"Los Pacientes": un ensayo sobre la fragilidad
Por Juan Cruz Guido
Laura Conde es la directora de la puesta multidisciplinaria Los Pacientes, un ensayo sobre la fragilidad. APU entrevistó a quien dirige esta obra que oscila entre la paciencia, la quietud y la inacabable imaginación para desarrollar una medicina poética.
Agencia Paco Urondo: Se presentaron hace unos días en el Festival Los Teques, de Venezuela. ¿Hay una necesidad de volver a Los Pacientes en este contexto?
Laura Conde: Los Pacientes, un ensayo sobre la fragilidad, es un texto poético de Ana Rocio Jouli sobre el que yo trabajo una puesta en escena multidisciplinaria. Se estrenó en 2017 en el Portón de Sanchez y ha pasado por diversos espacios, como el ciclo de danza del Centro Cultural de la Cooperación y el festival Buenos Aires Off en el Coliseo Podestá de La Plata. Ahora tiene que subirse a la escena de la pandemia, por decirlo de alguna manera. Estabamos con la posibilidad de estrenarlo afuera, pensando también en llevarlo a algun escenario porteño. Pero en el marco de la suspensión de todas las actividades culturales empezamos a pensar, como todos los elencos y compañías, otros medios, otras maneras de seguir mostrando un material que creemos que en este momento sigue interpelando por el tema en sí del espectáculo y la experiencia a la que nos enfrenta.
Por supuesto que hay que ponerse a pensar si es posible mostrar este material y cómo. Así como todos los espectáculos que fueron pensados para escena y no para el video, un marco perceptual audiovisual.
Con Los Pacientes ocurre que muchos de sus textos, y la reflexión corporal vinculada a la espera, el ser paciente, y la fragilidad, ha generado que nos estén llegando mensajes de espectadores y de quienes han podido leer el texto de Ana Rocio Jouli con preguntas de por qué no Los Pacientes ahora.
APU: ¿Cómo interpretas que puede leerse en este momento de tanta medicalización de la vida?
L.C.: El texto toma el tema de la enfermedad y del cuidado del otro desde un lugar que tiene que ver con las pequeñas épicas de cada uno de esos pacientes. Las pequeñas historias. La vida de un señor muy enfermo, en esa situación de terapia se le pasan las escenas de su vida, va recordando los momentos. De las cosas que se han esperado de él y no ha sido, de las guerras que no luchó. Así como el papel protagónico que es el rol de la enfermera. Pero a mi me interesó trabajar particularmente algo que quizás no estaba tan expuesto en el texto, que tiene que ver con la medicalización del cuerpo, de la vida. La normalización de los cuerpos a partir de la ortopedia. La permanencia en un espacio de encierro. Siempre a través de una poesía que no generaba un ambiente opresivo. Sí inmersivo. El espacio escénico es casi estar adentro de la instalación de un hospital. Por eso hay muchas preguntas que el texto me sigue haciendo. Me preguntó si en una situación de postpandemia, con la apertura de los teatros, Los pacientes es una espectáculo que podemos dar a ver. Después de tanto encierro y tanta medicalización del cuerpo.
Yo creo que en Los pacientes hay un rumor que estamos escuchando. Y lo hace a través de la poesía, con imaginación, que es algo que necesitamos tanto en este momento que la rutina, la desinfección permanente nos pone la vista corta. La incertidumbre nos hace dificil pensar el hoy y el mañana con imaginación.
APU: Hoy, por la contagiosidad del virus, existe una distancia mayor entre el personal sanitario y los pacientes, la obra también trabaja eso…
L.C.: En el espectáculo trabajamos la mediatización de la voz. No había voz orgánica. La voz estaba mediada por un artefacto, por un amplificador. Estaba en un espacio separado que era el atril, fuera de la escena. Allí, la enfermera era hablado por otros discursos, el discurso médico, por enciclopedias, hasta que de a poco se iba revelando una subjetividad. Y era su espacio de reflexión, de construcción de subjetividad pero siempre mediada, nunca orgánica. Y cuando entraba a escena e interactuaba con los pacientes no había voz. La interacción con los pacientes era muda. Y repetidos. La comida, el suero, una repetición constante. Una experencia silenciosa. Que lleva a la enfermera, al final de la obra, al borde de la locura.
El artefacto está muy presente. Están todos conectados. Los pacientes al respirador; la propia enfermera, la única voz de la puesta, a un micrófono. Hay algo de la vida conectada a los artefactos. Por eso la danza y la imaginación como un espacio de reflexión ante tanto artefacto.
APU: El aislamiento genero quietud y encierro, ¿cómo lees está situación a través de Los Pacientes?
LC: Hay varios textos que apuestan a eso. A crear mundo y el movimiento infinito que puede haber en la quietud. Los mundos que hay en esos pacientes que no pueden moverse. Ahí también el universo del movimiento que trabajamos en el espectáculo abre esas preguntas.
APU: ¿Que dimensión tiene la poética a la hora de permitir multiples interpretaciones, en diversos contextos?
L.C.: Es inagotable. Justamente porque son tópicos que nos atraviesan siempre en algún lugar y son rumores que pueden ser escuchados en el pasillo de un hospital. Pero también son frases que escuchamos hoy. Y nos toca muy de cerca. Por supuesto la puesta en escena es una lectura posible del texto, la que yo hice, que a la vez se fue modificando y modificando en cada espacio. Y que hoy se ve de otra manera. Cada puesta en acto es una lectura y una rescritura del texto. La poesía por la densidad que tiene en imágenes nos habilita a eso de una manera mucho más rica.