Argentina frente al COVID-19: Estado y actores sociales, combate común y reforzado
Por Sergio Ferrari
Con fotos de Raquel Méndez y Ministerio de Salud bonaerense
El epicentro pandémico a nivel mundial desde hace algunas semanas se trasladó al continente americano. Estados Unidos, en el hemisferio norte, y Brasil, en América del Sur, rompen récords planetarios de infecciones y decesos. Argentina, con un estricto confinamiento obligatorio decretado el 20 de marzo contiene parcialmente el COVID 19, con consecuencias humanas mucho menores que algunos de sus vecinos latinoamericanos. Al 5 de junio, registraba más de 20 mil infectados y cerca de 600 decesos.
“Nos confrontamos a una situación compleja e inestable. Todo puede cambiar en horas. Las estadísticas pueden llegar a explotar si se deja de actuar eficazmente dos o tres días”, explica el doctor Daniel Gollán, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires (en la foto principal, junto al gobernador Axel Kicillof y la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza).
Estado en el propio Estado, con cerca de 17 millones de habitantes Buenos Aires concentra casi el 40 % de la población del país y equipara, demográficamente, a Suiza y Austria juntas. Con una superficie de 307 mil kilómetros cuadrados, iguala las dimensiones sumadas de Suiza, Austria, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca y el 80 % de Portugal. Concentración y extensión geográficas que ilustran el enorme desafío de conducir la lucha contra el COVID-19.
Actores sociales: papel decisivo
El factor esencial de la respuesta efectiva a la pandemia, además del confinamiento, son “los recursos que están invirtiendo el Estado y las provincias y la metodología comunitaria participativa. No esperamos de brazos cruzados en el Ministerio, sino que hemos salido a recorrer la provincia para detectar, activamente, los contagios”. Esa lógica es lo que permite hacer frente a esta situación tan inesperada como excepcional, argumenta Gollán vía telefónica a este corresponsal.
Se refiere a la incorporación activa de la “comunidad organizada, los movimientos sociales, que, con capacitación y vestimenta apropiada, actúan como vigías de alerta temprana”. Son promotores de salud o referentes sociales que tienen a su cargo una manzana, territorio que conocen bien, que recorren todos los días, y sobre los que pueden informar casi al instante. Nutridos, además, por las informaciones constantes que reciben de sus propios vecinos.
Esta actividad militante y benévola, la respuesta territorial, es una de las cuatro patas del esquema de detección rápida de casos en Buenos Aires. La segunda, las informaciones que llegan de los Centros de Salud, distribuidos en todos los barrios y municipios. Una metodología adicional es el análisis, como se hizo en algunos países europeos, de los residuos cloacales de las zonas de mayor concentración urbana. Y el cuarto canal, una línea telefónica abierta y gratuita, el número 148, a la cual toda persona puede consultar ante señales de posible contagio.
Todo este conjunto de datos se concentra en un sistema computarizado central que permanentemente va indicando el desarrollo de la pandemia. “El concepto de la comunidad cuidando a la propia comunidad juega hoy un papel decisivo que marca la excepcionalidad de la respuesta que estamos dando en Argentina si lo comparamos a nivel internacional y regional”, insiste el ministro bonaerense, quien destaca la buena gestión de la crisis de parte del vecino Uruguay.
Esa activa participación ciudadana no nace ahora, ante esta crisis sanitaria, explica Gollán. Es el resultado de una larga tradición participativa social que es muy importante en Argentina. Y se potencia con una política de Estado, “promovida por un gobierno nacional, popular y humanista, que desde el primer momento decidió apostar a salvar vidas y preservar la capacidad hospitalaria evitando un aumento explosivo de la curva de contagios”. El gobierno no cayó en la trampa del falso dilema entre vida y caída productiva. “Observamos que algunos países en Europa y en nuestro continente, que no quisieron establecer medidas de cuarentena, hoy pagan un precio enorme por los costos humanos, por la caída de la producción y por la inevitable crisis económica creciente”.
Daniel Gollán enumera la infraestructura puesta a disposición en la provincia: se acondicionaron 16 mil camas de aislamiento solo en Buenos Aires y se cuenta con 1.200 plazas de terapia intensiva, sin contabilizar las del sector privado. Por el momento, la ocupación debida al COVID-19 no es mayor que el 4% de ese total. Incluyendo otras patologías, a inicios de junio, se ocupa el 40%. La provincia dispone todavía de una reserva del 60% de su infraestructura sanitaria.
“El mal menor”
Los resultados de esta política de contención, “hasta ahora, son positivos”, evalúa el ministro de salud de la provincia de Buenos Aires. Según datos actualizados diariamente por la Radio Televisión Española, al 5 de junio Argentina registra un escaso 1,37 decesos por cada 100 mil habitantes. Ínfimo, con respeto, por ejemplo, a Ecuador (20), Perú (15), o Brasil (16). En Europa, el Reino Unido explota con un 60 muertes cada 100 mil habitantes, España contabiliza 57, Italia 55, Francia 43. Suecia, con 44, asume actualmente autocríticas de fondo por el modelo “liberal” (casi sin confinamiento) de confrontar la pandemia.
“Me aterrorizan las imágenes de las fosas comunes en diversos lugares de Brasil”, que paga un alto precio por la política antisocial de su Gobierno, enfatiza Gollán. “No quisiera vivir esto ni en mi provincia ni en ningún lugar de Argentina”, subraya, recordando también imágenes dramáticas de Nueva York e Italia en pleno pico. Brasil registra más de 600 mil infectados y más de 34 mil muertos según los datos de la Universidad Johns Hopkins.
Las previsiones futuras, sin embargo, cuanto más realistas más preocupantes, sugiere el ministro. Los efectos económicos de la crisis van a ser significativos y dejarán secuelas sociales muy fuertes. En el plano médico-sanitario, por ejemplo, “la interrupción del seguimiento y los controles de otras enfermedades repercutirán en el Sistema de Salud Pública. Tuvimos que elegir el mal menor. Destinar todos los recursos contra el coronavirus para evitar las decenas de miles de víctimas potenciales”, concluye.