"Vamos a poner el cuerpo contra la violencia machista cada vez que sea necesario"
Por Ana Mársico y Ludmila Sueiro
Agencia Paco Urondo: ¿Qué fue lo que sucedió en Ciudad Evita el día que quisieron tocar con Les Presentes? ¿Cuál fue la actitud del sonidista?
Lelé: El viernes 21 de febrero fuimos convocadas junto a otras bandas para tocar en el primer aniversario de la cervecería Guarida Duarte, que queda en Ciudad Evita. Fuimos porque tenemos buena onda con el lugar. Llegamos a las 21 horas, ya teníamos que tocar. Vi que el sonido estaba todo sobre el pasto, sobre la tierra, el rocío y me llamó la atención, nunca toqué así. He tocado en plazas pero siempre hay como un aislante, una alfombra de nylon, una tarima aunque sea. Acá no había nada pero confié porque había sonidistas, buen sonido, equipos, una consola grande. Todo bastante profesional, confié. Cuando enchufan mis instrumentos como tiene que ser, se me cae la púa en un momento, y cuando la quiero agarrar recibo una pequeña descarga eléctrica. Me llama la atención, porque no fue un cosquilleo, fue una descarga.
APU: ¿Cómo siguió?
L: Entonces, se me ocurre golpear un poco el micrófono con los dedos, por intuición para ver qué pasaba. Recibí una patada que me llegó hasta el pecho y dije: “Chicas no podemos tocar acá, esto no está en condiciones. Yo no pienso tocar”, porque me asusté. Fui a decirle al asistente del sonidista, que ya nos venían tratando mal (a mi compañera Pimentel la trataba como que no sabía tocar su guitarra, manipular su instrumento, todo de mala manera). Así que ya había bronca con esa persona. Venía pensando que era peligroso, que estaba poniendo en riesgo mi vida, la vida de mis compañeras, había niños en el lugar. Pensé la cantidad de músiques que mueren por estas causas. El asistente nos dice: “Y bueno, ¿qué querés? Siempre pedimos que pongan una tarima o algo de madera, es obvio que te va a pegar patada”. Le pregunté cuál era la solución y contestó “que no cante tan cerca del micrófono”. Intento explicar lo que me había pasado a las chicas, que no querían irse porque teníamos un compromiso, y ahí Jaz recibe una descarga eléctrica. Por este motivo, decidimos no tocar, Jaz se quedó pegada 5 o 6 segundos por sostener mi guitarra desde el diapasón. Intenté dos veces sacarle la guitarra pero tenía la mano muy apretada, la tuve que lastimar para que se despegue. Fue un momento muy horrible, pensando que eso a una de mis compañeras de banda la pudo matar. Fue muy traumático.
Cuando la pude despegar, tiramos las guitarras al piso enseguida. Jaz se fue a llorar al cordón de la cervecería. Asustadas nos abrazamos y ahí se acerca el responsable del sonido, Pato Rodríguez (su empresa se llama Pato ShowMix) diciendo que no podía creerlo lo que pasó, que tenía solución. Yo ya no quería tocar, era peligroso. Él argumentaba que seguro era mi pedalera, que tenía mucha masa o un corto, algo así. En ese momento no me supe defender, preguntaba por la tarima de madera y el sonidista le echaba la culpa al lugar. El tipo llamaba “accidente fortuito” a toda la situación, minimizando todo el tiempo lo que nos había sucedido. El show mientras, seguía. Y yo sentí que entre el asistente y el sonidista había complicidad con otros musiques, hacían chistes como que lo que nos había pasado era una pelotudez. Incluso gastaban a unos músiques que se querían solidarizar con nosotras y no tocar, y yo estaba ahí enfrente. A mi compañera le dijeron que la descarga fue por la mala vibra que teníamos con él.
APU: Tenemos entendido que realizaron un comunicado: ¿Cómo fue el comportamiento de la banda que iba a tocar en el mismo lugar?
L: Estabamos esperando a la ambulancia que llamó el dueño del lugar. La esperamos una hora y cuarto. En todo ese tiempo, estuvimos hablando con el sonidista y el dueño, que no podíamos creer que el festival siguiese en pie. Había bandas que por suerte se solidarizaron con nosotras y otras que no. Ni bien pasó lo de las descargas eléctricas, subió una banda de Tango y nos decían “¿ves que es tu pedalera?”. Después tocaba una banda de Rock (no puedo decir el nombre porque hicimos una denuncia penal), donde uno de los integrantes se acercó a Jaz y le dijo: “Dale, esto tiene solución, te presto mis instrumentos. Toca igual, no va a pasar nada”. Jaz decía que no quería tocar, seguía insistiendo y lo tuve que sacar diciendo que no queríamos y que teníamos miedo. Nadie quería cancelar el festival. Yo estaba muy nerviosa, enojada por la injusticia. Nos estaban tratando de dramáticas, histéricas porque somos mujeres y disidencias. Si le hubiese pasado a un hombre cis heterosexual, cancelaban todo al instante o no lo hubiesen tratado como a nosotras. A la banda de rock no le importó y tocaron como si nada. Salieron diciendo “Buenas noches” y como Jaz contestó “Total acá no pasó nada”, el público protestó. Pasaron un montón de cosas después de eso. Les dijimos “machirulos” entre otras cosas, y el baterista me mira con cara de odio, de femicida. Me miró a mí, que soy una lesbiana chongo, me trató como si fuese un machito más. Yo lo sentí así, esos ojos no me los olvido más. Mientras me miraba, empezaron a tocar un tema, y el baterista tocaba como si la batería fuese yo. Con bronca, con odio. Fui, me re calenté y les desenchufé el cable al guitarrista. Tuve esa actitud por ese motivo, no puedo permitir que un machirulo venga y me mire con esa cara. Previamente pedí que se solidarizaran con nosotras, pero jamás podes decirles qué hacer a ellos. Ellos a nosotras si nos pueden decirnos qué hacer, pero nosotras no podemos pedirles nada. Esa mirada fue muy simbólica y por eso fue mi reacción.
APU: ¿Son frecuentes estas situaciones de infraestructura en los lugares donde soles ir con tu banda?
L: Si, es muy frecuente que a la hora de ir a tocar los lugares sean precarios de sonido y puede que sea peligroso. A pesar de eso, nunca me pasó de tener una descarga tan grande como que la que tuve que Guarida Duarte. Obviamente, creo que la mayoría de les músiques no están informados de esto. Porque hasta en La Trastienda te puede pasar esto, en lugares muy profesionales de sonido. Creo que, de ahora en más, no va a ser lo mismo ir a tocar. Voy a tener un poco más de noción. Con Les Presentes queremos informarnos más, informar a otros colegas, porque es muy frecuente que la infraestructura de los lugares no sea la mejor. Siempre contas con que el sonidista o la sonidista a cargo, sepa. Que sepa de todas estas situaciones, das por sentado que el lugar se haga responsable y confias. Nosotres les musiques no tenemos por qué saber tanto de electricidad. Pero, al parecer, necesitamos estar informades, tener conocimiento para salvar nuestras vidas. Porque los sonidistas no nos cuidan como nos deberían cuidar.
APU: ¿Crees que afecta ser mujer y disidente respecto a la violencia física que ejerció la otra banda y el destrato del sonidista?
L: Mucho de lo que pasó el viernes 21 de febrero tiene que ver con que Les Presentes esté integrada en su mayoría por mujeres y lesbianas. Desde el principio, el asistente nos trató como nos trata la mayoría a nosotras las disidencias: siempre tenemos destrato. Con Rebelión en la Zanja tocamos todos los fines de semanas y casi siempre hay un conflicto con el sonidista. Porque nos ningunean, porque nos tratan como si no supiéramos por qué estamos ahí. Te hacen sentir una ridícula: que no sabes tocar tu instrumento, cómo tocar las cosas, que no tenés idea de nada. Y yo sé que a un chongo hombre heterosexual cis no lo tratan así. A nosotras nos tratan de locas, a un chabon no le sucedería eso. Entonces sufrimos violencia de género y mucha discriminación en ese lugar. Entonces si, afectó que fuesemos mujeres y disidencias, pero también que le digamos a los varones que su manera de actuar no fue la correcta. No les cabió y por eso su respuesta fue desinterés y ningunearnos todo el tiempo.
APU: ¿Cuál es la situación que se vive en la música del under siendo mujer y disidente?
L: Actualmente hay muchas mujeres y muches músiques disidentes que están decidiendo salir a tocar, por suerte. Que también están teniendo ganas de aprender a tocar un instrumento, aprender a componer, tocar salir a mostrar su arte, salir a expresarse libremente. Hoy tenemos la Ley de Cupo y nos están dejando subir a los escenarios. Pero no es solamente esa la lucha, porque nos discriminan y basurean. Nos ridiculizan constantemente. Entonces es una lucha constante y tenemos que estar unidas en esto. Con Les Presentes nos pasó hace poco en El Emergente nuevo, con Gilda, la organizadora que nos invitó a tocar ahí. Y antes de nosotras tocaba un ex de Los Tipitos, que se la re mandó arriba del escenario, hizo una machiruleada que no lo podía creer (hizo un chiste muy ridículo) y en ese momento lo quería bajar el escenario. Pero no lo hice porque me pareció que lo mejor fue subirnos después de que el toque y hacer nuestro descargo en el escenario, en la cara de él. Así me pasa un montón, con un montón de músicos que viven en una cueva, que no les importa lo que está sucediendo afuera. El 21 de febrero me tocó vivir una experiencia de violencia machista, de ver la muerte cerca de mí y estoy muy orgullosa de mis compañeras y de la gente que me acompaña en esto. Porque hicimos una denuncia penal y en la fiscalía nos tomaron también que sufrimos violencia de género en ese momento, nos trataron muy bien y nos escucharon. Está todo registrado. Así que la lucha sigue. También es muy injusto todo, te da mucha bronca. Yo tuve dos semanas de muchos stress, de no poder creer lo que había pasado. No podía creer la actitud de los músicos que, además de violentarme simbólicamente, dijeron al micrófono “después quieren que las respetemos”. Después de eso, se hizo una batalla entre los públicos y fue algo horrible escuchar eso desde el micrófono. Es un acto de poder y de violencia muy zarpado. No lo podemos permitir. Nosotras vamos a seguir presentes, a poner el cuerpo donde haya que ponerlo y pedir basta de violencia machista. En los escenarios y fuera de los escenarios.
Para mí, lo que está pasando es que ya no nos callamos más, ya no les tenemos miedo. Ya los enfrentamos porque sabemos que tenemos que hacerlo para que no suceda nunca más este tipo de violencias. Por eso para mí es importante salir a hablar, a denunciar públicamente que lo que pasó el 21 de febrero cuando desenchufé el cable del equipo de guitarra del músico que no se quiso solidarizar con nosotras, escuché por micrófono que dijeron “después piden que las respeten”. Yo tuve que hacer eso porque nadie me escuchó, porque a ninguna de mis compañeras las escucharon. Porque todo el tiempo minimizaron la situación. Entonces hay que salir a actuar de esa forma para que te escuchen, para que te den pelota y que hayan cancelado el festival (que siguió adelante y a nadie le importó lo que había pasado, casi morimos). ¿Tendría que haber muerto una persona para que cancelen el festival? ¿Tuvo que haber sucedido una tragedia para que cierre todo?
Por suerte, yo ahora estoy hablando de que sufrimos este tipo de violencia y este tipo de actitud y no estoy hablando de que se murió una compañera mía. La verdad que tuvimos mucha suerte. Tenemos que salir a hablar estas cosas e informar a nuestres colegas musiques sobre estos peligros, para que no sucedan nunca más.