El arte de la conducción: épica y estrategia en las guerras de los confines
Carlos Sozzani*. Ilustración: La batalla de las Termópilas, Mort Cinder, escrita por Hector Germán Oesterheld y dibujada por Alberto Breccia.
Apuntes de Historia Militar fue publicado por primera vez en 1932, once años antes de la Revolución de Junio de 1943, y trece años antes del 17 de Octubre de 1945. Es un texto que recopila las clases dictadas por el entonces Mayor Juan Domingo Perón en la Escuela Superior de Guerra, y es sin dudas, el antecedente directo de Conducción Política (1951), obra fundamental del peronismo, basada también en clases dictadas, esta vez, en la Escuela Superior Peronista. ¿Por qué recuperarlo en este momento? ¿Qué aportes significativos para los tiempos que corren podemos señalar?
Vamos a elegir centrarnos en una de las muchas aristas de este texto. Apuntes es un material pensado para la formación de cuadros de una organización militar. De la misma manera que Conducción Política lo es para la formación de cuadros de una organización política. Porque Perón, además de ser un gran conductor, se destacó también como un gran maestro y un gran organizador.
Efectivamente Apuntes es un manual para la formación de conductores y conductoras. Porque los genios nacen pero a falta de ellos, es necesario entonces formar y preparar a los futuros comandantes, quienes deben “... poseer, por sobre todas las cosas, un espíritu fuerte y bien templado que lo haga capaz de aplicar sus concepciones, perseverar en ellas hasta el éxito o adaptarse a nuevas situaciones.”
Perón mismo se encargará en repetidas oportunidades de aclarar que la conducción militar es diferente de la conducción política. Como escribió en una de sus cartas al mayor Alberte (1), la diferencia entre la conducción política y la militar es determinante, “ya que conducir en política es persuadir y al hombre siempre es mejor persuadirle que obligarle. La acción militar es directa, la política es casi siempre indirecta" También dirá que en política jamás existe ese orden, esa disciplina que los militares conocen e imponen y, si quieren actuar en su conducción, deben acostumbrarse a manejar lo imprevisible y el desorden.
No obstante eso, “la teoría de la conducción contiene, tanto para la lucha activa como para la política, los mismos principios con los cambios impuestos en los medios de la acción. La lucha de dos voluntades contrapuestas, sigue siendo lo mismo” (Cartas de Perón a Alberte). Porque la política es construcción de relaciones de fuerza, implica oposiciones, voluntades que se enfrentan, que se asocian, que disputan la apropiación de recursos materiales y simbólicos. Es conflicto, es contradicción, pero es también la capacidad de aunar y conducir fuerzas diversas. Asimismo, “como en la conducción militar, la teoría del arte de la conducción política, tiene un principio fundamental: el de la economía de fuerzas que presupone la necesidad de ser más fuerte en el momento y en el lugar donde se produce la decisión. Luego vienen los principios secundarios como la sorpresa, la continuidad de los esfuerzos, la buena disposición de los medios, la planificación adecuada de las acciones dedicando los medios principales a los objetivos principales, etc. Aplicarlos al campo político, es lo de menos porque sólo varían los medios, la lucha es la misma.”
El conductor es la parte viviente, es aquel destinado a dar vida y formas prácticas a la teoría del arte de conducir. Y si bien este conocimiento práctico, este tacto o sensibilidad necesarios para comandar ejércitos o pueblos no se adquiere con el mero estudio de la teoría, es posible estimularlo desarrollando el juicio y la decisión. El método y la educación otorgan encuadres generales que facilitan la tarea de afrontar creativamente la experiencia del combate, que nunca se repite de la misma manera, formando el criterio necesario para la interpretación rápida y eficaz de los hechos y la dilucidación de las disposiciones a adoptar. Es justamente el estudio el que permite moldear la capacidad de tomar resoluciones y empeñarse con éxito en la acción, abreviando la irremediable brecha entre conocimiento y realidad, entre la propia voluntad y la del adversario, entre la visión del conductor y el flujo de los acontecimientos.
De esta manera, la conducción política y militar, para Perón, no se basan simplemente en el cálculo, la razón y la aplicación de leyes o principios inviolables, sino en el desarrollo de una percepción particular, un instinto habituado a la decisión fulminante hasta convertirla casi en un reflejo. El conductor debe ser capaz de responder rápida y creativamente a los desafíos de una realidad cambiante y reacia a encuadrarse dentro de marcos teóricos precisos, difícilmente medible y calculable, en la medida en que el azar y los factores morales se convierten en factores cruciales: “Sin esa acción, rápida, eficaz, donde se aplican los principios y se aprovecha la experiencia, pero no pensando ni en el principio ni en la experiencia, porque si uno analiza ambas cosas, llega tarde y el fenómeno se ha producido en contra de todo cuanto uno había previsto. Es decir, que son acciones inmediatas que deben producir reacciones también inmediatas, donde la inteligencia interviene sólo en parte. Hay una fuerza de distinto orden de percepción, que los hombres tienen o no tienen y que los capacitan o no para tomar por reacción inmediata lo que el racionalismo tardaría mucho tiempo para producir.” (Conducción Política)
Los principios sirven para orientar el criterio y dan bases para juzgar los hechos, tomar resoluciones y ejecutarlas. “Conocer los principios, si no se sabe aplicarlos, a nada conduce. En la guerra el hecho predomina sobre la idea, la acción sobre la palabra, la ejecución sobre la teoría.” (Apuntes) Tomar decisiones, de eso se trata conducir, y con ellas la responsabilidad en la victoria o la derrota.
“La conducción de los grandes ejércitos lleva aparejada la importancia de los Comandos subordinados”, señala Perón. Son los cuadros intermedios, la conducción de las partes del articulado dispositivo estratégico. Requieren de espíritu de cooperación, y de una gran visión y carácter para elevarse por sobre la situación inmediata y pensar en el conjunto de las operaciones. Y deben estar compenetrados en la intención u objetivo de su comandante, de tal manera incluso de poder asumir la iniciativa ante situaciones inesperadas o cuando no se ha recibido órdenes.
Vale decir entonces que la conducción, como lo expresará más acabadamente en Conducción Política, no es sólo materia de quienes asumen los mayores niveles de responsabilidad, sino que hace al conjunto de la fuerza, y cada cuadro “debe llevar en su mochila el bastón de mariscal”, esto es, estar dispuesto y capacitado para asumir actuar desde el lugar donde le toque, aportando a mejorar la conducción de conjunto. Porque “... el conductor es, a veces, conducido por los propios elementos de la conducción, cuando ellos están capacitados. Pero, si no lo están, la primera vez que flaqueen, el conductor se hunde él con todos sus cuadros. Quiero hacerles comprender que no se conduce ni lo inorgánico ni lo anárquico. Se conduce sólo lo orgánico y lo adoctrinado, lo que tiene una obediencia y una disciplina inteligentes y una iniciativa que permite actuar a cada hombre en su propia conducción.”
Apuntes puede situarse junto a otras obras de autores como Sun Tzu, Clausewitz o Liddell Hart en una línea de aporte fundamental a la formación política en aspectos que tienen que ver con el pensamiento estratégico y la conducción. Son textos que más que afirmar doctrinas o teorías inmutables, incentivan el desarrollo de procesos de pensamiento. No se trata de ver qué hacer y pensar, sino de cómo pensar.
En Apuntes ya puede vislumbrarse la épica de las masas populares y sus caudillos. También puede intuirse ese gran movimiento con su centro y sus alas, un amplio dispositivo que se potencia con la diversidad de factores que logra conjugar. Ese cauce que históricamente la oligarquía se ha empeñado en romper, para bifurcar los diferentes afluentes que conforman el movimiento nacional.
En tiempos de nuevas oleadas populares, Apuntes nos sigue invitando a cualificar nuestras organizaciones y nuestros cuadros, para afrontar creativamente los desafíos de una etapa de reconstrucción nacional, tras la devastación social y económica producto de los últimos cuatro años de políticas neoliberales.
El trágico proverbio que repetía el General Perón, “la experiencia generalmente llega tarde y cuesta cara”, ha demostrado a cruel precio su vigencia a lo largo de nuestra historia. Conocer, comprender, revisar el bagaje teórico práctico acumulado por el movimiento popular es una responsabilidad como militantes, si es que verdaderamente estamos empeñados en alcanzar cada vez más definitivas victorias en el camino hacia una Patria Justa, Libre y Soberana.
(1) El intercambio epistolar entre Alberte y Perón entre los años 1957 y 1968 aproximadamente está reunido en el libro Un militar entre obreros y guerrilleros, de Eduardo Gurucharri
* Sociólogo, co-autor de Resistir y vencer.