Se está cayendo: Babasónicos
El auge del feminismo a nivel internacional, y en particular en la Argentina, la ola verde y la re-apropiación del espacio público por parte de las mujeres y los géneros disidentes a partir de la lucha por la Ley de Interrupción voluntaria del Embarazo; devino en un fortalecimiento de los lazos entre las mujeres y los géneros disidentes: un proceso dinámico que se sintetiza en el concepto de sororidad. Sobre esta base, se abrió un camino de impugnación de prácticas violentas, que perpetúan la opresión.
La denuncia pública se convirtió en una herramienta que, a veces, suple la ausencia de justicia y que, siempre funciona como alerta para prevenir abusos. En este marco, el movimiento feminista trabaja para tejer redes y elaborar estrategias que fomenten la denuncia. Se han construido plataformas, e-mails, grupos de facebook, hashtags, páginas, cuya premisa podría condensarse en la consigna Yo sí te creo. Estas iniciativas allanaron el camino para que proliferen, también, las declaraciones desde cuentas privadas amparadas por lazos sororos que dotan de legitimidad los testimonios y que animan cada vez más a mujeres y géneros disidentes a recorrer el camino de la visibilización de injusticias, para romper el manto de impunidad que ampara a los abusadores y a los violentos.
Además, en la mayoría de las denuncias públicas que conocemos a referentes de distintos espacios culturales, académicos, sociales, políticos, hemos asistido a un efecto destape. En muchos casos la primera denuncia funciona como la primera piedra, como la punta del iceberg de un número mayor de denuncias. Por citar algunos ejemplos: Lucas Carrasco, Dante Palma, Cristian Aldana.
Existen distintos tipos de violencia, incluso hay violencias que están tan legitimadas que ni siquiera constituyen delitos para la justicia. Sin embargo, es una posición política potenciar la voz de quienes rompen el silencio, de quienes develan lo ignorado. Se está cayendo intentará ser un espacio de reflexión constante, porque es un primer paso para desnaturalizar, para deconstruir y para construir otros modos de vincularnos que no sean violentos, que no sean machistas, que no sean patriarcales.
Los testimonios de Florencia Pensa y Macarena Paz sobre la experiencia violenta que vivieron con integrantes de la banda Babasónicos disparan una primera reflexión: El rock tiene que ser otra cosa. Para esto, es importante escuchar.
Agencia Paco Urondo: Para empezar, ¿qué fue lo que pasó?
Florencia: En 2013 habíamos terminado la secundaria hacía poco tiempo. Salimos a bailar a Club Zone y fuimos especialmente porque tocaba Babasónicos. A Macarena (17 años) y a mí nos (18 años) gustaba mucho la banda. Otra amiga (18 años) nos acompañó para salir, nada más. Fuimos al recital: fue un desastre. Estábamos abajo de la lluvia el cantante (Adrián Dárgelos) estaba haciendo playback.
Cuando terminó el show nos quedamos un rato en Club Zone. Un hombre se acercó y le preguntó a la amiga que nos acompañó: “¿Querés subir a conocer a los integrantes de la banda?”. Ella respondió: “Bueno, subo si suben mis amigas también”. Nosotras nos pusimos contentas y dijimos que sí, que queríamos conocer a los integrantes de Babasónicos.
Cuando subimos a donde estaban vimos que era una sala, un cuartito. De un lado había un montón de comida y heladeras con alcohol. En el lugar estaban los integrantes de la banda y había muchas mujeres, también había chicas que aparentaban tener nuestra edad e incluso menos edad, es decir que eran menores. Nos dimos cuenta que se trataba de mujeres y de chicas del boliche a las que también habían invitado a subir. Del otro lado había una puerta que daba a una habitación, ahí era donde pasaban los integrantes de la banda a mantener relaciones sexuales con las mujeres.
Nosotras empezamos a dialogar con el baterista de la banda (Diego Castellanos). Él nos empezó a hablar de drogas: nos preguntaba si consumíamos y nosotras le decíamos que no, entonces nos decía por qué teníamos que consumir. Nos decía que te hacía ver un montón de cosas, que estaba bueno, y que si queríamos. Nosotras le dijimos que no y él insistía en por qué teníamos que consumir. También nosotras insistimos en que no nos interesaba hacerlo.
Cuando otra compañera saludó al cantante de Babasónicos (Adrián Dárgelos), él le dijo: “Hermosa, apoyame todas esas tetas”. En un momento nos empezamos a sentir incómodas, porque nos dábamos cuenta de la situación: Adrián también entró con una mujer al cuarto. En Club Zone, un hombre invitaba a chicas y a mujeres a ‘subir y conocer a la banda’, pero cuando estabas ahí el clima era otro. Se promovía que consumiéramos alcohol, drogas, y tuvieramos sexo con los integrantes de la banda, cuando algunas eran menores de edad.
Nos dimos cuenta de esa situación, nos sentimos incómodas y nos fuimos. Desde ese momento nos dejó de gustar Babasónicos, porque nos había parecido rara la situación. Si bien en ese momento éramos chicas y no entendíamos bien qué era lo que había pasado, sí nos dimos cuenta que algo no había estado bien. Nosotras éramos chicas, Macarena todavía tenía 17 años, era menor de edad, y nosotras 18 años. Y habíamos estado hablando con hombres que tenían alrededor de 40 años (la edad de nuestros padres) que se nos habían insinuado sexualmente y que nos habían incitado a consumir drogas. No habíamos caído en la cuenta de eso. Si bien algo nos parecía mal, no sabíamos qué era. Ahí decidimos dejar de escucharlos. Porque no nos gustaba nada de lo que había pasado, nos incomodaba. Y no quisimos volver a verlos.
El tema de la denuncia saltó después. Porque una chica puso en Twitter: “Espero que Babasónicos no sean uno más de la lista”. Entonces le comenté lo que nos había pasado a nosotras. No es que dije ‘voy a escrachar a Babasónicos’ o algo así. Lo comenté. Dije que a mí en tal año me había pasado tal cosa. A partir de este comentario, muchas usuarias de twitter intervinieron a favor mío. Aparecieron un montón de chicas diciendo que estuvieron re mal, que son ‘unos violines’. Otras personas intervinieron en contra. Decían: “Che, si te fuiste cuando quisiste ¿dónde está el abuso?”. La cosa es que está mal. Porque se trata de personas de 40 años insinuándose sexualmente a chicas muy jóvenes, algunas de ellas menores de edad. Eso es un delito. Las mujeres subían con la invitación de ‘conocer a la banda’ y ahí arriba los integrantes de Babasónicos elegían con cuál tenían sexo y con cuál no, como si las mujeres fueran objetos de consumo. Y haciendo uso de todo ese poder que tienen las bandas ahora, de hacer lo quieren con impunidad.
Una vez 2 amigas y yo fuimos a bailar a un boliche x San Miguel y esa noche tocaba Babasonicos. Un tipo al final de recital vino a decirnos si queriamos subir "a conocer a la banda", cuestion que subimos y los d la banda nos tiraban onda (2 de nosotras teniamos 18 años y una 17)
— Florencia Pensa (@florpensa03) 10 de octubre de 2018
APU: ¿Qué fue lo que les sirvió a ustedes para repensar todo esto? ¿Cuándo hicieron el click? Porque como decís, esto pasó hace muchos años y, si bien se sintieron incómodas, no lo pensaron como algo denunciable ¿Qué cambió con los años? ¿Qué creen que pasa para que puedan pensarlo de esta manera ahora?
Macarena: Yo creo que el movimiento de mujeres, toda la lucha que se viene dando estos últimos años en cuanto a las denuncias de violencia, nos sirvió para repensar lo que habíamos vivido. Todas las denuncias que hubo en este último tiempo, a Cielo Razzo, Onda Vaga, nos ayudaron a hacer el click. Se trata de testimonios muy fuertes que nos hicieron dar cuenta que esa incomodidad, de estar con tipos de 40 que se nos estaban insinuando sexualmente, tenía sentido. Antes, para nosotras era algo normal, algo que hacen las bandas. Muchos dicen que son cosas que hacen las bandas que es así. No, no tiene que ser así. Basta, ya está.
APU:Se naturaliza una situación de abuso a lo largo de los años y se muestra como normal. Un ejemplo de esto se vio con el caso de Gustavo Cordera cuando contó como algo ‘normal’ las cosas que hacía a las mujeres ¿Desnaturalizar estas prácticas aporta a su erradicación?
F: Lo admiten porque es algo “normal” que hacen las bandas. Nosotras después lo pensamos. Antes creíamos que había algo mal pero al mismo tiempo también pensábamos que es algo que hacen todas las bandas. Y lo minimizábamos por ese lado.
APU: Cuando se normalizan las situaciones de abuso, se tiende a desmerecer la percepción de las denunciantes. A creer que, más allá de la incomodidad que hayan podido sentir en la situación de abuso de poder, o de violencia, no se trata de algo ‘grave’ sino de algo que es ‘normal’. Entonces, se acepta ¿En esto radica la importancia de la denuncia de la exposición y el debate de estos temas?
F: En estos últimos años el movimiento de mujeres creció mucho. Nos dimos cuenta de un montón de cosas. Empezamos a leer más, a informarnos más. Y nos dimos cuenta de que esto no está bien. No estuvo bueno lo que pasó. Yo caí después cuando lo fui contando y hablando con otras personas. Cuando lo contábamos nos miraban con cara rara, de indignación o nos decían ‘son unos hijos de puta’.
APU: Se trata de deconstruir cosas que tenemos muy normalizadas. Que quizás uno no se da cuenta. Pero, al contarlo, el otro me hace ver que es un horror lo que está pasando ¿Cómo te sentiste cuando lo dijiste por primera vez?
F: Me sentí bien porque al fin dejan de idolatrar a esta banda. Porque antes le había contado a conocidos y ellos no le dieron importancia. Muchas personas esperan a que esté publicado en un escrache para reaccionar. Antes de hacer esto público, pero ya sabiéndolo, seguían pagando la entrada para verlos.
Cuando hice la denuncia pública me sentí bien porque al fin varias personas se van a dar cuenta de que no va más. Es más, muchas personas a las que les gustaba Babasónicos empezaron a hacer comentarios como: “No, ya está, ya fue. No les damos más pelota o no vamos más al recital”. Antes pensaba que por ahí yo estaba exagerando o loca, es lo que te hacen creer. Y no es así. Un montón de gente me apoyó y me apoya, eso me hace sentir bien. Pero, al mismo tiempo, otras personas me dijeron cosas como que estaba mal lo que estaba haciendo, pero no di lugar a esos comentarios. También poder no dar lugar a esos comentarios me hizo sentir bien.
APU: Macarena, vos quedaste expuesta de manera indirecta cuando la denuncia tomó estado público ¿Cómo te sentiste cuando te enteraste que Florencia había contado la experiencia que habían vivido con Babasónicos en 2013?
M: Me sentí bien, porque en el momento lo íbamos hablando con Flor. Flor me había pasado ese tweet que decía “Espero que Babasónicos no sean uno más de la lista” y me preguntó: “¿Los escracho?”. Yo le dije “Obvio que sí”. Bancamos mucho el tema del escrache. Más en cuanto a las bandas. Porque a las bandas las idolatran mucho. Como decía Flor, Babasónicos era una banda muy idolatrada. Y había pasado esto y, además, no somos las únicas que pasaron por una situación así. Va a haber chicas que no se van a animar a hablar. Hubo chicas que contactaron a Flor pero que no van a decir el nombre, ni denunciar, y que pasaron por situaciones así. Está bueno contar lo que pasó. Porque, en definitiva, es lo que pasó. No estamos inventando algo, es lo que pasó. Por más mal que le caiga a la gente, es así.
APU: Y con los comentarios negativos ¿cómo se sintieron con la gente que les dice que exageran o que están locas o que quieren ensuciar a la banda?
M: En lo personal, si bien me dan mucho rechazo los comentarios negativos en cuanto a desestimar lo que nosotras decimos, me duele un poco que la gente no crea o tienda todo el tiempo a tratar de decir que es mentira. Una cuenta lo que le pasó porque le pasó, ya está. No vamos a estar mintiendo sobre eso. En cuanto a esos comentarios negativos, si bien me afecta un poco, la verdad que trato de no darle mucha importancia porque no suman. Ya sabemos de la clase de personas que vienen. Son los mismos que les creen a las personas violentas, son los mismos que te dicen: “¿Por qué no fueron a denunciar en ese momento?”. Además, sabemos de un montón de casos de violaciones o abusos que no llegan a ningún lado en la justicia. Y los tipos siguen libres.
F: Cuando le conté a mis amigos yo ya sabía que estaba mal lo que había pasado. Y eran amigos que estaban deconstruidos, no era que hablaba con cualquiera. Me sentí mal cuando supe que seguían yendo a ver a Babasónicos.
Respecto de los los comentarios negativos, en un momento me sentí mal y traté de explicar que lo malo era lo que los integrantes de la banda hacían. Porque como lo hicieron con nosotras al azar, una noche cualquiera, lo habrán hecho en un montón de recitales con muchas otras chicas y mujeres. Después pensé que el escrache sirve justamente para estas cosas. Para dejar de naturalizar situaciones que teníamos arraigadas. Yo también me di cuenta de cosas después de varios escraches.
APU: Las denuncias, en muchos casos, sirven como una voz de alerta y por eso es importante su difusión. Hay toda una cuestión en torno al fanatismo o la idolatría a las bandas y las denuncias. La pregunta es ¿Qué hacer cuando denuncian una banda que seguimos? Porque muchas veces se prioriza el relato de la banda por sobre las denuncias, como si, de alguna manera, el feminismo perdiera peso específico en relación a la idolatría de una banda ¿Cómo lo ven?
F: Muchas veces, cuando se trata de la denuncia a una banda cercana, la tendencia es la de dejar de creerle a la denunciante; incluso dejar de militar el feminismo y elegir creerle a la banda. Para mí, es un lugar de comodidad y de negación. Se amparan en la supuesta falta de pruebas para no dejar de creer en lo que creen y para no dejar de consumir lo que consumen.
APU: Ustedes están denunciando con nombre y apellido, mostrando la cara. Pero en muchos casos pasa que las denuncias son anónimas y ahí se suele poner más en juego la legitimidad de la denuncia ¿Cómo observan este proceso?
M: Creo que tiene razón Flor en cuanto a la comodidad. Y también es difícil cuando la denuncia es a una banda que te gusta mucho. Ahí la comodidad es lo primero que juega. Ahí se cae el “yo te creo”.También es parte de la construcción y deconstrucción de cada una y de cada uno.
APU: ¿Se puede separar al artista de la obra? ¿Podrían seguir escuchando a Babasónicos después de lo que les pasó? ¿Les parece mal que la gente lo haga?
M: Personalmente tengo una contradicción. Yo no volví a escuchar Babasónicos y no soy de escuchar Babasónicos después de lo que pasó. Porque me genera un rechazo personal. En cuanto a otros artistas, por ejemplo, hay temas de Gustavo Cordera que sigo escuchando con mucha contradicción. Jamás le pagaría una entrada, no iría a verlo. Me parece que la diferencia está en eso. En seguir alimentando al público o seguir compartiendo o escucharlo solo o sola.
Es un debate muy difícil en cuanto a seguir yendo a ver la banda o seguir escuchando. Hay bandas que dejé de escuchar y hay temas que no dejé de escuchar. Hace poco una chica contó en twitter que su tía había vivido una situación violenta con Ciro, y que cada vez que escuchaba un tema de Ciro se ponía a llorar. Cuando uno lee eso es fuerte. Porque por ahí uno sigue escuchando a artistas como Ciro porque no le tocó de cerca lo que pasó.
F: Para mi si se puede separar la obra del artista. Mismo con Babasónicos. Para mi ellos hacen buena música, pero como personas demostraron ser una porquería. Hay actores que actúan muy bien, artistas que hacen lo que tienen que hacer muy bien, pero otra cosa es a nivel personal.
Creo que escuchar una canción o no, no va a cambiar nada. Que escuches en tu casa Babasónicos o no, no va a cambiar nada. No va a concientizar a nadie. La cosa está en pagarle una entrada. Yo no puedo escuchar Babasónicos porque me causa rechazo. No me gusta. Ni bien pasó lo dejé de escuchar en el momento. Pero ese es un problema mío. La cosa es ir a recitales o bancarlos públicamente. O seguir idolatrándolos.
APU: ¿Una cosa es escucharlos y otra justificarlos en las redes?
F: Claro, creo que quienes los justitifican también tratan de justificarse a sí mismos. Porque ellos no pasaron por lo mismo que las denunciantes. A veces hablan como si ellos fueran uno más de la banda. Como si hubieran estado en el momento.
F: Eso. Y además hace falta empatía, poder ponerse en el lugar del otro o de la otra.