y las 62 Organizaciones. Nos reuníamos en el sindicato de Jaboneros, donde estaba Rearte. A partir de los '60, con la aparición de la Teología de la Liberación, se va marcando otra posición distinta y después enfrentamientos con otros sectores: Guardia de Hierro, los Demetrios, el Comando de Organización, Tacuara”.
A pesar de cierta merma en la persecución contra el peronismo, las dificultades resultaron grandes: “Empiezan a aparecer gremios que permiten el ingreso de nuevos grupos al peronismo: Unión Ferroviaria, Telefónicos, Gráficos. Se hacían charlas con Jose María Rosa, Jauretche, más de formación. Pero por el año 60 era muy difícil tener un local, ¿quién te lo bancaba? Si cobrábamos dos pesos con cincuenta”. En 1966, Raimundo Ongaro se convirtió en Secretario General de la Federación Gráfica Bonaerense y ganó margen para incidir en la posición de la CGT.
1968: Romper los lazos de la esclavitud
La CGT era un actor clave en el equilibrio del poder de la época, como casi siempre. Según Walsh, la central nucleaba en ese año a 1.900.000 trabajadores. Las tensiones internas abundaban: “Teníamos el enfrentamiento con los gobiernos antipopulares y el interno, con las concesiones que algunos grupos tenían con estos gobiernos”, señala Díaz, hasta que “en 1968 asumimos la responsabilidad de la CGT de los Argentinos con Ongaro”.
“La CGT de los Argentinos incluía a todo hombre del trabajo con hondo contenido social, hasta romper los lazos de sometimiento y esclavitud”, define. Aparecieron las figuras de Agustín Tosco y René Salamanca. “Hicimos una colecta para que Ongaro pudiera viajar a Puerta de Hierro a ver a Perón. Ahí el General le presenta a Rodolfo Walsh y él sugiere que arme la publicación de la CGT de los Argentinos”, recuerda Díaz.
La dinámica militante adquirió otra intensidad, incorporando aspectos territoriales y culturales por fuera de lo gremial: “Como no podíamos tener unidades básicas, armamos el Ateneo de Estudios Sociales. La UOM nos prestó el lugar. Pasábamos películas, íbamos a sociedades de fomento, organizábamos actos con Marilina Ross, Norman Briski y el grupo de teatro, Chunchuna Villafañe. Teníamos una cooperativa de productos de la canasta familiar, vendíamos la mercadería del Mercado Central al costo. Conseguíamos medicamentos, verificábamos faltantes de servicios en el barrio. Dos abogados brindaban asesoramiento, uno de ellos era el padre de Tignanelli, el diputado provincial actual”, enumera Díaz.
La unidad fue necesaria para poder crecer en escala: “Para el 17 de octubre capaz te prestaban un local grande en el barrio, entre cuatro o cinco unidades básicas conseguíamos dos vacas, armábamos un acto grande con números artísticos y comida. El Ateneo hacía trabajos con el Padre Mugica en la Villa 31, acá también en una villa de Ciudadela o en la Carlos Gardel. Se colocaban caños para poner el agua, por ejemplo”, recuerda.
1970: Armas contra el blindaje mediático
Alrededor de esta etapa se produjo un salto trascendental. Con el Cordobazo y otras revueltas en la espalda, sectores de la militancia, con la anuencia de Perón, comenzaron a abrazar la lucha armada. “Nosotros militábamos en Descamisados y necesitábamos hacernos conocer. Entre un grupo grande de cincuenta que pensábamos parecido, se destacaba un grupo de diez que podía ir al frente”.
De reunirse en gallineros, a la guerrilla urbana: “Nos apropiamos de dos patrulleros, tirábamos volantes. Desarmábamos policías para conseguir fierros. Uno de los puntos claves era la propagandización. Antes golpeábamos en el vacío, no teníamos quién circule la información. Con dos o tres actos, el público tomaba conocimiento de lo que pensábamos”.
¿Sentían contradicciones? “No. Por ejemplo, en aquel momento se habían hecho dos coches. Después tenías que conseguir dos patentes. Entonces tenías compañeros que hacían ese tipo de trabajo, cada vez más complejo. Las circunstancias nos iban llevando a estas cosas”.
1972: Peronismo para Todos
En el medio del proceso de monstruoso crecimiento de Montoneros, en la que su organización terminó fagocitada, Díaz decidió irse.” Yo nací peronista y voy a morir peronista. Se había mezclado mucho el marxismo mal intepretado con el peronismo mal interpretado. Lo digo como una autocrítica”. Y ejemplifica: “Voy a una reunión de la JTP en el Oeste, y de repente me digo '¿Pero qué es esto, el marxismo?' Uno decía: ‘vos tenés que decir que sos peronista-marxista, no te presentés como marxista’. Había grupos con objetivos distintos”.
Con base en su militancia gremial, se incorporó a la Juventud Trabajadora Peronista, brazo sindical conducido por Montoneros. Como miembro de la JTP lo agarró el 17 de noviembre de 1972, cuando Perón regresa al país “porque le da el cuero”, luego de ser desafiado por el dictador Alejandro Lanusse.
El día del militante, recordado por un militante: “Me acuerdo como si fuera hoy. Salimos de Avenida de Mayo acá en Ramos Mejía, y nos fuimos caminando por Camino de Cintura hasta Ezeiza. Arrancamos en la madrugada anterior. Venía “Carloncho”, por ejemplo, que hinchaba las pelotas. Un loco de la guerra. Cuando cruzábamos el Río Matanza, con el agua por la cintura, gritaba '¡dame una bandera! ¡sacame una foto, que queda para la posteridad!'. Fue un espectáculo impresionante. La cantidad de gente, mujeres con nenitos en brazos. Parecía que estábamos cruzando la Cordillera, nos parábamos arriba de una loma y solamente veías gente”.
¿Fueron muy voluntaristas? “En algunos casos sí, en otros muy torpes”. La vuelta definitiva en Ezeiza la piensa como un día de duelo. “Como militantes, ni los unos ni los otros actuamos como deberíamos haber actuado. El regreso de Ezeiza fue el día más triste que le hicimos pasar a Perón. No estuvimos a la altura de las circunstancias, estábamos enceguecidos”, afirma Díaz.
Lección 2: “Estar repartiendo un parte de guerra un sábado a las 6 de la tarde por las casas es de pelotudo. No podés pensar que venís como un libertador. Hubo un crecimiento tan grande en poco tiempo, que fue imposible organizarlo. La dinámica era tal que no te dejaba pensar”.
1974: Leales a Perón
La historia es conocida: Montoneros se alejó de Perón, Perón se alejó de Montoneros. El huevo o la gallina. Díaz siguió firme en la suya: “De la JTP pasé a la JP Lealtad, que seguía respondiendo a Perón. Montoneros nos quiso tomar el local. Nos costaba muchísimo difundir lo que pensábamos. No teníamos espacio ni tiempo para nada. A partir del ‘74 Montoneros se empieza a desinflar, de esa estructura les quedó la mitad, sólo la lucha armada”.
La JP Lealtad: una organización poco conocida y muy reivindicada por quienes no tenemos otra opción que leer la historia con el diario del lunes. Néstor y Cristina Kirchner son herederos de esa vertiente política, y gran parte del apego a la verticalidad de la última generación militante proviene de la lección histórica de “no desobedecer a la conducción”.
La militancia de Carlos atravesó luego la dictadura más sangrienta de nuestro país, la derrota del ’83 contra Alfonsín, la histórica decepción menemista. ¿Qué tiene para decirle a la desorientada militancia de hoy, después de más de medio siglo en el peronismo?
Lección 3: “A la resistencia hoy en día le hace falta tener ejemplos para esos militantes jóvenes, que vean que se puede llegar con una conciencia distinta. No se vence con violencia sino con inteligencia. Antes había cuerpos intermedios, alguien como Ongaro en un momento, Ubaldini en otro. Necesitamos que surjan personas que reúnan estas condiciones, además de la conducción que es Cristina. La satisfacción más grande que tenía yo en estos años era cuando se inauguraba una universidad, sobre todo en lugares en que los jóvenes no tenían que mudarse para poder estudiar. Se tienen que mentalizar, estudiar, es la única forma en que pueden ocupar cargos con un nivel que habilite al conjunto el tomar el poder el día de mañana. La utopía existe, pueden seguir soñando.”