“Cuando el monstruo que está arriba es grande hay que juntarse para aplastarlo”
Por Paula Carrizo y Juan Manuel Ciucci
Las Madres contra el gatillo fácil no son las primeras madres que en este país tan golpeado se juntan para pedir justicia, hay una continuidad histórica que ellas mismas reivindican con aquellas "locas de la Plaza". Pero ante esta avanzada de la oleada feminista, comenzamos a vislumbrar nuevos modos de organización y acción. “En el camino por conseguir justicia nos vamos conociendo con otras madres que vienen a apoyar, que tienen muchos más años de lucha”, afirma Roxana Cainzos, madre de Nehuén Rodríguez. “A otras las conocí en la ronda de Norita Cortiñas, ahí hicimos lazos”, agrega.
Pensar las posibilidades de un feminismo popular debe sin dudas contemplar lo que estas madres vienen gestando, acompañadas por familiares que las siguen sin imposiciones ni referencias artificiales. La última Marcha nacional contra el gatillo fácil fue una clara escenificación de este modo de pensar la intervención pública de un colectivo de estas características. Con una larga lista de oradores, tanto como madres y familiares se acercaran al escenario de lecturas compartidas, sin presencias de referentes sino con ellas mismas en escena.
“La unidad está fortalecida por el espíritu de amor solidario, de hermandad de lucha y, por sobre todo, no voy a dejar de decir que las que generalmente salen a la calle a luchar el tema de la represión estatal son las mamás. Se logra, por sobre todas las cosas, por el amor que uno le tiene a ese familiar que ya no está; por la decisión de darle batalla a esto y que algún día cambie”, afirma Emilia Vassallo, mamá de Pablo Pali Alcorta.
“De todos lados vamos juntándonos entre nosotras, apoyándonos en los juicios, en festivales. Tratamos de dividirnos por zonas, porque somos de lugares diferentes. Es un mimo grandísimo al alma para una madre que vengan otras a apoyar, que vengan otras mamás que pasan el mismo dolor, que te sentís identificada por el simple hecho de que sabés de qué te están hablando”, indica Roxy. “Yo camine 7 años, ya tengo condena. O sea, me podría quedar en casa pero sé que las luchas se comparten”, explica Isabel, cuñada de Ismael Lucena. “Ahora mismo está el juicio por el asesinato de un cacique diaguita que acompaño hace mucho”, agrega.
Atravesando este presente de más preguntas que respuestas, apostando a los alcances aún inimaginados que puede brindarnos la lucha feminista en Nuestramérica, es fundamental apuntalar estas experiencias e intentar construir redes de sororidad. “Nos sentimos mejor acompañadas en la lucha entre mujeres, nos llevamos mejor, nos une mucho más, son otros los lazos entre mujeres. Generalmente somos mujeres las que salimos a luchar. En estos tiempos es más fácil para la mujer llegar a salir a las calles, yo creo que hace unos años sería mucho más difícil porque el hombre mandaba en todo”, indica Roxy. “Lo de la sororidad, si no la hacemos entre nosotras que compartimos el mismo dolor no lo hará nadie, porque los demás pueden acompañar, pero sentir el mismo dolor, imposible”, agrega Isabel, madre de Ismael Lucena.
El feminismo popular se construye día a día desde las bases. Con experiencias diversas de vida y de clase, que en la acción se unen para conquistar un fin común: la caída del patriarcado. Estas madres que enfrentan la violencia institucional aportan una lucha fundamental para lograr que este sistema de exclusión no se siga llevando la vida de nuestras pibas y pibes. Por la memoria de sus hijas e hijos, por ellas mismas, por todes. “Sabemos que vivimos en una sociedad machista y patriarcal y depende de nosotras seguir en el avance de las conquistas de las mujeres. Es importante no solamente para nosotras sino para nuestras hijas que vienen creciendo en esta sociedad”, explica Emilia. “Apoyo las movidas feministas, la organización en la que estoy tiene una organización feminista. No es en lo que yo milito, yo milito en lo antirrepresivo, pero comparto varias de las posiciones y métodos de lucha de las compañeras”, agrega.
Lo personal se torna político, la experiencia propia es la que une las luchas. “Vengo de un matrimonio jodido y pienso que lo que más necesitamos como mujeres es la independencia económica. Creo que es lo más importante para que podamos zafar del machismo. Creo que muchas siguen quizás en relaciones tóxicas horribles por el miedo. Te pones más grande, tenés los chicos, no sabes como vas a seguir. Yo ahora estoy haciendo conservas, vendiendo eso, porque a los cincuenta años estás fuera del campo laboral. Está bueno que cada una desde lo que sepa hacer se pueda independizar más allá de que esté en pareja o no, te hace sentir digna, el hombre machista busca hacerte perder la dignidad, y es lo peor que puede pasarle a la pareja”, nos cuenta Roxana.
“Cuando el monstruo que está arriba es grande hay que juntarse para aplastarlo”, reflexiona Roxana ante la revolución de las hijas y agrega: “El aprendizaje es no bajar los brazos, siempre salir a la lucha y a las calles. Las calles son nuestro lugar, más allá de que tengamos o no represiones. “Nosotros usamos como ejemplo las madres y las abuelas que hace 43 años estaban en un país peor en cuanto a derechos humanos y sin embargo siguieron su ronda y su lucha sin miedo. Porque ya creo que más de lo que nos hicieron, no creo que haya daño mayor a que te maten un hijo. Así que no nos asustan, en lo absoluto”, sentencia. Y, como la lucha nunca termina, suman mensajes a futuro: “Lamentablemente esta lista se sigue agrandando con los pibes que nos matan todos los días. Que las madres sepan que no tienen que quedarse llorando deprimidas. Como me quedó grabado lo que dijo Vanesa, hermana de Luciano Arruga, o Angélica, mamá del Kiki Lezcano: Ellos nos parieron a nosotras como luchadoras. Yo creo que no podría seguir, me mataría no luchar. Lo importante es eso, enseñarles a que sí, que tienen que salir a luchar”, cuenta Roxy.