"Las mujeres anarquistas bregaban por un cambio general y discutían con quienes consideraban sus luchas como parciales"
Por Juan Manuel Ciucci
Laura Fernández Cordero es Doctora en Ciencias Sociales (UBA) e investigadora del CONICET. Responsable del Área Académica del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI/UNSAM), donde también coordina el Programa Sexo y Revolución. Memorias políticas feministas y sexogenéricas.
APU: ¿Por qué era tan importante la problemática de la emancipación sexual en el anarquismo?
Laura Fernández Cordero: La liberación de las mujeres y alguna forma de revolución sexual ha sido parte de muchos movimientos contestatarios o emancipatorios a lo largo de la historia. Dentro del anarquismo fueron elementos centrales que formaban parte de la deseada revolución social. Con mayor o menor intensidad, esos aspectos se ven en las distintos episodios libertarios que se dieron en el mundo, con particular riqueza en los momentos en que había voces diversas discutiendo sobre sus posibilidades y sus límites. La propuesta de amor libre iba de la mano de una crítica frontal al matrimonio tradicional burgués sancionado por leyes civiles o mandatos religiosos.
APU: ¿Cuáles eran los roles que se pensaban desde el anarquismo para el hombre y la mujer? ¿Cómo se pensaba a una mujer anarquista?
LFC: Según los discursos más estables, la mujer era considerada esclava entre los esclavos. Es decir, se consideraba que su situación era peor que la de cualquier hombre oprimido ya que se sumaban la subordinación al varón, al trabajo doméstico y a la maternidad en condición de pobreza o soledad. A su vez, se consideraba que había un sometimiento mayor de la mujer a través de los discursos religiosos y morales. Y, por tanto, se pensaba que era necesario trabajar en pos de su liberación para que pudieran sumarse a la lucha general. En muchos casos eran los hombres quienes convocaban a la mujer a la brecha y el despertar de la conciencia, pero a veces ese llamado era un poco paternalista y terminaba siendo una invitación a “secundar” o a “acompañar” a los hombres. Esta tensión era muy marcada en los momentos en los que las algunas mujeres escribían sus dudas acerca de los límites de esa invitación. Incluso algunos varones acusaban a sus compañeros de no ser consecuentes con la emancipación concreta de la mujer.
APU: ¿Cuál era la relación con el feminismo a principio de siglo?
LFC: Entre la última década del siglo XIX y las dos primeras del XX se observa que la importación del término europeo “feminismo” tiene distintas aristas. En general, era considerado un programa moderno y civilizador, a pesar de las obvias resistencias. Intelectuales y políticos estuvieron muy interesados en el tema y hasta contamos con una tesis muy temprana, la de Elvira López (El movimiento feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1901).
Si bien a fines del siglo XIX encontramos en la prensa local algunos grupos o encuentros bajo el término “feminista” o “feminismo”, pronto las y los anarquistas reconocieron la impronta burguesa del movimiento e intentaron desmarcarse. No compartían su vocación por obtener derechos civiles ni derechos políticos, por tanto, no podían acompañar el proyecto sufragista. Más adelante dirán explícitamente que no son feministas, a pesar de que su programa pueda parecernos hoy muy cercano a los ideales del feminismo que se desarrolló a lo largo del siglo XX. A pesar de las tensiones y de las inflexiones propias de sus experiencias e ideas, las mujeres anarquistas bregaban por un cambio general y discutían con quienes consideraban sus luchas como parciales o particulares.
APU: ¿Existía un canon de sexualidad heteronormativa en el anarquismo?
LFC: Al menos en la prensa que yo revisé (Río de la Plata y algunas otras ciudades argentinas entre 1880 y 1930), sí. La radicalidad del amor libre no excedía el mandato heterosexual. Se encuentran muy pocos indicios, al menos en el discurso, de amores homosexuales y lesbianos, términos que también estaban en construcción. De hecho, lo más común es encontrar terminología de época como “sodomitas”, “maricas”, “hermafrodita”, etc., generalmente en contextos de insulto o rechazo.
APU: ¿Cuáles eran las publicaciones en Argentina que realizaron mujeres anarquistas? ¿Cuales eran sus características?
LFC: Hubo dos publicaciones escritas y dirigidas por mujeres anarquistas: La Voz de la Mujer (1896-97) y Nuestra Tribuna (1922-25). Del primer periódico sabemos de una versión rosarina a cargo de Virginia Bolten hacia 1900, pero está perdida. Hay indicios de diez números de LVM pero se preservaron solo 8 y el número 6 es inhallable. El segundo periódico fue llevado adelante por Juana Rouco, como directora, con la compañía fundamental de tres mujeres de Necochea: Fidela Cuñado, Terencia Fernández y María Fernández. Por su extensión y características son excepcionales en el anarquismo, por los menos hasta los años treinta cuando aparecen las publicaciones de “Mujeres libres” en España. Fueron en total 39 números mensuales y dan cuenta del agitado panorama del anarquismo local a principios de los años veinte.
Si bien, como en el resto de los países, las mujeres tienen cierta presencia en la prensa “general”, sus propias publicaciones demuestran cuáles eran sus prioridades, a qué lecturas remitían para sostener sus argumentaciones, cómo impactaba el ideario en su vida cotidiana y, fundamentalmente, son indispensables para reconstruir parte del diálogo que sostuvieron con sus compañeros.