El cuerpo de la mujer como campo de batalla
Por Silvia Arana
El 8 de agosto de 2018 el Senado argentino le dio la espalda al reclamo de millones de mujeres rechazando la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que contaba con la aprobación de Diputados. Las manifestaciones de millones de personas, la llamada "Marea Verde", en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mendoza, Córdoba y otras ciudades hallaron eco en toda América Latina y otras regiones del mundo.
La consigna de la Marea Verde por el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, y por la obligación del Estado de proveer aborto legal y gratuito esperanzó e iluminó las calles. La consigna de los grupos conservadores -aprobada por el Senado- de castigar a la mujer pobre, víctima principal de los abortos clandestinos, indignó las calles.
Mientras en los espacios públicos se fueron consolidando las redes solidarias tejidas desde hace años entre activistas de NI UNA MENOS, diversas organizaciones LGBT, Mujeres Sindicalistas, Encuentro Nacional de Mujeres y organismos de derechos humanos, en el Senado se fueron consolidando las alianzas de la viejas élites del poder: los caudillos del interior con sus pares oscurantistas de Buenos Aires. Son los defensores del Fondo Monetario Internacional, de un rol activo de las Fuerzas Armadas en la represión, los que apoyaron el golpe de Estado del 76, los que participaron -o guardaron silencio- con los represores que violaron, torturaron a mujeres embarazadas a las que luego, obligaron a parir en situaciones infrahumanas y les quitaron sus hijos. Unos quinientos niños nacidos en cautiverio fueron robados por los defensores de un sistema que ahora dice “defender la vida”.
La diputada de Libres del Sur Victoria Donda -nacida en un campo de concentración donde estaba detenida su madre que luego fue asesinada- conectando el genocidio de la dictadura y la negación del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo dijo que en los argentinos anida “un gen autoritario”, el mismo que hizo posible que en los 70 se tomaran a cientos de niños como rehenes, como "botín de guerra”.
Decía Marta Dillon, escritora y fundadora del movimiento feminista NI UNA MENOS: “Uno de los recuerdos más vívidos de la larga noche en que secuestraron a mi madre es la voz de un represor diciéndole a ella y a otra compañera: ‘Si fuera por mí les regalaría una rosa a cada una, pero ustedes no me están ayudando’. Todavía siento la violencia de esa frase, la vibré con mis diez años, se tomó muchos más para desplegar sus sentidos y todavía lo sigue haciendo. Esa voz que no olvido, melosa, frente a dos mujeres que tenían a sus hijos atrapados en la habitación de al lado, que escuchaban cómo se destrozaba la casa, que sabían que su destino era la tortura y probablemente la muerte, era de una crueldad mayúscula… Decir que soy hija de una mujer desaparecida, recortar su condición de mujer de los 30 mil por los que siempre dijimos y decimos presente; ese para mí es un acto feminista. Nombrar para que en esa enunciación se abran preguntas: ¿qué necesidad de decir mujer? ¿en qué cambia? ¿qué de su ser mujer quedó obturado desde antes de la tortura y qué se expuso en la violencia que padeció que merece ser dicho?”
Después de conocer el voto negativo del Senado, Victoria Donda dijo: “38 senadoras y senadores han desoído el grito de millones de mujeres que clamaban libertad y las han condenado a la clandestinidad del aborto que se cobró la vida hace nada menos que tres días de una hermana santiagueña. Esas y esos 38 senadores votaron por la clandestinidad, por la muerte, por el retroceso, por el medioevo. Pero no podrán acallar el grito de las millones de pibas que no van a parar hasta conquistar la igualdad de derechos entre varones y mujeres”.
El cuerpo de la mujer es un campo de batalla -como lo ha graficado la artista estadounidense Barbara Kruger. “Your body is a battleground” fue una obra creada por Kruger para la Marcha de Mujeres en Washington (1989), una masiva protesta del movimiento feminista contra las maniobras para limitar el derecho al aborto en EE.UU. El mensaje de Kruger perdura a través del tiempo y trasciende la geografía adquiriendo un carácter universal. Un rostro femenino dividido simétricamente en dos imágenes fotográficas opuestas: positiva y negativa. La grieta está enfatizada por el texto: “Tu cuerpo es un campo de batalla”.