El debate sobre la sindicalización policial: la seguridad como vidriera de la política
Por Esteban Rodríguez Alzueta*
Mirada la vida cotidiana a través de la televisión, el verano suele ser un momento para las noticias más bizarras. Siempre hay un evento truculento que acapara la atención y fecha el verano para siempre, pero también es la temporada preferida que eligen algunos para salir a escena y ganarse la curiosidad con declaraciones estridentes hechas a la altura de los fantasmas y la credulidad de la opinión pública. El que quiera indignarse que encienda la televisión, allí encontrará un desfile de gente airada que se las sabe todas, que despotrica a cuatro vientos. Saben que todo lo que se diga se olvidará la semana siguiente, pero saben también que les alcanzará para subirse a otro set televisivo. Sergio Berni es el alguien que hizo de la seguridad, de la lucha contra el delito de los pobres, una pasarela para la política. No digo que Berni sigue los caminos de Bullrich. Es al revés, Patricia encontró en el estilo de Sergio una plataforma que le permitió darle rienda suelta a las bravatas y matoneadas de las que fuimos testigos durante el macrismo. Sergio y Patricia se convirtieron en dos pesos plumas de la política local. Gente espectacular a la altura de la ingenuidad que caracteriza a las personas que crecieron viendo la tele, que siguen la política local a través de los noticieros televisivos. Gente que aprendió a jugar con la desgracia ajena, que sabe manipular la ansiedad y los miedos que legítimamente suscitan algunas conflictividades muy generalmente sobrerepresentadas por la TV. Son personajes de la TV, nacidos para estar en la TV, que saben que gran parte del capital político se juega frente a las cámaras de TV. Y cuando la seguridad se convierte en la vidriera de la política, estos personajes tienen todas las cámaras apuntándoles o harán lo que sea para que eso suceda.
En las últimas semanas vimos a Berni desfilar por los portales y canales de noticias. Berni es una gran aplanadora, para él las cosas son como son, no tienen complejidad, ni profundidad o por lo menos no lo demuestra. Hay un manual de política que dice que a veces conviene subestimar los problemas que nos quedan grandes, al menos públicamente. De la misma manera que otras veces conviene exagerarlos. Por eso no son necesarias políticas públicas de largo aliento, basta coraje, voluntad y decisión. Y eso no significa que el ministerio que pilotea no las tenga, pero no suelen ser objeto de publicidad. Berni prefiere la munición gruesa, con eso alcanza para remar las coyunturas, para salir airosos de los desafíos que impone la contingencia política. Y la verdad que mal no le ha ido.
En las últimas semanas habían circulado supuestos rumores de una nueva protesta policial. Rumores que no sabemos a qué grupo de los tantos que existen se pueden atribuir. Estamos entrando en la etapa de paritarias y los policías no tienen un marco para discutir las condiciones laborales con la patronal como la tienen los empleados de la administración pública, los maestros, médicos, enfermeros y municipales. Los policías y penitenciarios están atados a la suerte que corran las paritarias del resto de los estatales. Saben además, por experiencia propia, que los aumentos suelen llegar con mucho delay, y saben también que gran parte del sueldo luego dependerá de la capacidad de obsecuencia y el silencio que individualmente sepan dispensar al jefe de turno: si hace ruido se queda sin horas CORE y horas POLAD, sin vacaciones, sin paraguas. Eso sí, el año pasado fue una de los sectores del estado provincial que más aumento recibió. Aunque también hay que decir –como reconoció el propio gobernador- que era uno de los grupos más retrasados. Como sea, esos aumentos no cayeron del cielo, llegaron después de la protesta que ahora se está queriendo cuestionar.
En ese contexto y ante los rumores de acuartelamiento y movilización dijo el ministro: “Si me toman una comisaría voy y los saco a los tiros”. Con estas declaraciones se ganó la atención de toda la prensa estival, estaban dadas las condiciones para dar el próximo movimiento: la desafección de 450 efectivos que supuestamente habían participado de la manifestaciones del 2020. Una noticia que fue muy bien recibida por algunos sectores del periodismo progresista que, dicho sea de paso, deberían comenzar a despabilarse un poco. El ministro sabe que es un camino largo, porque los procedimientos administrativos no están exentos –mal que le pese- de las garantías procesales de las que suele renegar públicamente.
Pero lo que hizo Berni fue madrugar a los referentes, apretarlos, lo mismo que hicieron muchos gobernadores en otras épocas con otros sectores sociales: criminalizarla. Saben que una manera de sacar la protesta de la calle será activando procesos administrativos o judiciales que, más allá de que después no se concreten, permanecerán en un cajón como amenaza pura y dura. La medida de Berni no es inocente: hay que leerla al lado del debate público en torno a la necesidad de dotar un marco de previsibilidad a los conflictos con los trabajadores policiales. Y que conste que no estamos pensando necesariamente en la sindicalización, hay otras formas de canalizar los reclamos, con otras figuras, como existen en Chubut y Santa Cruz: Un Consejo de Bienestar o del Salario. Pero también hay que leerla no perdiendo de vista que estamos entrando en el calendario electoral de un año, esta visto, será muy particular. Falta mucho para regresar a la normalidad y el gobierno no puede darse el lujo de dejar carretear la protesta policial.
Pero de paso, al hacerlo, Berni no solo reniega de la discusión sino que desautoriza el debate con una frase sacada de la cantera antiperonista. Una frase que la podemos imaginar en boca de Vidal o Bullrich, pero no del número dos, tres o cuatro de la gobernación de la Provincia. Porque según Berni, detrás de la sindicalización está “la disputa de una caja millonaria”. Berni no es tonto, apela a la reserva de sentido gorila para despejar la cancha y desfilar a sus anchas por la pasarela donde, a juzgar por las pintadas en el Conurbano y las rutas provinciales, parece haberse subido. Entre paréntesis: tendría que tener en cuenta que los gobiernos peronistas crean mejores condiciones para que sus trabajadores presenten sus demandas en el espacio público. El peronismo genera contradicciones y no me parece que la extorsión a través de la desafección sea la mejor forma de tramitarlas. Cualquier forma de organización demanda una serie de recursos que salen de los descuentos que la Provincia hace sobre el salario de los trabajadores que se afilien al eventual sindicato. Esto es peronismo básico: la organización no se sostiene solamente con la militancia de sus miembros, se necesitan recursos y esos recursos tampoco caen del cielo. Pero lo que hace Berni es embarrar la cancha, confundirlo todo. La “caja policial”, la famosa “caja policial” provista por la recaudación que implica la regulación de las economías ilegales e informales, está muy lejos de los policías que protagonizaron la protesta del año pasado. Solo un pequeño sector de la policía, tres o cuatro grupos, suele beneficiarse de los suculentos ingresos que la misma genera. Berni lo sabe muy bien, sin embargo elige tirar la pelota fuera de la cancha. Y si lo ignora estamos en problemas.
Suele decirse que la inseguridad no vota. En las elecciones presidenciales suelen pesar otros temas, mucha gente come vidrio pero intuye que en esas elecciones conviene prestar atención a otras cuestiones que después repercutirán en su bolsillo. Ahora bien, en las elecciones de mediano término, la inseguridad suele ser uno de los temas preferidos de los votantes. Kiciloff lo sabe y por eso ficho a Berni a su escudería. Tal vez Berni sea un ministro con fecha de vencimiento, porque tal vez haya sido elegido o bendecido para ser el candidato que saldrá a las pistas en estas próximas elecciones que, como recién se dijo, no serán cualquier elección. Como nos enseñó el cineasta Mariano Llinás, Buenos Aires es una provincia llena de “historias extraordinarias”. Una provincia conservadora, sórdida, llena de gente resentida, hinchada de ira, entrenada para no entender, para ver las cosas con odio. Ese fue el elector favorito de Scioli y Vidal y también parte del electorado que supo ganarse el actual gobernador. Conservar a la hinchada, ampliar incluso la base electoral, implica tomar los temas que le sacan el sueño a los bonaerenses. Y en este contexto de crisis, después del tendal que dejó el macrismo y va a dejar la pandemia, es muy probable que los delitos que tienen un amplio impacto en la integridad física de las personas se expandan y ganen cada vez más centralidad. Frente a esas circunstancias, el peronismo o parte de este cree que una forma de llegar a la próxima elección será disparando por donde la gente corre. No es poca cosa si se tiene en cuenta que en frente hay una oposición apostando a la grieta, que no se le cae una idea, y que está esperando otro muerto para hacer leña del árbol caído. Lo dijimos muchas veces: Berni es la mano derecha del gobernador y la mejor prueba que tenemos para darnos cuenta que el punitivismo no es patrimonio de la derecha. Un gobernador que sigue enredándose con un personaje que dudamos pueda después desactivar fácilmente.
*Docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Director del LESyC y la revista Cuestiones Criminales. Autor entre otros libros de Vecinocracia: olfato social y linchamientos, Yuta: el verdugueo policial desde la perspectiva juvenil y Prudencialismo: el gobierno de la prevención.