La felicidad de la invención (o sobre tres discusiones inútiles alrededor de Operación Masacre)
¿Operación Masacre u Operación masacre? ¿Con «M» minúscula o mayúscula? En los cientos de textos académicos, literarios, poéticos y periodísticos que se escriben anualmente sobre Rodolfo Walsh, el título aparece citado de las dos formas. Que todavía no exista una convención al respecto quizá valide uno de los tantos lugares comunes que recaen sobre esta obra: desde su título, Operación Masacre sigue operando sobre la realidad argentina.
Dicho esto, quisiera referirme a otro asunto absolutamente menor en el infinito universo walshiano, y proponer una posible salida a una discusión inútil que hace décadas acompaña los comentarios sobre este libro: el encuentro de Walsh, en el café de La Plata donde se jugaba al ajedrez, con un hombre que le dice que hay un fusilado que vive, ¿pertenece a la ficción o a la realidad? La respuesta, ¿cuándo no?, tal vez pueda hallarse en Borges, ese hermano-fantasma que acompañó a Rodolfo Walsh durante toda su vida, disputándole, arrebatándole, la herencia del padre Macedonio Fernández. Decía Borges, en su cuento Examen de la obra de Herbert Quain, publicado a comienzos de la década del 40:
«Ya aclarado el enigma, hay un párrafo largo y retrospectivo que contiene esta frase: Todos creyeron que el encuentro de los dos jugadores de ajedrez había sido casual. Esa frase deja entender que la solución es errónea. El lector, inquieto, revisa los capítulos pertinentes y descubre otra solución, que es la verdadera».
"Desde su título, Operación Masacre sigue operando sobre la realidad argentina".
Algunas de las definiciones que da Borges del personaje Herbert Quain quizá calcen con Walsh: «No se creyó nunca genial; ni siquiera en las noches peripatéticas de conversación literaria (…) Percibía con toda lucidez la condición experimental de sus libros: admirables tal vez por lo novedoso y por cierta lacónica probidad, pero no por las virtudes de la pasión. Soy como las odas de Cowley, me escribió desde Longford el 6 de marzo de 1939. No pertenezco al arte, sino a la mera historia del arte. No había, para él, disciplina inferior a la historia».
Tal vez la pista de Herbert Quain nos permita pensar, también, en otra discusión inútil: ¿Cómo encasillar Operación Masacre? ¿Debemos seguir diciendo, como reza la chauvinista muletilla escolar, que «es el primer libro de no-ficción» (acompañando ¡siempre! esta idea con la frase: «y no A sangre fría, de Truman Capote»)? ¿O debemos decir, borgeanamente, que es un libro de historia, «la más alta disciplina»? Al final de su cuento, Borges dice que Herbet Quain “afirmaba también que de las diversas felicidades que puede ministrar la literatura, la más alta era la invención”. Creo que, en este punto, sino en los otros, Rodolfo Walsh y Herbert Quain coinciden: Operación Masacre (experimental, lacónico y todavía novedoso, aunque no exento de pasión) responde, ante todo, a la felicidad de la invención.
*Director de www.riobelbo.com y autor de La pluma en la garganta. Rodolfo Walsh, biografismo y poética.