Qué nos van a hablar de guerra
Por Viviana Maestri*. Ilustración: La batalla de las Termópilas, Mort Cinder, escrita por Hector Germán Oesterheld y dibujada por Alberto Breccia.
“Yo anduve siempre en amores, qué me van a hablar de amor” decía el estribillo del tango en la voz de Julio Sosa. Y el “qué me vas a hablar de amor” aplicado a cualquier tema, se convirtió en expresión popular que significaba: de ese tema “nadie sabe más que yo”.
Pero, ¿en qué guerras “anduvo” Perón para editar sus Apuntes de Historia Militar en 1932? ¿De qué guerras distantes en el espacio y en el tiempo extrajo sus afirmaciones? ¿Por qué enseñar y adiestrar al Ejército para la guerra, en tiempos de paz, en un país de paz?
Podemos, claro, comprender que siendo un militar de carrera, teniendo a su cargo la formación de los jóvenes militares, a poco más de una década de terminada la Primera Guerra Mundial (intuyendo tal vez que no sería la última), haya tenido Perón la necesidad de investigar en la historia de los grandes enfrentamientos bélicos, que decidieron destinos de pueblos y países. De analizarlos desde el punto de vista de sus respectivos conductores (desde Ciro, de Persia, hasta el San Martín de nuestras independencias, pasando por Julio César y Alejandro Magno, entre otros). Y volcar sus conclusiones en un curso de enseñanza para sus alumnos.
¿Pero nosotras y nosotros? A casi noventa años de esa publicación, ¿de qué guerras podemos dar cuenta? Apenas del doloroso recuerdo de las Islas Malvinas, dolor que al de la usurpación se agrega el de una aventura bélica pergeñada por un gobierno de facto, destinada al fracaso y de cuyas consecuencias en diferentes niveles ni la sociedad ni el Estado terminan aún de hacerse del todo cargo.
Sin embargo, quienes formamos parte del “campo nacional y popular” sabemos que nuestra historia se desarrolla en el marco del conflicto. Y del enfrentamiento. Si “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz) como destaca Perón, nosotras y nosotros nos mantenemos en el terreno de la política, haciendo uso de sus medios, en la búsqueda de “destruir el poder” no del adversario político (aquel que con diferentes proyectos y miradas utiliza las mismas herramientas) sino del enemigo. Porque el que daña, destruye, y oprime al pueblo, no es nuestro adversario, es nuestro enemigo. Y si bien siempre hemos estado enfrentados con el bloque dominante antipueblo, también es cierto que muchas veces el enemigo se ha presentado camuflado. Con ropajes y máscaras impropias. Pero estos tiempos han transparentado su rostro. Nunca estuvo tan claro. Quienes ahora ocupan el Estado argentino son los ejecutantes de la dominación, de la injusticia social, del retroceso cultural y de la dependencia en todos los planos y niveles.
Han podido ejecutarlo brutalmente porque ganaron una batalla muy importante: se consolidaron democráticamente. Pero nosotras y nosotros nunca hemos dejado abandonado el campo de batalla. Y la guerra continúa.
Busco en los “Apuntes” algunas de las nociones claves que nos enseñen (como a los alumnos del Mayor de entonces) a afrontar esta guerra, y que termine en victoria definitiva. Ya desde la estructura misma del curso, el mensaje es que a la guerra la enseña la historia de las guerras. Es analizar la historia lo que permite aprender sobre cómo se conduce una guerra.
De ese análisis en este libro, surgen y/o extraigo arbitrariamente algunas cuestiones tales como:
* La organización tiene en la historia las enseñanzas que resumen su finalidad fundamental: servir a la estrategia y a la táctica.
* Hay una teoría que se puede enseñar y una doctrina que se enseña a practicar.
* Los principios son indiscutibles. Su aplicación es variable según las circunstancias.
* Las formas y todo lo técnico (material, medios, procedimientos profesionales y funcionamientos), son variables, y evolucionan al ritmo del progreso humano. Los principios fundamentales de la conducción son invariables y, con mayores o menores medios, seguirán rigiendo el fondo de la guerra misma.
* La doctrina comprende a su vez la doctrina estratégica y la doctrina táctica.
* La doctrina estratégica corresponde a los Comandos Superiores y ella se expresa y resume en instrucciones, directivas y reglamentos para la conducción y empleo de las grande unidades”
* “La doctrina táctica corresponde a los Comandos inferiores y se encuentra expresada en los reglamentos tácticos.”
* El conductor tiene que tener un profundo conocimiento de la teoría, la capacidad de crear y tomar decisiones racionales, el temple para perseverar en la aplicación de sus concepciones o adaptarse a nuevas situaciones.
* La del conductor es una función que se construye, con esfuerzo y dedicación. Frente al fatalismo del “se nace”, Perón opone el desafío del “se hace”. Y rescata la frase del mariscal de guerra H. Von Moltke: “El genio es trabajo”.
* Es con estas bases con los que se puede aspirar a batir a ejércitos grandes con pequeños. Es haciendo ese cálculo numérico que permita atacar primero a una parte, ser sorpresivo, vencer economizando fuerzas, y conseguir así la superioridad moral que permita atacar en otra parte.
* Aniquilar al enemigo es el fin. Para ello es necesaria la lucha activa. Porque la batalla es la síntesis de toda guerra y representa su acto más fundamental.
La vigencia de estas formulaciones aparece –a mi criterio- en forma de interrogantes, de los que sólo enuncio algunos:
¿Conocemos profundamente la historia de la guerra que estamos librando? ¿Podemos diferenciar los principios invariables que la sostienen de la aplicación de los mismos según circunstancias? ¿Hemos dedicado el suficiente tiempo y esfuerzo a aprender la teoría y a comprender la doctrina, tanto en sus aspectos estratégicos como tácticos? ¿Hemos puesto a cada batalla en el lugar de acto fundamental de la guerra?
El enfrentamiento que atravesamos es de una dureza destacable. Y el enemigo es cruel (lo hemos comprobado). La contienda electoral que se avecina seguramente nos será favorable. Pero es sólo un mojón. Habrá que prepararse mucho, más y mejor, para una pelea en la que –como si fuera poco- también habrá que cuidarse de quienes puedan aliarse con el enemigo.
En otros “Apuntes”, en ese caso para la militancia, en 1964, Cooke escribió: “la indigencia teórica arrastra a los desastres estratégicos”. Tenemos la teoría, la filosofía, la doctrina y la praxis. Tenemos la historia. Tenemos el pueblo. No tenemos excusas. Después de todo, qué nos van a hablar de guerras.
* Militante peronista de General Rodríguez.