Hannah Arendt para pensar la política hoy
Cuando escuchamos el enunciado de “Estado presente” cada vez se vuelve más difícil materializar esta frase, parece ser casi una enajenación a algo que fue y los sectores progresistas no encuentran forma de volver a presentar en el común de las personas. En occidente la concentración de riqueza no cesa, los salarios cada vez son menores y la cuestión ambiental obliga a recapacitar sobre lo que entendíamos que debían hacer los países para lograr la acumulación y distribución de riquezas.
Ahora bien, este panorama parece indicar que había un elemento ordenador que ya no lo es y ante esa disyuntiva se demanda lo “distinto”, no por nada triunfan electoralmente consignas ligadas al cambio o con promulgaciones extremistas, en cuanto a la construcción de un enemigo que se mantiene hace tiempo en el poder y hay que sacar urgentemente, eso que en Argentina se denominó casta.
Arendt para pensar el movimiento del Siglo XXI
Pensar en el cambio, los extremos o disrupciones lleva al término de revolución, en ese sentido voy a tomar algunas objeciones del libro “sobre la revolución” de Arendt.
Allí la autora nos dice que en un primer momento revolución fue un término astronómico empleado por Copérnico, indicaba un movimiento recurrente y cíclico. Luego el término adquirió un carácter ligado a la novedad y a la libertad. Ya también autores como Condorcet planteaban que las ciencias naturales adquirieron el término revolución pero que para las ciencias del hombre tal término hacía referencia a un cambio de estado social.
La autora plantea que la revolución lo que intenta es establecer la libertad, pero esta no puede ser adquirida si antes pasar por la faceta violenta de la revolución que es el momento de lo que va a nombrar momento de liberación, para entender este texto es importante la comprender la dualidad liberación/libertad que construye Arendt, ya que luego va a comparar dos procesos de revolución, entendida como el cambio, y como cada uno ligó con esta dualidad. Un primer proceso revolucionario: es la revolución francesa y el otro la revolución americana. Ambos procesos fueron un quiebre con el antiguo régimen secular pero la autora destaca que los Americanos supieron llevar a cabo mejor la separación con el antiguo régimen, porque además del momento de liberación consiguieron un segundo momento que es el de la libertad y esto se dio porque manejaron adecuadamente el problema del absoluto, y por absoluto se refiere a quien va a ser depositario del poder absoluto dado que una vez superada la primera fase violenta -liberación- sigue construir poder estable -libertad- esto tiene que ver con el proceso de donde va a emerger el poder y su legalidad. Lo que plantea Arendt es que al haber constituido una constitución y hacer a esta depositaria del poder, nadie podría monopolizar y así habría una mayor estabilidad en conjunto con la libertad. Esto sería más fácil en una nación sin tradición monárquica.
A diferencia de la revolución americana, en el periodo de la revolución francesa, la secularización marcó un vacío en la de fuente de poder, que podía ocupar el rey porque si ya no está Dios ¿a qué o a quién obedecemos? ¿Quién va a representar al rey como fuente de autoridad? La autora lo que nos va a decir del caso francés es que fue un proceso revolucionario donde no soluciono el problema del absoluto, que el poder fue depositario en el pueblo, en la voluntad general, pero esta era inestable y no trajo consigo la libertad que se debe consolidar luego de la etapa de liberación. Esto es evidente en el festival de guillotinas que se dio en los años posteriores a la revolución.
Esa desconfianza por la voluntad general de la autora probablemente tenga que ver con su persecución por parte del nazismo y el periodo de gobiernos demagógicos y totalitarios que le tocó transitar en vida, de lo cual hizo tema de estudio. Lo que puede resultar interesante es hacer el esfuerzo de darle un tinte de actualidad a este libro de Arendt para pensar los tiempos que corren. Esa transición que las sociedades podemos vivenciar cómo la revolución, el cambio de un estado de cosas, demandar la novedad por la novedad misma tal vez sea un balanceo peligroso que no se puede saber en qué va a desembocar, y en la actualidad estamos viviendo un momento de cambio donde tal vez sea el estado como fuente de poder, al menos en occidente, lo que está en crisis y ya no es más el que monopoliza la fuerza coactiva sobre los ciudadanos -tomando la definición weberiana de Estado- el Estado ya no es el actor ordenador propio de una sociedad del siglo XX y ese poder hoy en día se lo disputan otras instituciones como corporaciones transnacionales, que tienen una mayor capacidad de hegemonía, entendida en términos Gramscianos, sobre la opinión pública. Si de algo sirve un intento de analogía del planteo de Arendt para con la realidad actual es poder pensar dónde está el lugar del absoluto en el siglo XXI cuando los Estados sufren una pérdida de legitimidad y capacidad de orden y estabilidad. También reflexionar sobre si no hay Estado quien como trataremos el problema del absoluto en la actualidad ¿Hay alguna institución con la responsabilidad y estabilidad que se requiere para no seguir en esta barbarie de desigualdad y violencia estructural que vive el mundo hoy?
Ante el avance tecnológico en la producción que trajo aparejado más crisis climática, una economía de plataformas que se exime de los derechos laborales, el nuevo fenómenos de los movimientos que se autodenominan “economía popular”, masividad de información -fakes news- y descreimiento de la ciencia tradicional, entre otras tantas nuevas dinámicas es más que evidente que la sociedad cambio, lo que demanda una mayor creatividad y participación tomando las nuevas herramientas y lenguajes que van emergiendo en los tiempos que corren.