Coronavirus en Europa: cuando la crisis toca, agónicamente, las puertas del Estado
Por Sergio Ferrari, desde Berna, Suiza
Hace algunas semanas, cuando todavía el impacto de la pandemia no se había percibido en su verdadera magnitud, voceros empresariales suizos habían avanzado que no querían “ninguna intervención del Estado”. Fueron necesarios muy pocos días, ante el agravamiento de la situación, para que cambiaran drásticamente de posición.
A fines de marzo, esos mismos sectores evalúan que el paquete de urgencia de 42 mil millones de francos –valor similar en dólares estadounidenses-, que la Confederación desbloqueó el viernes 20 para asistir a los actores productivos del país, es insuficiente.
Ahora apuntan a una inversión necesaria de la reserva nacional, es decir de fondos públicos, que oscilaría en los 200 mil millones de francos, cinco 5 veces mayor que la actual. Para evitar así, según sus argumentos, que la economía se paralice estructuralmente y exija, luego, reconstruirla desde muy abajo con el corolario de innumerables empresas quebradas. Las autoridades helvéticas contabilizan ya una retracción del 20 por ciento de la actividad económica debida al COVID-19 y prevén un crecimiento negativo para 2020, a pesar que antes de esta coyuntura la economía se encontraba en un momento floreciente en cuanto a crecimiento con tendencia positiva.
La primera parte del paquete de salvación de la economía helvética representa el 5 por ciento del Producto Interno Bruto del país. Casi en paralelo, el gobierno norteamericano aprobó en la noche del martes 24 de marzo, con el mismo objetivo, un paquete de 2 billones de dólares, que representa un 9% de su PIB. Y Alemania, el miércoles 25, abrió la bolsa de sus reservas por algo más de 1 billón de euros, monto que significa el 27 por ciento de su PIB. El paquete español representará, según anuncios oficiales, veinte puntos porcentuales del PIB. Francia destinará 45 mil millones de euros para comenzar a hacer frente a la situación, de un total que podría ser, al menos, diez veces mayor.
En general, todas las medidas de emergencia anunciadas en Europa tienen dos objetivos principales: apoyo a las empresas y contención social del impacto de la crisis entre los trabajadores y desempleados. Los porcentajes destinados a unos y otros hacen parte del debate político ya permanente sobre la redistribución del ingreso nacional. Por el momento, en Suiza, solo un 30 por ciento del total estará dirigido a trabajadores-desempleados, al tiempo que una gran movilización social virtual convoca a incluir en el paquete al amplio sector de los “independientes”, olvidados en la repartija de las primeras tajadas de apoyo de emergencia.
El SOS económico-financiero requerido -exigido- por los sectores productivos de las potencias occidentales ante la crisis, recuerda comportamientos ya conocidos. Defienden la no intervención del Estado, en tiempos normales, cuando incluso forcejean continuamente por prebendas fiscales. Y se ponen de rodillas frente al Estado cuando sus negocios se ven amenazados.
Situación emblemática la del 2008, cuando el gobierno suizo rescató de la que se perfilaba como quiebra inevitable a la Unión de Bancos Suizos (UBS), invirtiendo entonces 60 mil millones de francos de un día a otro, sin ninguna consulta parlamentaria.
Salud: de repente no es más una “mercancía”
En el plano social, el debate de las últimas décadas, sobre el significado de la salud pública –y en cierta forma la educación- ocupa un lugar privilegiado en la Europa neoliberal, adquiriendo una particular vigencia en la hora actual.
Potencias mundiales, como Italia, Francia, o España cuentan hoy con estructuras hospitalarias muchas veces destartaladas y que ya estaban al borde del colapso antes mismo de la pandemia. Hoy se expresa en carencias de máscaras para el personal médico o paramédico, insuficientes reactivos para chequear a la gente, falta de las anestesias esenciales para tratar a los enfermos graves entubados, e incluso déficit de desinfectante para las manos, esencial para confrontar el avance de la enfermedad. Ni que hablar de las deficiencias relevantes en cuanto a personal humano
Radiografía que, con matices, se extiende a otros de los países del continente. Aspecto dramático: la insuficiente cantidad de respiradores mecánicos, esenciales en las estaciones de cuidados intensivos -de casi toda Europa- para los pacientes que como producto de las neumonías graves se debaten entre la vida y la muerte. Y tras esas falencias, la concepción sistémica preponderante, que considera a la salud pública como un “gasto”, y que viene promoviendo desde años la privatización del sector.
Pesadilla particular, por ejemplo, en Francia, que desde 2010 con Nicolás Sarkozy empezó a protagonizar una privatización acelerada de la salud, con consecuencias inimaginables para el sistema sanitario nacional
2019 había sido ya un año de intensas movilizaciones de los trabajadores del sector. Iniciadas en marzo, fueron aumentando en potencia hasta que el 15 de noviembre, cuando miles de profesionales del sector salieron a la calle en todo el país convocados por el Colectivo Inter-Hospitales. Personal de 268 establecimientos de salud apoyaron la protesta, fundamentalmente centrada en las deficientes condiciones de trabajo en el área, los bajos salarios, y la saturación de las salas de emergencia, insuficientes para la demanda ya en ese momento, cuando todavía no se hablaba de pandemia.
Oportunismo neoliberal
El 14 de marzo pasado el presidente Emanuel Macron, en un discurso público, rindió homenaje a “los héroes de delantal blanco”, refiriéndose al personal médico y paramédico francés. Subrayando la necesidad que un sistema de salud “fuera de las leyes de mercado”.
Alocución netamente contradictoria con lo que fue la tendencia gubernamental en los últimos años. Un estudio de la misma Dirección de Estudios Estadísticos del Ministerio de Salud (DREES) indicaba que, en base a una investigación realizada con datos a partir de 2013, en 3.036 establecimientos médicos, se habían cerrado 17.500 camas que permitían a los pacientes dormir en los hospitales. En 2017 y 2018 esa tendencia se mantuvo con 4.172 camas desaparecidas. Según distintas fuentes, en 2019, año de gran protesta social en el sector, 40 por ciento de los puestos de médicos estaban vacantes y el 30 del sector enfermería.
No hay presente sin historia. Interesante recordar que el 19 de mayo del 2017 el periódico francés Le Figaro analizaba un Informe mundial sobre la situación de la salud entre 1990-2015. El mismo (que ubicaba a Estados Unidos en el puesto 35, lo que explica parcialmente sus limitaciones actuales para confrontar el COVID-19), le asignaba a Francia el décimo quinto lugar. Comentando entonces esa realidad, el profesor de Salud Pública de la Universidad de Lorraine, François Alla, coautor del estudio, no ahorraba sus preocupaciones. Criticaba, particularmente, las deficiencias del sistema en cuanto a atención. Y decía “se podrían evitar miles de muertes cada año si mejorara la organización de la atención, la formación del personal, el cumplimiento/seguimiento de los pacientes y las recetas médicas”. Este es un verdadero desafío que debería convertirse en una “prioridad para el Ministerio de Salud".
Radiografía premonitoria de los que sucedería casi tres años más tarde. Vida o muerte. Salud pública entendida como “gasto” o comercializada como una mercancía más. Debate de sociedad que la pandemia del coronavirus hace explotar con crueldad, a la luz de un sistema sanitario colapsado y los decesos -que en parte podrían ser evitados- multiplicados cada hora.
(Foto principal: Telesur)