Lo que nunca sabremos del amor
Por Cristian Molina
¿Cómo escribir el amor en tiempos de deconstrucción? Esa parecería ser la pregunta que anima la escritura de Juanpi. Pero no como una tesis que cierra y cosifica la voz, sino como la apertura a una errancia sin posesión ni pertenencia desde una vitalidad que se entrega a la experiencia para legarla a sus posibles lectores. Es decir, a partir de vivir un amor como encuentro fortuito permanente que se actualiza cada vez y con unxs destinatarixs que apenas si logramos individualizar, porque son uno y múltiples al mismo tiempo.
Juanpi se entrega a unos amores sin lastre, sin promesas románticas, ni estertóreos compromisos más allá del deseo, en la lógica de un erotismo que se clausura solo si hay una violencia que rompe con la plena posibilidad de los afectos positivos. Cuando lxs amantxs rompen esa entrega al encuentro placentero y feliz o a los mañaneros eternos después de una noche de desenfreno sexual que es, también, el de una charla intelectual sobre las revoluciones del cuerpo, cuando eso sucede, adviene la prostitución o la expulsión del lecho amoroso. En el primer caso, la voz de Juanpi escribe que a los macristas les cobra, no se los coge, usando la lógica laboral con el cuerpo dentro del capitalismo como modo de respuesta a esos cuerpos que solo entienden de dinero y a los que se les niega el placer gratuito como ellos lo niegan social y económicamente al resto. Es un modo de venganza política en la cama. En el segundo, aparece casi un modo pimpinellesco, pero no desde la posición feudal de la fidelidad como posesión exclusiva del otro, sino como expulsión por haber violentado y roto el momento del deseo puesto en acto, cuando Juanpi grita “Entonces tomátela./ Si esto es tóxico/ te bajo abrir,/ llamo el ascensor /o tiro todo tu amor/ por el balcón. /Pero tomátela...”
Como notamos, se trata, por ende, de un amor que no muere en lo individual, sino que está abierto a entretejer un lazo colectivo con lxs otrxs y que, en ese derrotero, presentifica un estar en común a partir de lo afectivo que no implica un ser común, sino una relación con lxs demás como absolutas diferencias y sin proyecciones narcisistas. El primer relato que abre el libro, por ejemplo, tiene la potencia de presentificar una parcela de humanidad putx en las pequeñas comunidades rurales. Allí, las mariposas se suicidan, las mariposas no cojen sino a escondidas, van a un camino donde las mojarras saltan al sol y los perros rompen bolsas del nylon, se reúnen las mariposas en el lugar con la mejor puesta de sol para hacer posible un locus amoenus del loquerío queer en los pueblos, una tetera a cielo abierto en el campo, para desatar el amor y el deseo, encontrando una válvula de escape a la lógica homogénea de la comunidad rural. Es decir, esas mariposas hacen del estar en común sin ser comunes una política del deseo y del amor, una política de las cuerpas.
Pero además, si el amor es el motor incendiario de una errancia y de una política, ésta se traslada a los géneros del libro, entre el poema, el poema en prosa y el relato. Un libro cuyas formas se cruzan, se contaminan y dejan tras de sí cualquier forma fija consagrada por las tradiciones de la cultura. En este sentido, esa potencia abierta del amor es también la de una escritura cuya voz amorosa se encuentra suelta de cualquier atadura a la norma de la institucionalidad literaria.
Por este motivo, este “Algo que no sé” que presenta el título, se muestra como una política de lo que se ignora para hacer posible la experiencia. Lo que no se sabe es cómo vivir el amor en el mundo contemporáneo, pero también cómo volver a escribirlo. Cada poema es un modo de vida que se entrega a la posibilidad del afecto sin preconcepto previo y que encuentra una energía que acaricia la vida futura o un límite para lo que lastima. En esa entrega a lo ignorado está también la entrega a la escritura que el libro ofrece a unxs lectorxs que ya no sabrán cómo amar luego de leerlo. Ahí está la potencia de esa voz amorosa y lo que nunca sabremos del amor si no nos entregamos a él.