Semana Mundial del Parto Respetado: "El embarazo no puede ser tratado como una enfermedad"
Por Sabrina Domínguez
Agencia Paco Urondo: ¿Qué quiere decir parto respetado?
Natalia Idiart: Cuando hablamos de parto respetado no estamos hablando del buen trato en el proceso reproductivo. No estamos hablando de que a las mujeres dejen de tratarlas de “mami” o “gordi”, y pasen a tratarlas por su nombre. Es decir, va más allá del trato respetuoso. Por un lado, apunta al respeto por la fisiología del proceso, porque la mujer no tiene por qué ser intervenida porque sí, para apurar los tiempos, para organizar la agenda de otro profesional; deben ser prácticas que debne tener una justificación clínica.
Por otro lado, el parto respetado también tiene que ver con que se respeten las decisiones de esa familia o de esa mujer. Por ejemplo, si la mujer, teniendo toda la información, elige una cesárea, esa decisión debería ser respetada. A un nivel más amplio, en salud reproductiva: si una chica de 20 años tiene dos hijos y quiere una ligadura de trompas, esa decisión también tiene que ser respetada. En otras palabras, un parto respetado es que se tengan en cuenta las decisiones de esa persona.
APU: ¿En qué consiste la ley nacional 25.929? ¿Y cuáles son los derechos que tienen las mujeres gestantes?
N. I.: La ley 25.929 refleja todos los derechos que tienen las familias –la mujer gestante, su pareja, el recién nacido– durante todo el proceso: la gestación, el parto y el posparto. La ley, de lo que habla, entonces, es de que tienen derecho a ser protagonistas, a recibir la información para tomar las decisiones informadas que deben darse durante todo el proceso, ante cada estudio, ante cada sugerencia que pueda realizar el profesional de salud, ante cada resultado de laboratorio. En realidad, las decisiones informadas implican para los profesionales actualizarse constantemente, buscar mucha información para poder brindársela a las familias para que puedan ser las protagonistas, responsables de su salud, y así apuntar mucho al autocuidado. Esta sería una de las patas, pero la ley también habla de que la persona que está por parir pueda estar acompañada desde el mismo ingreso a la institución hasta el alta (todo el tiempo) por una persona de su confianza, que tiene como único requisito ser mayor de 18 años. También puede elegir la posición para parir.
Lo mismo sucede con el recién nacido, que tiene el derecho a la no separación; si el bebé está en neo por algún motivo, se debe tener libre acceso a la sala correspondiente y, además, sus padres tienen derecho a tomar decisiones sobre la salud de su hijo: que les expliquen qué es lo que tiene, lo que le pasa, y poder tomar una decisión en cuanto a los tratamientos, por ejemplo.
Es importante mencionar que la Ley habla sobre la lactancia materna, respecto a que todas las personas gestantes deben tener asesoramiento y acompañamiento para una lactancia materna exitosa. También habla sobre la importancia de ser considerada una persona sana, es decir, volver al eje de que el embarazo y el parto son procesos fisiológicos normales para una mujer, por lo que el embarazo no es una enfermedad. Esto parece una obviedad pero recién en la Reunión de Fortaleza de 1985 se declaró en uno de sus puntos que el embarazo no es una enfermedad.
APU: ¿Los hospitales públicos y las clínicas privadas respetan la ley?
N. I.: Cuando empezás a leer la ley ves que está dirigida al ámbito público y privado, a las prepagas, a las obras sociales, a las instituciones de todos los ámbitos; es decir, que apunta a que deben ser ellos los que deben respetar la ley. Lo curioso es que justamente es en estos ámbitos donde no se respeta, sobre todo en las prepagas, que hacen lo que se les antoja. Son muy pocas las instituciones en las cuales estos puntos se llevan a cabo. Por ejemplo, la maternidad “Estela de Carlotto” es la única que respeta que el cumplimiento sea un cien por ciento. En la maternidad del Hospital Álvarez también se cumple.
Lo que sucede es que ley tiene que ir acompañada de un cambio de paradigma profesional. Igual es muchísimo peor la situación en los privados, en las prepagas, donde la intervención es altísima. Eso se ve en los porcentajes: ¿Cómo justifican que más del 90% de las mujeres terminen en una césarea? ¿Cuál es la diferencia, las mujeres que van a las clínicas están falladas? Claramente, el problema no es de las mujeres, sino de quienes las asisten. Esto es lo más curioso y lo más terrible, que todavía tengamos un largo camino por recorrer para que esto suceda.
Por otra parte, lo que sucede en los hospitales públicos es que muchas veces depende de las guardias: en algunas, los profesionales asisten acorde a la ley, haciendo su trabajo de manera impecable, escuchando a las mujeres, respetando sus tiempos, no interviniendo el proceso, toda una mirada acorde a la ley y a las necesidades de las mujeres. La ley también apunta a la interculturalidad. Por ejemplo, a las mujeres de las comunidades bolivianas, es muy importante que no le saquen sus vestimentas o no las bañen, porque ellas antes de ir a parir suelen tener un ritual, una suerte de sahumada y entonces ese olor que traen tiene que ver con una protección. La placenta también es importante en muchas comunidades y, sin embargo, eso no se tiene en cuenta y se considera un residuo patológico y se tira; en muchos lugares sucede esto pero en otros sí se respeta, y si la mujer la pide, se la entregan sin problemas.
Creo, en resumen, que la base está en la información, en seguir informando, y en ese sentido, la Semana Mundial de Parto Respetado siempre está buena en tanto trae a la luz esto que sucede, poder hablarlo y generar un poco más de conciencia respecto a este tema cada año.
APU: A pesar de la ley, y de que existan hospitales o clínicas más respetuosas con ella, siempre la mujer (y su pareja) queda muy expuesta a la arbitrariedad de los profesionales presentes en el parto, generando una situación de mucha vulnerabilidad. ¿Eso está cambiando? ¿Cómo se puede empoderar aún más a la mujer para que pueda tener un parto respetado?
N. I.: En primer lugar, recibiendo más información. Esto es clave, porque la información empodera. Otra forma de empoderarse es realizar un “casting” de obstetras: ir, preguntar, si no cierra el profesional, irse y no quedarse con el primero que le toca. Es decir, buscar y no conformarse. Estamos en un momento de generar un cambio, y ese cambio va a venir por la presión social, y no por un cambio de conciencia de la noche a la mañana de los profesionales.
Es importante también estar en grupos, como por ejemplo, "Con quién parimos" (se trata de un grupo de Facebook). Ahí tenés referencia porque están todos los profesionales. En síntesis, es fundamental informarse mucho, consultar si el médico dijo algo que no nos cerró, preguntar en los grupos o acercarse a parteras con otra mirada en salud.
Finalmente, también es necesario conseguir un buen equipo que respete los tiempos de la persona gestante, por más que esté en una institución, lo que es bastante difícil, porque ahí se imponen los tiempo institucionales donde otras personas ajenas al proceso empiezan a apurarlo. También está la opción de poder contar con alguien que acompañe en el domicilio hasta último momento, un acompañamiento en el trabajo de parto hasta que sea la hora de ir a la institución porque ya falta poco para el nacimiento. De esta manera, es posible evitar varias intervenciones. Lo que sucede a partir de ese momento, si va a poder parir en la posición que ella quiere o si va a poder zafar de la episiotomía, ya son cosas que se escapan de las manos, incluso a la mujer en ese momento, porque su rol cuando está pariendo no es tener que estar a la defensa de sus derechos, sino que es poder entregarse al nacimiento de su hijo. Y para su compañero lo mismo, que es quien muchas veces tiene que estar en postura guerrillera para poder conseguir que se respeten sus derechos, y es tremendo que suceda eso.
APU: ¿Por qué muchos profesionales (obstetras, parteras) siguen siendo tan resistentes a cambiar determinadas prácticas?
N. I.: Esto tiene que ver con abandonar un sistema de creencias, con el paradigma en el cual fuimos formados en la universidad. Todos salimos de la universidad con un disquito puesto, que representa el modelo hegemónico patriarcal de ejercer el poder: nosotros somos los que sabemos y la persona que está enfrente no tiene idea de su proceso ni de su salud. Desde mi mirada, hay que ser muy conscientes, tener empatía por el que está delante tuyo. Para eso, tiene que haber un cambio de paradigma.
También, hay una inclinación a ver el cuerpo del otro como un objeto. Ya desde que estudiás anatomía trabajás con los "preparados", que son pedazos de cuerpo humano, y eso se transforma en un objeto de estudio (omitiendo que es parte de una persona que murió siendo NN). Desde el minuto cero pasa a ser un objeto de la práctica médica y no un sujeto. Creo que sucede de esa manera para poder soportar lo que ves en la carrera, pero esto termina llevando a una deshumanización de los profesionales, más el cansancio, más el sistema jerárquico que está en todos lados: el jefe de guardia, la coordinadora, las residencias, los estudiantes de primero y segundo año que no tienen derecho a nada, etc.. Todo este sistema refleja la deshumanización y es una cadena de violencia que termina siendo depositada en esa mujer que está pariendo.
Las nuevas camadas de parteras desean otra formación, desean asistir de otra manera, y entienden que muchas cosas que ven en los hospitales o que lamentablemente reciben en la teoría están muy mal. Muchas, incluso, ya tienen otro camino recorrido antes de entrar en la facultad y se dan cuenta de que la cosa no va por ahí. Así que sabemos que esas futuras profesionales van a ejercer de otra manera, pero sigue habiendo otras profesionales que aún aceptan el sistema deshumanizante como una visión única y cerrada a otras posibilidades, coincidente con el pensamiento hegemónico.
Por ejemplo, en 1920 el médico Joseph DeLee, considerado el padre de la obstetricia moderna, dijo que todos los partos tenían que ser asistidos con episiotomía y fórceps por el bien de los bebés, y tal es así que hoy se sigue realizando aquella práctica de rutina. Hoy sabemos que no existe fundamento científico que lo avale y, sin embargo, se sigue realizando y replicando como lo adecuado.
Esto se ve en obstetricia y explica por qué no se logra acceder a un cambio de paradigma tan necesario. Tiene que ver con aferrarse a sus creencias y a no poder ver otra opción. Desde su concepción, desde sus creencias, ellos están haciendo todo para “ayudar” a esa mujer para que el proceso sea más corto. Es duro verlo así pero así fue enseñado. En mi formación, nunca me capacitaron para acompañar un proceso fisiológico de parto. Yo aprendí a conducir, a inducir y a que había que romper bolsa y hacer episiotomía. A mí me pasó algo más personal, de curiosidad y de indagación sobre otras verdades; me interesaba saber cómo hacer para que esa mujer no se desgarre, cómo hacer para acompañar ese proceso del periné distendiéndose sin tocar, confiando y elaborando un proceso contrario al enseñado.
APU: ¿Cómo debe hacer una mujer/pareja para que se respeten sus derechos y se cumpla la ley?
N. I.: Es increíble que tenga que existir una ley en donde se ponga por escrito cuáles son los derechos de las familias en el proceso reproductivo, es el punto al que tuvimos que llegar como sociedad. Esto da cuenta de lo mal que estamos para que deba existir una ley que puntualice que todo esto es violencia.
APU: ¿Por qué una mujer debe firmar un plan de parto donde se consignan los derechos que ya la Ley le otorga?
N.I.: Suena ilógico que deba existir un plan de parto en el que la mujer, basándose en la ley 25.929, en la ley del paciente y en la ley de violencia obstétrica, empiece a mencionar lo que quiera que pase y lo que no pase. Por ejemplo, para que no haya clampeo precoz del cordón, que su bebé permanezca sobre su pecho, que se respete la hora sagrada, etc. Presentarlo por escrito es una forma de asegurarse que lo que suceda en ese nacimiento sea lo más cercano posible a lo que ella desea y a lo que la ley exige.