Bolivia: construir una retórica desde el feminismo popular
Por Lia Ghara y Magui Fernández Valdez
¿Cómo hacemos política nosotres?
Las declaraciones que hizo Rita Segato la semana pasada sobre la situación en Bolivia concluyeron con ésta pregunta. Desde el tortismo nacional y popular nos venimos haciendo la misma pregunta cada vez de cara a una coyuntura latinoamericana que día a día nos exige estar más pillas. Celebramos complejizar el pensamiento, lo binario sabemos que es cuanto menos obtuso por experiencia propia, pero ¿a qué costo? ¿Cuáles son las responsabilidades y referencias políticas que el feminismo valida?
“Mujeres de los territorios ancestrales entregamos nuestra palabra florida en apoyo al Presidente Evo Morales Ayma. (...) Hemos construido no sólo retóricas, sino resistencias, re-existencias a la dominación machista en las naciones preexistentes y en cada uno de los espacios que el despojo nos colocó. Pero ubicar a Evo como el símbolo del patriarcado es demasiado chabacán (...) No tendríamos por qué explicar que la redistribución de la riqueza genera otro escenario para la lucha y la liberación de género.” contestaron en un comunicado propio Mujeres Indígenas. Antes que feministas, mujeres poderosas del arco iris.
No discutimos con Rita, es una compañera respetable. Discutimos ideas, ideas de un feminismo posible como sujeto político de cara a un escenario en donde la Patria Grande presenta tensiones que Rita llama “la mochila de la guerra fría”. Discutimos los lugares de enunciación para crear así el feminismo que vendrá y reveer nuestra forma de pensarnos como movimiento sobre todo en relación a las figuras que enarbolamos.
El Binarismo
Como lesbianas peronistas nos obligamos a corrernos necesariamente de ese binarismo porque entendemos a la lucha de los pueblos como indivisible de una materialidad y una praxis a la cual la utopía comunista académica muchas veces no llega a comprender por su sesgo clasista. Por eso aparecen discursos como los de Solano, Pitrola, y algunos otros sectores minoritarios que asimilan el exilio de Evo al de Perón en el 55 sin comprender en el orden de lo simbólico y de la necesidad concreta de organización, cuanto más importante es que un Indio sindicalista, presidente electo de Bolivia, esté vivo y no se lance estúpidamente al suicidio.
Por otro lado afirmar que el único análisis que se construye en Argentina sobre la figura de Evo es el de la figura perfecta, para luego simplificarlo a un 'gobernante machista' o 'un sindicalista, y no un aymara' niega el racismo con que es leída la figura de Evo y amerita que nos cuestionemos sobre las cargas que subyacen a la decisión política de estas declaraciones y su timing, sobre todo desde un lugar tan grande de referencia para tanta gente.
Querer romper el binarismo pero plantear una contradicción entre ser sindicalista y aymara es justamente simplificar las existencias y construir un relato purista del ser Aymara (y en general la identidad indígena) como libre de contradicciones y por fuera del resto de las estructuras sociales.
El sindicalismo es una herramienta de transformación histórica que ha permitido la organización de los pueblos, el empoderamiento de las clases populares y la conquista de derechos. El sindicalismo nos ha permitido construir canales de acceso a la política para grandes porciones de la población que lo tenían negado. Construir la idea de que ser un sindicalista es un valor negativo es cuestionable en un contexto regional de sucesivos intentos de ruptura de la política y de un neoliberalismo que pretende arrasar con toda estructura de acceso al trabajo. Nosotres también somos y queremos ser sindicalistas.
Entonces, construir de un golpe de estado en la república hermana de Bolivia una especie de -teoría de los dos demonios- en nombre de la “política femenina” es funcional a la derecha fascista latinoamericana y sus respectivas embajadas yanquis. Como movimiento, venimos a discutir todo, si, a las practicas machistas de Evo y también a nuestras propias prácticas racistas o antipopulares, pero sin dejar de ser compañeres. Creemos que es esa la práctica feminista definitiva (con lo femenino estas tortas que escriben no comparten nada).
Lugar de enunciación: ¿Academiques o polítiques?
Reflexionar sobre los aciertos y errores de ciertos procesos revolucionarios no implica negar un golpe de estado. Menos aún, universalizar al feminismo y usar propios argumentos para enmarcar una retórica que lo justifique o al menos lo aliviane. Uno de los problemas más grandes que observamos en el feminismo hoy es su lugar discursivo. La actualidad nos requiere estar más atentes que nunca a que no se cuelen garras liberales de individualismo y racismo, como pensar que tu cuerpo de verdad es tu decisión y no dimensionarlo como un cuerpo colectivo y comunitario, como sí lo hacen las compañeras originarias.
Otro de nuestros problemas íntimamente ligado al anterior es pensar que “las banderas políticas” ensucian una causa pero permitir que las Lospenatos hablen en tu nombre de feminista y por último, que se cuele también un sesgo biologicista “mujeril” (y heterosexual) que por ser mujer y tener vagina admita algún tipo de piedad para con seres nefastos como Jeanine Añez, Maria Eugenia Vidal o Patricia Bullrich. Son todas también, hijas sanas del heterocispatriarcado.
¿Cuanto nos sumarian esos cruces negados entre la academia y la política? El rol de la academia y la intelectualidad se vuelve fundamental para profundizar y extender la imaginación política que tanto necesitamos al dar forma a este nuevo tiempo. Es por eso que nuestras referencias intelectuales no pueden estar escindides de la coyuntura pero ante todo también deben poder asumir qué representación tiene y cuánta responsabilidad recae en su palabra.
Entonces, ¿Cómo hacemos política nosotres? Primero y principal sin que tu titulo universitario te habilite a infantilizar y subestimar la lectura política de compañeras. El desafío de les intelectuales y la academia hoy es encontrar el canal para aportar a la construcción colectiva de un nuevo sentido común que nos corra del formato patriarcal y toda su gama de violencias. Incluso la epistémica.
La vocación popular
De nuevo como peronistas no le tenemos miedo al “endiosamiento” ni a la mística de las figuras teológicas y sus manierismos. Entendemos desde el cuerpo el amor que se genera cuando llega a tu casa una máquina de coser para tu mamá, un DNI con tu nombre autopercibido o el respeto estatal a tus ritos ancestrales que fueron desde siempre denigrados. Que nos tilden de fanatiques de la dignidad. Porque a la hora de pensar una tercera posición la diferencia está en si te sabes adentro o te planteas por afuera, observando todo desde una torre de marfil.
“La política está pasando a nuestras manos”, finaliza Rita, en eso acordamos profundamente. Un movimiento social, un emergente político con potencia revolucionaria como el feminismo patea la forma tradicional de la política y nos propone asumir el desafío de sedimentar una nuevo sentido común que rompa con la dinámica opresiva histórica. Transversalizar todas nuestras lógicas para volverlas políticas de estado. Nos propone también tener la responsabilidad de leernos coyunturalmente siempre adentro. Nos propone pensarnos parte del Abya Yala con el desafío de traducirlo en organización nacional, popular, democrática y feminista. Y hoy, por sobre todas las cosas, nos propone ser más pueblo que nunca.