“Ni nosotras, ni nuestra ropa somos el problema”
Por Ana Laura Mársico
Fotografías Carlos Pérez
Agencia Paco Urondo se encontró con un grupo de estudiantes del Colegio Nacional 17 para dialogar sobre la discusión por la vestimenta y la perspectiva de género de las autoridades. Es sábado a la mañana y el Parque Centenario se encuentra húmedo por la llovizna intermitente. Natalia y Franco se detienen en la esquina para cruzar la calle Leopoldo Marechal. En ellos se puede ver dos pañuelos verdes: uno atado a la mochila y otro puesto en la muñeca. A lo lejos, Jeremías se saca los auriculares mientras hace un gesto para demostrar que ya llegó. Se saludan entre ellos y mientras ingresan al Parque, Natalia comenta cómo le fue en el dictado de las clases de apoyo escolar que brinda el Centro de Estudiantes del Colegio Nacional N°17.
Jeremías Ríos Bonoris, al igual que Franco Sansobrino, tiene 17 años. Sansobrino se sumó a militar a partir de las tomas de agosto del 2017 donde la Institución formó parte del repudio al nuevo programa de las “Escuelas del Futuro” anunciado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires quien se destaca en la historia por su baja creación de escuelas. Jeremías, con mucha tranquilidad, cuenta que a partir de la educación que vivió en su casa tuvo la oportunidad de militar desde los 10 años. Natalia Osojnik se ríe luego de escuchar a su amigo, y no quiere decir hace cuánto tiempo milita. Pero la verdad es que con 16 años y con cuatro años de militancia, Natalia es una de las 18 mujeres que presiden el Centro de Estudiantes en la Ciudad de Buenos Aires.
El reglamento de vestimenta del Colegio Nacional 17 posee características en su descripción bastante estrictas tales como el grosor del bretel de la musculosa, el largo de la remera, el llevar camisetas de fútbol, las roturas del pantalón, la prohibición de polleras y shorts, y desde ya no ir en ojotas, crocs, etc. Pero pese a las condiciones edilicias de la Institución, tales como la falta de mantenimiento en ventiladores y el funcionamiento de todas las ventanas, en muchas oportunidades los estudiantes terminan no pudiendo cumplir el estatuto salvo que opten por tener una mañana insoportable de calor.
El Centro de Estudiantes llevó a fin del año pasado un “Vestimentazo” en donde la consigna era ir vestido al colegio rompiendo el estatuto en manera de visibilizar el conflicto. “Muchas veces hacen 40 grados de calor y es imposible ir con pantalón largo, más si es que no funcionan los ventiladores”, expresó Franco a Agencia Paco Urondo. Pero el gran problema se encuentra en lo cotidiano de la aplicación del mismo: los estudiantes notan una mayor medida estricta para las mujeres con un mensaje oculto con tono excusatorio. “El otro día una compañera tenía puesto un short y un remerón. Hacía mucho calor y la verdad es que parecía un vestido. En fin, la sancionaron directamente sin aviso, cuando los hombres muchas veces van y hasta capaz logran que por ese día no les digan nada”, expresa Natalia. Es también por eso que Franco comenta que, en el “Vestimentazo”, él decidió ir con pollera en apoyo a sus compañeras.
En la Ciudad de Buenos Aires hay colegios en donde han logrado cambios en su Estatuto tales como el Colegio Normal 8 y el Colegio Lenguas Vivas, donde lograron que la norma se ajuste a la Constitución Nacional. “Nosotros intentamos muchas veces poder cambiar el Estatuto pero esto tiene que ser aprobado por el Consejo de Convivencia, el cual siempre falla en contra”, expresó Osojnik. El Consejo de Convivencia está compuesto por el Rector, Vicerector, dos preceptores o docentes, un padre o madre, y tres estudiantes; uno del Centro de Estudiantes y los otros dos jóvenes elegidos por votación. “El año pasado realizamos una encuesta sobre estas limitaciones y más del 60% del estudiantado estaba de acuerdo con realizarle modificaciones. Pero las autoridades nos expresaron que debíamos haberlo hecho en todos las divisiones de los años y que por eso no tenía validez”, expresó ella a Agencia Paco Urondo.
Jeremías, el secretario general del Centro, expresa que el código plantea una lógica punitiva y no de cambio de fondo dentro de la cultura patriarcal: “Es un fuerte proceso de deconstrucción. Nosotros también fuimos criados bajo parámetros que hay que romper. Yo muchas veces pienso las cosas que a los hombres nos daban risa antes y no lo puedo creer”. A lo que agrega: “Muchas veces se desdibuja con un “¡Uy, se mandó una “macana”!”, y la verdad es que la respuesta es no, fue un acto machista”.
El Centro de Estudiantes del Nacional 17 acompañó el protocolo de Violencia de Género que fue impulsado junto con la Defensoría del Pueblo dentro del Ministerio de Educación de la Ciudad. Allí expresaron que para ellos es importante cuidar a la compañera que fue víctima y que no es nada fácil lo que vivió, pero que también hay tener un trato terapéutico al compañero ya que la solución no es correrlo de colegio y escracharlo, sino intentar realizar un cambio más profundo. Es importante destacar que actualmente el proyecto se encuentra cajoneado mientras el ciclo lectivo continúa su desarrollo.
“Toda la sociedad tiene naturalizado actos que hay que romper. Nosotras fuimos criadas para estar aleta constantemente: “cuídate”, “no vayas sola”, etc. Pero la verdad es que ni nosotras ni nuestra ropa somos el problema”, expresa Natalia analizando la batalla que da el feminismo en lo cotidiano. A lo que Jeremías necesita dejar en claro: “Los hombres debemos deconstruirnos y así acompañar a las compañeras feministas pero ese lugar lo tienen que llevar adelante ellas. Nosotros, los que apoyamos su lucha, las acompañamos pero ellas organizan”. El comportamiento para con las mujeres no tiene que ser por las características de su ropa, sino por el solo hecho de ser persona.