Informe de un día: la cosmovisión de Remedios Varo
Por Inés Busquets
Vísperas de carnaval, invasión de mosquitos y una humedad que se materializa en la ropa y en el pelo. Son los últimos días de Remedios Varo en el MALBA y una de las pocas oportunidades que quedan para visitar su gran constelación. Fui con mi hermana que es artista plástica y en ese instante en el que entramos a la primera sala de exposición asimilé cada una de las cosas de la Remedios que ella me fue contando durante el año pandémico.
Ir a la muestra “Constelaciones” es adentrarse en un mundo propio. Apropiarse de su concepción del universo, su manera de mirar, su vínculo con el cosmos, la construcción de un espacio único y personal que parecía acompañarla todo el tiempo, independientemente del lugar donde se encontrara. La mímesis con lo astral, el encanto con la naturaleza, la conexión con esa estrella que la une a una totalidad.
¿Qué mundo habitamos? ¿Cuánto nos pertenece? ¿Somos hilos del destino? ¿Partes de una integridad que nunca llegamos a conocer?
La influencia del surrealismo, la vida en París, el exilio, el arte mexicano, las vanguardias y la vida privada son los elementos que subyacen en la compleción de la obra y que traducen su cosmovisión.
La transmisión de lo onírico contiene la singularidad de reconocerla así aun en la vigilia. Ella y su arte parecieran confluir de una manera natural porque es su mirada, además de su inconsciente, la que se destaca. Crea su hábitat, el espacio donde transcurre, la naturaleza que la rodea con contemplación de poeta. Entonces un gato puede ser de helechos y la nube apuntar sus gotas como si el cielo fuera una gran regadera. Un hombre que maneja la máquina del tiempo se mimetiza con un piso damero en blanco y negro perdiendo la firmeza que lo caracteriza para envolverlo en modo de protección. Es que ella modifica el orden natural de las cosas. El cielo nunca es celeste, el vacío es energía transmutada en otros seres, los animales trascienden los cuadros como si perdieran la dominación de la artista y cobraran vida propia.
Para Remedios los gatos eran “animales sagrados” no eran mascotas sino pares.
Los vehículos, las ruedas y los relojes indican que todo funciona según nuestra imaginación y la relación que tengamos con aquello que desconocemos y que sin embargo nos convoca. Una alquimista del arte que combina la ciencia, los materiales y las sustancias con la espiritualidad y que hurga en todo aquello que la conduce al origen del ser y a la fuente de todas las cosas.
La exploración personal, lo místico, los saberes ocultos, el cuerpo, la experiencia se conjugan para develar sus obsesiones, las pasiones, la avidez por descubrir.
La presencia de los bocetos marcan el proceso de la obra: me interesa lo que borra, dice mi hermana y pienso en todo aquello que no dice, en todo los significados del silencio o de los espacios en blanco. En las decisiones a la hora de mostrar, al arte público más privado como decía Saer con respecto a la escritura.
La búsqueda espiritual, el acercamiento a la Escuela del Cuarto Camino de Gurdjeff y la huella que puede verse en muchas de sus pinturas, como la búsqueda de sentido, las vibraciones, la Ley de la Octavas y la música interior que cada uno es capaz de descubrir en su despertar consciente.
La exposición cuenta con más de 120 obras entre pinturas, bocetos, documentos de archivo personal y dibujos.
Remedios Varo nació en 1908 en España, luego vivió en Francia de donde huyó exiliada a México por la persecución nazi en Paris en el 1941, allí se aleja del movimiento surrealista para expandirse en su propio desarrollo artístico.
Murió en el año 1963, de forma intempestiva en un momento creativo, un infarto masivo irrumpió antes de finalizar su última obra. Naturaleza muerta resucitando: Una pintura sin figura humana, solo una mesa con ocho platos ordenados, pero en estado de levedad; una vela encendida y las frutas conformando el cosmos que centrifuga la energía, creando un puente etéreo hacia la luz.