¿Qué hay detrás de la ausencia de Ricardo Lorenzetti a la apertura de sesiones ordinarias?
Por Juan Cruz Guido
Durante el gobierno de Mauricio Macri, AGENCIA PACO URONDO fue describiendo los cambios en los contrapesos de poder dentro de la Corte Suprema, a raíz de la inclusión de dos miembros. Allí se señaló de manera premonitoria lo que finalmente sería un hecho con los cambios políticos: el nombramiento de Carlos Rosenkratz como presidente del tribunal. Para eso se selló un pacto político entre Rosenkratz, un juez liberal, muy vinculado al sector privado empresario pero a la vez proveniente del ámbito académico, y la histórica Elena Highton de Nolasco, quien se sintió traicionada por el aval, en su momento, a la jubilación de los jueces con 75 años (esto hubiera implicado su jubilación de no ser porque el Ejecutivo nacional no avanzó con el proceso para lograrlo).
Allí hubo un acuerdo tácito entre el gobierno y la magistrada para potenciar la figura del ex rector de la Universidad del San Andrés que en sus propias palabras, allá por junio de 2016 ante el Senado con motivo de la aprobación de sus pliegos, señaló que asumía el compromiso de acabar con los “super jueces” (esto toma particular relevancia con motivo de la reforma judicial impulsada por Alberto Fernández).
Durante el gobierno de Mauricio Macri la relación con Ricardo Lorenzetti fue variando. El ex presidente tomó como una “marcada de cancha” la decisión de la Corte, a días de haber asumido, de dar lugar al reclamo de varias provincias por los fondos de ANSES. Ese fue el motivo que apuró el fallido nombramiento de los nuevos jueces por decreto, en un vericueto legal que encontró el asesor jurídico Fabián Rodríguez Simón. Luego de eso, y a raíz de la creciente judicialización de la política que propuso Macri, Lorenzetti fue estrechando el vínculo con el ex jefe de gobierno. Para eso actuó un interlocutor muy particular: Martín Irurzun, presidente de la Cámara Federal porteña.
El camarista fue impulsor de la “doctrina Irurzun” que habilitó un gran número de detenciones arbitrarias en las instrucciones de causas penales contra ex funcionarios del gobierno anterior por “lazos residuales de poder”. Por otra parte, fue el receptor de las escuchas telefónicas que el gobierno de Cambiemos le quitó al Ministerio Público. El crecimiento de su figura, señalan allegados al juez, tenía como objetivo, en un futuro, llegar a ocupar un cargo con su amigo Lorenzetti en el máximo tribunal del país. Esta aspiración hoy se vería complicada.
Alberto Fernández, abogado penalista de trayectoria académica en la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, tenía en agenda una reforma judicial a raíz de las polémicas antes mencionadas con respecto a la administración de justicia. Se venía expresando en ese sentido desde antes de ganar las elecciones y asumir la presidencia. Luego, si bien la urgencia económica apuraba (y apura), el tema seguía a la orden del día. Está claro que el momento para anunciarlo, ya que dicho cambio debía pasar por ambas cámaras del congreso nacional, sería la apertura de sesiones ordinarias. A dicho acto de relevancia institucional solo se presentaron dos jueces supremos. Los dos, en una lectura apurada, más lejanos a las posición de Fernández.
El dato es que los otros tres jueces, la “mayoría Lorenzetti” (Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti y el propio Ricardo), también se ausentaron. Cada uno arguyó un excusa diferente (Lorenzetti una gripe de hace dos semanas, Maqueda vacaciones por haber trabajado en la feria y sobre Rosatti no se conocieron razones públicas para el “faltazo”). A diferencia de la oposición política en el congreso, que amenazó en la sesión del jueves pasado con vaciar el reciento en la apertura, el ex presidente de la Corte lo generó con motivo de la reforma judicial que se iba a anunciar. A pesar de que trascendió una comunicación telefónica con el presidente de la Nación previo al acto, el hecho fue todo un gesto político: la reforma judicial no tuvo la anuencia del gran gestor judicial de los últimos 20 años. Desde la política nuevamente, con otro sentido ideológico, se está cuestionando su hegemonía. El punto será: ¿Cómo reaccionará Alberto Fernández a este desplante de Ricardo Lorenzetti y su bloque judicial?