Ajuste fiscal: ¿qué van a recortar?
Por Nicolás Hernán Zeolla * y Alex Kodric **
Pasado el vencimiento de LEBAC, y mientras todavía nos dabatimos sobre si la turbulencia cambiaria terminó o solo se tomó un respiro, el gobierno busca retomar la iniciativa económica. Y ahora todo parece pasar por instalar entre la población un nuevo consenso en el cual va a haber que acelerar aún más la reducción del gasto y profundizar el ajuste. Y esto fue el principal mensaje de la conferencia de prensa de ayer, el presidente afirmó que “la velocidad que nos comprometimos a reducir el deficit no alcanza, por lo que tenemos que acelerar” (aca). Por ende, si se viene una nueva oleada de ajuste fiscal lo que parece conveniente preguntarse es por donde va a pasar la tijera esta vez.
Como se ve en el gráfico a continuación, el principal concepto que gasta el Estado Nacional es Servicios Sociales (Julbilaciones, pensiones, AUH, educación, salud, etc.), con un 66% de la totalidad del gasto. Los otros conceptos que componen el gasto son Servicios Económicos (tarifas) con un 10% del total, Defensa y seguridad (4%), Administración (sueldos empleados públicos) con un 4% y deuda pública (no incluye Lebac) con un 16%. Muchas de estas partidas ajustables ya vieron la tijera, en especial los Servicios Económicos (subsidios a las tarifas).
Aunque no los pagos de deuda. En la comparación de la distribución del gasto entre 2015 y 2018 se observan dos datos curiosos. El primero es la fuerte caída de los servicios económicos producto de la reducción del subsidio a las tarifas (del 22% al 10% del gasto total). El segundo es que esta caída fue compensada (casi en la misma proporción) por el pago de intereses de la deuda (del 6% al 16%). Entre 2016 y 2017 los subsidios económicos (energía, transporte, etc) cayeron en $ 65.467 millones, en tanto que los pagos por intereses de la deuda (sin contar Lebac) se incrementaron en $ 93.647 millones.
Grafico 1: Finalidad y Función del gasto del Estado Nacional. Como % del gasto total y comparación 2015 vs. 2018.
Fuente: ONP, Ministerio de Hacienda
De modo que lo que sigue es recortar donde sea. A grandes rasgos, hay dos formas de ejecutar un ajuste. Uno pensaría que lo inmediato es que recorten el destino de fondos para una partida. Esto sería un ajuste nominal, destinando menos fondos a cierto tipo de gasto. Sin embargo, en un contexto inflacionario, cuando yo no repongo fondos presupuestarios equivalentes a lo que aumento la inflación estoy haciendo un ajuste encubierto, porque en términos reales (o de capacidad de compra) esta partida está recibiendo menos fondos. En la etapa reciente aparecen dos ejemplos de esto. El primero es el de la eliminación de subsidios. Ahí el gobierno redujo nominalmente las partidas destinadas a complementar las tarifas de luz. Según consta en el presupuesto, desde 2015 el gobierno redujo más de $ 15.000 millones la partida de servicios económicos, un equivalente al 4% nominal, pero en términos reales esta partida se redujo más del 60%. Otro ejemplo es el de las jubilaciones. En diciembre-17, tras la sanción de la nueva ley de indexación los jubilados vieron modificada su fórmula hacia adelante cual se va a ajustar trimestralmente por el IPC y un coeficiente de salario. Sin embargo, no se les compensó por la pérdida de poder adquisitivo del año 2017. La jubilación aumento un 5,7% pero la inflación en el periodo fue del 11%, es decir perdieron poder adquisitivo o el estado hizo un ajuste real por casi 5%.
A pesar de la recuperación económica del año 2017, que trajo consigo una mejora en la recaudación fiscal respecto al año anterior, el incremento de ingresos no pudo compensar el déficit fiscal primario que fue de 3,9% del PBI. La razones del rojo en el ejercicio del Estado deben buscarse tanto en la merma de los ingresos producto de la reducción y eliminación de las alícuotas de retenciones a los bienes exportables como en el incremento exponencial de los intereses de la deuda externa que pasaron del 6,6% del PBI en 2016 a 10,5% en 2017.
De modo que en términos prácticos, no quedan muchas alternativas. Dejando de lado que la carga de intereses de la deuda no se va a modificar y el recorte ya paso por los subsidios y los sueldos de los empleados públicos tiene un bajo volumen sobre el total, no queda tanto margen donde achicar. Lo que sigue son los Servicios Sociales. Vale decir que, por su propia naturaleza, el mayor componente de los rubros anteriormente mencionados está asociado a gastos corrientes, es decir salarios (docentes mayormente), jubilaciones o asignaciones familiares. De manera que, es de esperar que el ajuste sea del segundo tipo mencionado, o sea ajustes reales en donde el nivel de actualización este por debajo del nivel de inflación.
Por eso el actual discurso del gobierno continúa predicando –ficticiamente- que la actual crisis financiera no modificará sustancialmente la meta de inflación originalmente planteada del 15% (cuando aún antes de la corrida la mayoría de las consultoras ya predecían una inflación no menor al 25% anual, y aún no es certero el efecto adicional de dicha crisis).
Y no es que el FMI le va a pedir a Macri algo que este no estaba dispuesto a hacer de antemano. Por eso es que ya sea por voluntad propia del gobierno, por una gustosa diligencia de cumplir con el mandato FMI para que lleguen los fondos, el gobierno está preparando la cocina para ir por lo que no pudo en diciembre-17 y es achicar jubilaciones. Quizá en este sentido deberíamos leer lógica detrás de arribar al recientemente anunciado “gran acuerdo nacional” en donde se convoca por igual a la oposición responsable y al acompañamiento de los gobernadores en esta cruzada por la “disciplina fiscal”.
A pesar de este panorama, debemos saber que la cuestión de la profundización del ajuste no resulta algo irremediable. Detrás del ropaje pretendida y pretenciosamente técnico y profesional, el pensamiento neoliberal siempre encubre una determinada concepción ideológica acerca del funcionamiento de la economía y el rol del Estado en la misma. En primer lugar argentina no tiene un problema de falta de pesos sino de falta de dólares. Por eso vamos al FMI, porque los problemas del sector externo hacen que necesitemos un flujo de divisas para evitar mayores turbulencias en el mercado cambiario.
En segundo lugar, dentro del presupuesto, tampoco es que el ajuste es la única salida. Por el lado de los ingresos, bien es sabido que la recaudación tributaria en argentina es profundamente pro-cíclica y depende justamente de la evolución del gasto como componente de la demanda agregada, además el gobierno podría no haber bajado la carga impositiva a los sectores privilegiados y así evitar que el desbalance por recaudación tributaria se viera descompensado. Por el lado del gasto, el gobierno sustituyo el ahorro tarifario con un mayor pago de intereses de deuda externa, sin ningún resultado sobre la inflación y con el único objetivo de financiar la fuga de capitales.
Ahora la película sigue, con el FMI adentro. Los argentinos debemos encontrarle la vuelta. La dependencia cultural y doctrina del mercado como mejor asignador de recursos, que deriva en el sálvese quien pueda, se llama neoliberalismo. Nuestra historia es más que eso.
* Economista. C. C. Cooperacion/Dto Economia Política y CESO.
**Economista. C. C. Cooperacion/Dto Economia Política y IADE