20 años después: entre el presente y la nostalgia del No al ALCA

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20 años después: entre el presente y la nostalgia del No al ALCA

31 Marzo 2025

El 4 y 5 de noviembre de 2005, durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina, América Latina alcanzó una victoria histórica frente a un proyecto imperialista: el ALCA. Aquella cumbre, en la que líderes como Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez tomaron una postura firme contra la imposición de un modelo económico neoliberal, no solo representó una victoria política, sino un grito colectivo por la soberanía y la justicia social. Hoy, a 20 años de ese momento crucial, el legado de la resistencia al ALCA sigue vivo, pero el contexto ha cambiado. Nuevos desafíos y realidades nos interpelan y ponen en duda si esa victoria fue realmente un punto de inflexión o solo un momento fugaz dentro de un ciclo más amplio de frustraciones.

El "No al ALCA": voces que se alzan

La cumbre de 2005 fue mucho más que un simple rechazo a un tratado comercial. Fue una declaración de principios sobre la soberanía económica y política de América Latina, que resistía la imposición de un modelo económico que favorecía a las grandes potencias, particularmente a Estados Unidos. En un contexto de creciente desconfianza hacia las políticas neoliberales, que abogaban por la apertura de los mercados sin considerar las particularidades locales, el “No al ALCA” representó la voluntad de los gobiernos latinoamericanos de recuperar el control sobre sus economías, recursos naturales y decisiones políticas.

Ese rechazo se alineaba con una visión de integración regional que, a pesar de las diferencias ideológicas, proponía contraponer los intereses de las grandes corporaciones internacionales a la necesidad de un modelo de desarrollo que priorizara el bienestar de las mayorías. Kirchner, Lula y Chávez, entre otros, representaban a un bloque que impulsaba alternativas basadas en la cooperación, el comercio justo y el respeto por las identidades nacionales.

Sin embargo, este rechazo no estuvo exento de contradicciones. En la misma cumbre, las manifestaciones populares reflejaban la profunda lucha de los pueblos contra un modelo económico que consideraban perjudicial para las economías locales. La “Cumbre de los Pueblos” fue el espacio donde no solo los gobiernos sino también la gente en las calles alzaba su voz. Evo Morales, Diego Maradona, y otros muchos, recordaron la fuerza de la resistencia. Chávez inmortalizó el rechazo con su célebre frase “El ALCA, al carajo”, pero la pregunta que sigue abierta es ¿de qué sirvió este rechazo si las políticas neoliberales continuaron siendo una constante en la región, y el ALCA solo fue reemplazado por otras formas de dominación económica?

20 años después: un panorama fragmentado

Hoy, 20 años después, América Latina se enfrenta a un panorama fragmentado. A pesar de que el espíritu de la “Patria Grande” sigue vivo en ciertos sectores, la integración regional ha quedado en un segundo plano, ahogada por las crisis internas y las luchas ideológicas. Los gobiernos progresistas que, en su momento, tomaron fuerza contra el ALCA han sido reemplazados por administraciones neoliberales o pragmáticas que han renunciado a esa visión integradora. La pregunta que persiste en cada rincón de la región es: ¿por qué la integración sigue siendo un sueño truncado?

La dependencia de las exportaciones de materias primas sigue siendo la columna vertebral de muchas economías, mientras que las desigualdades estructurales se mantienen o incluso se han agudizado por los embates de la globalización. Las promesas de justicia social, tan fervientemente enarboladas en 2005, fueron arrasadas por políticas económicas que priorizan la estabilidad macroeconómica, pero que olvidan o desprecian el bienestar de las mayorías.

El Mercosur, que alguna vez fue el pilar de la integración regional, se ha desmembrado frente a las diferencias ideológicas y las disputas comerciales. La salida de Venezuela fue solo el principio de una disgregación más profunda. La UNASUR se desintegró lentamente, y la CELAC, aunque aún existe formalmente, se ha quedado sin peso político, sin una voz coherente en la toma de decisiones de relevancia para la región. La integración ya no es una prioridad.

El giro pragmático y la crisis regional

El giro pragmático posterior a la crisis global de 2008 marcó un cambio en las estrategias de los gobiernos latinoamericanos. Los líderes que en su momento se alzaron contra el ALCA se vieron obligados a enfrentar un mundo globalizado con estructuras económicas profundamente arraigadas y presiones externas difíciles de sortear. La justicia social y la redistribución, que dominaron el discurso en 2005, quedaron relegadas en muchos casos por la urgencia de mantener la estabilidad económica en un contexto adverso. Este giro evidenció las limitaciones de un modelo progresista que, aunque logró avances significativos, no pudo transformar por completo las estructuras de poder profundas en la región.

La caída de los precios de las materias primas, que había sido un factor clave para el crecimiento económico de muchos países latinoamericanos durante la década anterior, también contribuyó a este cambio. El contexto global de menor demanda de commodities y el aumento de la incertidumbre económica afectaron a muchas de las economías regionales, llevando a algunos gobiernos a adoptar posturas más pragmáticas para enfrentar la crisis. En este escenario, la dependencia de las exportaciones de materias primas y la falta de un modelo de desarrollo alternativo hicieron que algunos gobiernos se vieran obligados a priorizar la estabilidad económica a corto plazo, incluso a costa de los ideales progresistas.

Hoy, con la llegada de nuevos gobiernos de derecha y de corte neoliberal en varios países, la región parece estar volviendo a los tiempos previos a la resistencia al ALCA. Sin embargo, es importante destacar que no todos los cambios se deben exclusivamente al retorno de la derecha. También el contexto global, especialmente los precios de las materias primas y la presión de la economía internacional han jugado un rol fundamental en este giro. La polarización política se profundiza, y las tensiones ideológicas entre sectores conservadores y progresistas han regresado al primer plano.

La pregunta sigue siendo la misma: ¿Seguirá América Latina siendo un reflejo de las disputas entre las grandes potencias, o logrará liberarse como intentó hacerlo en Mar del Plata?

El futuro de la integración regional: otro contexto diferente

El legado del “No al ALCA” sigue siendo un referente para aquellos que luchan por la soberanía regional, la justicia social y la equidad. Pero hoy, este legado no basta. La integración regional ya no depende solo de la voluntad de los gobiernos. Es necesario que los pueblos se reencuentren con esa memoria histórica, la mantengan viva y la transformen en un impulso renovado para luchar por una América Latina unida, que no dependa de los intereses de las grandes potencias.

El camino hacia una integración genuina sigue siendo un desafío monumental, sobre todo cuando las grandes corporaciones siguen ganando terreno a través de la explotación de recursos naturales y la flexibilización laboral. Movimientos como los de Brasil, Argentina, Bolivia y México, que siguen exigiendo justicia social y control sobre sus recursos, deben ser escuchados y apoyados para evitar que la historia del ALCA se repita, esta vez bajo formas más sofisticadas.

El legado del presente y la esperanza de una patria grande

Aunque el “No al ALCA” de 2005 no logró consolidar el sueño de una América Latina unida bajo los principios de la “Patria Grande”, su legado permanece como un recordatorio potente de las tensiones entre la soberanía regional y las presiones de las grandes potencias. A 20 años de ese momento histórico, el futuro de la región dependerá de su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder de vista los principios de justicia social, soberanía y cooperación que marcaron la resistencia al ALCA.

La integración regional sigue siendo una posibilidad real y tangible, como lo demuestran iniciativas como la cooperación entre países del Mercosur para enfrentar desafíos comerciales, el impulso a proyectos de energía renovable entre Brasil y Argentina, y el fortalecimiento de la CELAC como un foro de diálogo entre países de la región. El camino hacia una integración regional sólida enfrenta grandes obstáculos, pero el espíritu de lucha de aquellos que se opusieron al ALCA sigue vivo, más vigente que nunca, en aquellos que aún creen que una América Latina unida y soberana es posible.