Eduardo Gurucharri: “La expresión peronismo revolucionario está diciendo claramente que hay un peronismo que no lo es"
Por Matías Cambiaggi
¿Qué festejás cuando festejás?
Más allá del poroteo y de si se trató de tablas o de qué, el festejo moderado que se expuso en las redes sociales tras el anuncio del acuerdo con los representantes de los bonistas evidenció, entre otras cosas, la necesidad de la militancia política y social de festejar algo, entre tantas cuestiones puestas en pausa.
Ellos y ellas tienen sus motivos. El más importante, la esperanza y la expectativa de que el acuerdo ahora sí despeje el camino a la recomposición social que urge y que aprieta, aunque ésta tenga menos lobistas en los medios de comunicación y en el Congreso que los tenedores de bonos.
El gobierno de Alberto necesitaba como el agua marcar una tilde en la lista de “objetivos a cumplir” y, efectivamente, se anotó uno importante en la semana que pasó, pero Galperín y los desafinados nunca descansan, y el que lo dijo de una forma transparente en uno de sus editoriales en radio el Destape, fue Roberto Caballero: “la derecha está empoderada”.
¿Existe acaso una definición mejor para explicar los tuits de los ex funcionarios de Cambiemos sobre el acuerdo con los bonistas? ¿O cómo se entienden el contenido y el contexto de las directivas de Macri, “el mejor turista que presidente” desde la Costa azul, negando la participación de la oposición a tratar la reforma judicial o cualquier otro tema que afecte los intereses de la derecha atendida por sus dueños?
Lo de Macri, sabemos, desde hace tiempo que no merece mayores comentarios, pero sí habilita, cada vez con mayor fundamento, su comparación con “el Goni”, aquel presidente boliviano que le hablaba con acento inglés a su pueblo. Lo que está en cuestión, claro, no son ni Macri ni el Goni Sánchez de Losada, sino nosotros como colectivo social y las profundidades en las que supimos hundirnos a pulso.
¿Qué ves cuando te ves?
Del otro lado, en donde hay organización, siempre aparecen buenas. La que hoy destacamos es la aparición de un libro esperado y necesario, que desafía al mercado editorial y a la pandemia como no se atrevieron a hacerlo ni las multinacionales. Y como no podía ser de otro modo, es un libro autogestivo y compañero.
La Patria socialista. Una historia de la corriente del peronismo revolucionario, es un libro de Eduardo Gurucharri, Jorge Pérez, Edgardo Fontana y Sara Alfaro que con documentos históricos, testimonios y crónicas, recorre la historia que va desde el Movimiento Revolucionario Peronista, de Gustavo Rearte, hasta el FR 17. Hilvanando, desde la mirada y las acciones de uno de sus sectores más vitales, buena parte de la historia del Peronismo.
Con motivo del libro charlamos con Eduardo Gurucharri, uno de sus autores, para recuperar esa parte de nuestra historia. También para pensarla desde el presente, siempre con la convicción de la necesidad de desafiar a los desafinados, para que la Patria no sea sólo cosa de unos pocos.
AGENCIA PACO URONDO: ¿De qué forma dialoga con el presente este libro?
Eduardo Gurucharri: Yo creo que cada época tiene sus cuestiones, sus desafíos y lenguajes. Lo importante de una época anterior es ver si sus protagonistas la pudieron pensar en profundidad. Esto es lo que te puede aportar algo para pensar este tiempo. “El pasado es raíz y no programa”, decía Cooke. Lo que pasa es que en la Argentina los problemas de los sesenta o setenta son similares, pero ahora están totalmente desbordados. Si antes había un poco de miseria, hoy hay muchísima más. Mejoraron algunas cosas como los divorcios el respeto a las sexualidades, pero en todos los otros sentidos la Argentina de hoy ha empeorado mucho. Quizás por eso los años sesenta y setenta estén tan presentes todavía.
APU: ¿Quién fue Gustavo Rearte?
E.G.: Rearte fue muy importante no sólo como referente de nuestra corriente, sino de todo el peronismo revolucionario. Del más combativo. Rearte fue un trabajador, Secretario General del Sindicato de jaboneros cuando tenía 25 años, en el 57 ó 58. Participó de la fundación de las 62 Organizaciones, después fue dirigente de la juventud peronista, su primer líder y el que encabezó la primera acción de guerrilla urbana moderna en nuestro país, que fue un asalto a un retén militar de la aeronáutica en Ezeiza, en los barrios de monoblock. Esto fue en el 60. Después fue preso Conintes. Y era un autodidacta, en una época de oro de la clase obrera argentina que sacaba dirigentes de la talla de Rearte, de Raimundo Ongaro, de Atilio López, de Agustin Tosco, de Di Pasquale, de Leandro Fote, Leandro Romano. Fue una época en donde parecía que la clase trabajadora podía ser también la clase intelectual de sí misma. Una época que no tiene parangón con otra en la historia argentina.
Rearte fue uno de los principales organizadores del primer congreso de la Tendencia Peronista que se hizo en el 68. Esa primera tendencia era el otro rostro de la CGT de los argentinos y fue, también, la que le dio el aval a los otros grupos guerrilleros, pero Rearte en el 70 cuando salen estos grupos advirtió que la lucha armada sin la inserción de ciertas premisas históricas podría deparar nuevas derrotas más trágicas que las conocidas hasta ese momento, con una importante pérdida de vidas. ¿Cómo podía ser que Rearte, el que había hecho la primera acción urbana junto a El Kadri, Rulli y otros, dijera esto? Bueno, con el tiempo se vio que no le faltaban razones para decir lo que decía, pero cuando se necesitó un volantazo él ya no estaba porque falleció en el 73, a los 40. Ese primer Congreso, en el que participaron entre otros, Rearte, Cooke, García Elorrio, varios grupos del peronismo de distintas provincias, y por supuesto el Mayor Alberte, el delegado de Perón, junto al Cordobazo y el Rosariazo, fue responsable de hacer retroceder a la Dictadura y empujarla a negociar.
APU: ¿Qué se entendía por Revolucionario? ¿Tenía que ver con los objetivos o con los métodos de lucha?
E.G.: Lo de revolucionario se usaba de forma indistinta, pero la expresión peronismo revolucionario está diciendo claramente que hay un peronismo que no lo es. La expresión de tendencia, en cambio, era más amplia, como para establecer relaciones con otros sectores más reformistas.
APU: ¿Por qué pensás que la organización que hegemoniza ese proceso es Montoneros?
E.G.: Por un lado, desde que se constituyeron, se desarrollaron solamente pensando en la preparación guerrillera. En Córdoba tenían gente, pero en Buenos Aires eran un grupo más pequeño. Apostaron a eso, una especie de foco urbano con acciones como la de Aramburu como forma de propaganda, pero que no podría haber existido sin periódicos como En lucha o los diez mil periódicos que se repartían de Compañero o el periódico de la CGT de los argentinos que hacía Walsh. A partir de eso, ellos lograron un nivel de repercusión que nosotros no conseguíamos, pero nosotros pensábamos que era saltar etapas. Que no convenía hacer acciones de ese tipo. Llevar el enfrentamiento a un nivel que considerábamos desfavorable para las condiciones populares, sobre todo teniendo en cuenta las características heterogéneas del peronismo. Por eso también terminó a los tiros el propio peronismo. Pero ellos se ganaron lo suyo, con valentía. Eso también hay que reconocerlo, y al principio les salió bien.
APU: ¿Cómo se vivía ser un militante peronista?
E.G.: Era mejor que ser militante de algún sector de la izquierda, porque estábamos más abrigados. Yo, una vez, me escapé de la policía unos días antes de la vuelta de Perón en el 72. Me escapé por el andén de la estación de Flores del Sarmiento y me acuerdo que la gente me gritaba “Dale pibe. Dale” Y al final, me escapé. Había eso. Ese respaldo popular que te abría la puerta en una manifestación. Ser peronista era un pasaporte de credibilidad para hablar con el pueblo. Ahora, en nuestra época se daba todo y no te quedabas nada, eso ahora cambio mucho, es otra época ésta. Es una época constitucional, hubo una especie de empate histórico, fuimos derrotados militarmente, pero al mismo tiempo los militares sufrieron la peor de las derrotas porque terminaron señalados por su propio pueblo porque hicieron cosas terribles. Yo creo que la gran ventaja que teníamos es que no dependíamos de ningún sueldo. Teníamos libertad para decir y hacer lo que queríamos y, al mismo tiempo, asumir los riesgos que implica hacerlo. Hoy hay demasiados condicionamientos y entre lo que se dice en la campaña y lo que se hace después hay mucha diferencia. Es otra época.
¿Será el signo de nuestra época la democracia con exclusión que cada vez es menos democracia? A la vuelta de la charla con Gurucharri, suena otra vez el rasgueo seco de la guitarra de Mollo y la invitación a mirarnos de cerca mientras los Galperín, Roca o Macri tuitean en piyamas. ¿Se investigará el origen de la Deuda? ¿Se castigará a sus responsables? Tal vez los festejos puedan tener aún más volumen. Según todas las fuentes consultadas, se acabó el tiempo de aceptar la mentira por verdad. Rasgueo seco de la guitarra de Mollo.