Ellas Hacen: la magia de los rocanroles
Fotografía Lucía Barrera Oro
Por Soledad Allende
Una de las características que ha tenido el peronismo ha sido la de realizar una operación simbólica donde sujetos, tradicionalmente oprimidos y estigmatizados por el discurso de poder, han podido empoderarse, construir identidad y un proyecto de país.
Siempre, esta operación simbólica fue respaldada por una base material. Porque el peronismo le ha puesto materialidad a la palabra y, por ello, ha podido constituirse como una opción de poder real, y de masas.
‘Ellas Hacen’, como política pública, fue una de esas oportunidades de construcción de identidad popular en torno a demandas insatisfechas en la sociedad. Así como lo fue la fundación Evita, que si bien fue una iniciativa privada del peronismo, funcionó de un modo muy similar a una política de estado. La Fundación Evita, como el programa ‘Ellas Hacen’, nucleó a madres solteras y desocupadas en torno a un espacio de participación política, desde y para las mujeres, centrado en el problema habitacional y laboral. El análisis histórico que mayor consenso ha obtenido, ha colocado a la Fundación Evita en contraposición al sindicalismo, en una analogía pasivo/activo, asignándole a la primera la función de contrapeso respecto de la segunda, en el contexto de institucionalización del peronismo en el poder. Una revisión feminista podría pensar a la fundación Evita como el sitio de organización y construcción de identidad y agencia de mujeres del campo popular, que habiendo quedado junto a sus hijos e hijas por fuera de la protección patriarcal del Estado, de los sindicatos y de los varones proveedores de la familia tradicional, permanecieron innombrables, invisibles, estigmatizadas, hasta la creación de la Fundación: que las tuvo por protagonistas. El peronismo como tradición política siempre ha tenido la capacidad de reconocer la exclusión y la opresión de género, de crear políticas de integración, y de metabolizar una demanda popular en un discurso social y político acorde a los tiempos.
‘Ellas Hacen’ podría ser considerada una continuidad de las políticas de asistencia social dirigidas hacia las mujeres en el contexto de shock económico estructural de los años ‘90; entendiendo a las mujeres como jefas de hogar, un lugar social que también es producto de las transformaciones económicas y sociales, y que merece un análisis particular. Sin embargo, ‘Ellas Hacen’ se inscribe en un discurso de reparación social. Ya no es un paliativo ni redunda en una proyección de las tareas domésticas al espacio público: es una reparación y está dirigida a las mujeres. Hay algo más: ‘Ellas Hacen’ es una política que rescata a las mujeres de la invisibilidad y las devuelve al espacio público, al lugar de la productividad, de la población económicamente activa y a un oficio tradicionalmente masculino. ‘Ellas Hacen’ empodera mujeres, construye liderazgos, deconstruye lugares sociales.
‘Ellas Hacen’, como espacio político de mujeres, sobrevive a la eliminación del programa que impulsan desde la gestión de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. Funciona como lugar de resistencia al avance del neoliberalismo. Las mujeres que lo motorizan se niegan a renunciar a la identidad que han construido allí. Además de la discusión política en torno a la problemática habitacional y del trabajo, trabajan la agenda de las mujeres: aborto, prostitución, violencia machista, feminización de la pobreza; interpeladas por un poderoso movimiento de mujeres, y por el discurso y la agenda histórica del feminismo.
El movimiento piquetero de los años 90 ha sido sostenido por la participación mayoritaria de mujeres. Sin embargo ellas, por motivos que no desarrollaré en ésta ocasión, no han accedido en la misma medida a espacios de toma de decisiones en sus organizaciones y la agencia de las mujeres no ha sido valorada en tanto tal. Esta vital porción del movimiento de mujeres ha quedado de este modo subsumida en un sujeto social piquetero. Esto parece corresponderse con una división sexual de la militancia, donde nosotras ponemos el cuerpo y los varones la palabra. ¿Qué implica poner la palabra? Implica poner las ideas, las prioridades, las estrategias.
No obstante, es en el seno del movimiento de desocupados y desocupadas donde muchas de las intelectuales orgánicas al feminismo popular comienzan a identificar, acompañar y fortalecer espacios de mujeres donde construir demandas populares de género. Estela Díaz ve en la CTA, la FTV y los ENM los lugares donde comienza el empoderamiento de las mujeres: en torno a los debates por la salud sexual y reproductiva. Claudia Koroll ve en las asambleas de FNDS el mismo fenómeno.
¿Es lo mismo ser mujer, o trans, o lesbiana en un barrio, que ser varón? ¿Atraviesan nuestros cuerpos las mismas problemáticas, las mismas experiencias, idénticas necesidades? No. ‘Ellas Hacen’ parece prefigurar un feminismo popular que es la hija linda, libre y loca de las más ricas tradiciones políticas de este pueblo, sólo hace falta escuchar y tomar nota. Son Mujeres que pelean por la soberanía sobre sus cuerpos, ni más ni menos, bajo un régimen político y económico que ha hecho de sus cuerpos una mercancía, muñeca inflable o incubadora. Mujeres pensándose como mujeres, que van construyendo feminismos populares, conquistando un lugar en la batería de teorías políticas legítimas. En ese acto, también conquistan la soberanía sobre su pensamiento, y lo hacen con las patas en el barro, y con la magia de los rocanroles.