Caso Santiago Cancinos: cómo comunicar desde el Estado y los medios con perspectiva de género
Por Maricruz Gareca
Por decisión de la autora y la entrevistada, esta nota contiene lenguaje inclusivo
Santiago Cancinos es un pibe trans salteño. El 16 de mayo de 2017, con 14 años, salió de su casa para ir a una clase de gimnasia al colegio Belgrano, donde asistía, y no volvió nunca más. Cuatro años más tarde, sus restos óseos fueron encontrados en las cercanías del Río Wierna, en la localidad de Vaqueros, a pocos kilómetros de la capital salteña. El hallazgo de sus restos por dos personas civiles que se encontraban en el lugar, una zona de difícil acceso, y la posterior confirmación de su identidad conmocionaron a toda la sociedad salteña. El dolor, la tristeza y la indignación por su trágico final se hizo sentir en todas las redes sociales. El caso de Santiago, sin embargo, también movilizó la opinión pública respecto a un tema muy sensible como es la identidad de género bajo la cual se autopercibía el adolescente: Santiago era un pibe trans. Es necesario remarcar la importancia de su identidad autopercibida, porque, más allá de la causas concretas que ocasionaron su muerte y que son objeto de una causa penal, resulta imposible no pensar en el odio como razón central en este desenlace. Santiago murió por ser quien era: un pibe trans en una sociedad salteña cuyas instituciones y parte de su sociedad siguen ancladas en estructuras patriarcales que deben ser superadas por las nuevas generaciones.
Un ejemplo claro de lo anterior es que, si bien al momento de su desaparición, la denuncia y posterior búsqueda del joven se realizó utilizando el nombre que le dieron al nacer, lo cierto es que tras visibilizarse que su identidad autopercibida era la de un varón, tanto los medios de comunicación locales –y también nacionales– como integrantes de la administración de justicia salteña siguen insistiendo en vulnerar su derecho a la identidad, nombrándolo con su nombre anterior ("deadname"), desconociendo o eligiendo desconocer la vigencia de la Ley 26. 743 de Identidad de Género, promulgada en 2012, como también la Ley Micaela (27.499), que implementa la capacitación obligatoria en temáticas de género y violencia contra las mujeres a todas las personas que ejercen un cargo público –y a la que el Ministerio Público Fiscal salteño adhirió–. Esto último quedó evidenciado en la conferencia de prensa que se realizó el viernes 4 de junio para confirmar la noticia, en la que participaron los fiscales a cargo y el director del Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF), quienes insistieron en llamar a Santiago por su nombre anterior, minimizando incluso la importancia de su identidad de género frente a la pregunta de un periodista, vulnerando de esa forma el derecho a su identidad. No menor es la responsabilidad social de los medios de comunicación locales, que al seguir ignorando la identidad autopercibida de Santiago demuestran, una vez más, la falta de buenas prácticas respecto a ejercer una comunicación con perspectiva de géneros.
En función de todo lo mencionado, se vuelve imprescindible repensar ciertas prácticas heterocisnormativas de parte desde quienes deben velar por la protección de los derechos de niñxs y adolescentes, pero también de quienes tienen el deber de informar a la sociedad con responsibilidad y una mirada que incluya la perspectiva de género, en particular cuando se habla de pibxs que son parte de la comunidad LGTTTIBQ+. ¿Por dónde empezar? Un primer paso es, sin dudas, reflexionar en torno al concepto de “identidad de género” y ver cómo impacta dentro de una sociedad como la de Salta, ciudad donde vivía Santiago Cancinos. Al respecto, AGENCIA PACO URONDO dialogó con Ana Peréz Declercq, Lic. en Sociología, Magíster en Salud Pública y Doctora en Sociedad y Cultura, y Directora del Observatorio de Violencia contra las Mujeres de la provincia de Salta, quien brindó una reflexión sobre por qué la identidad autopercibida de Santiago conmocionó a toda la población de esta ciudad norteña, pero también sobre la necesidad de que tantos los agentes del Estado como los medios masivos de comunicación se capaciten en temáticas de género y diversidad.
AGENCIA PACO URONDO: El reciente hallazgo de los restos de Santiago Cancinos, tras 4 años de su desaparición, fue un cimbronazo para la sociedad por muchas razones, pero particularmente por su identidad de género, algo que una parte importante de la sociedad salteña rechaza. Desde su mirada, ¿qué reflexión puede realizar al respecto?
Ana Pérez Declercq: La identidad de género no es, y no debería ser, algo que se comunica de manera verbal un día determinado. Desde niñxs estamos constantemente comunicando nuestra identidad que, como queda expresado en la ley 26.743, es una “vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente”. El problema reside en que estamos habituades a encasillar diversidad de estas vivencias, de estas manifestaciones de la identidad, en mujer/varón.
En el caso de Santiago, la gorra, el corte de pelo, sus gestos permitían hacer una lectura de su identidad, una lectura que sigue encasillando, tanto si se le asigna la identidad de un varón trans como si se le juzga por haberse salido de la heteronorma. Aun nos es difícil no encasillar a las personas y a sus identidades.
Por otro lado, la identidad se construye en un intercambio con otres, y ahí nos damos con distintes interlocutores, la familia, les influencers presentes en las redes sociales, les amigues de la secundaria, las autoridades de la institución escolar, entre otres, que habilita la escucha y la mirada de la diversidad de identidades posibles o, por el contrario, se cierran. Entonces, une adolescente de 14 años era buscade por la familia, compañeres del colegio, los medios de comunicación y les agentes del Estado como Gala; un influencer advierte que solo responderá a la búsqueda si se le nombra como él había manifestado, Santiago. ¿Quién le escuchaba? ¿Con quién se sentía libre de expresarse? ¿Qué espacio da el colegio para la diversidad de identidades de género?
Los espacios de libertad para poder expresar la identidad son muy importantes. Algunos sectores de la sociedad cuestionan al influencer, dicen que busca hacerse más famoso o señalan que este causa aún más dolor a la familia. Es un influencer que vive en Uruguay, un influencer que desde afuera nos cuenta lo importante que es llamar a las personas como estas quieran. Pero para conocer cómo le gustaría que lo llamen tiene que habilitarse la escucha y la mirada. Y, lamentablemente, esto no es algo que esté sucediendo. Por el contrario, la educación refuerza el binarismo y los medios y les agentes del Estado invisibilizan les cuerpos diversos y delimitan las identidades.
Quienes tienen una identidad de género o una orientación sexual diversa muchas veces tienen internalizada la negación de estos cuerpos y estas expresiones y libran una batalla interna entre sus sentimientos y lo que el afuera indica como correcto. Este malestar muchas veces se hace visible en el cuerpo con dolores fuertes de cabeza, ideaciones suicidas, cortes en los brazos, dolores estomacales, entre otras somatizaciones. En este sentido, la habilitación a las vivencias diversas, a expresiones de género diversas, a modos diversos de vivir la sexualidad desde los espacios educativos me parece estratégico. Impregnar a las escuelas y a los colegios de la Ley de Identidad de género.
Desde el primer momento, la desaparición de Santiago Cancinos estuvo asociada a la disconformidad con el entorno (en particular la familia y el colegio religioso) en relación a su expresión de género. A los pocos meses de su desaparición se emitieron tres mensajes significativos, el primero, un video que graba el sacerdote del Colegio Belgrano, al que concurría, en el que se dirige a Gala y le recuerda la parábola del hijo prodigo: “Un padre con dos hijos, uno se fue, metió la pata y volvió (…) Acá te estamos esperando con los brazos abiertos”.
Ante este mensaje, dos organizaciones de la sociedad civil, emiten un video con imágenes de personas diversas y un mensaje final: “Estamos. Somos diversxs. Esta también es tu casa”. Un mensaje del colectivo LGBTQ+ que históricamente ha albergado a los suyos cuando la familia y la escuela les expulsaba.
El tercer mensaje, era una leyenda urbana que decía que a Gala la tiene secuestrada un grupo de lesbianas de la localidad del Carril. Un hermoso mito urbano que nos permite ver cómo incomodamos las lesbianas, los gays, les trans, y todas aquellas subjetividades no heteronormadas.
APU: ¿Cómo analiza que, durante la conferencia del día viernes, tantos lxs fiscales como el Director del CIF hayan vulnerado la identidad de género autopercibida de Santiago, nombrándolo con su nombre anterior, desconociendo así la Ley de Identidad de Género y la Ley Micaela?
A. L. D.: Ante una muerte, homicidio, suicidio o desaparición de persona, ¿quién es la voz autorizada para nombrar a esa persona respetando su identidad de género? Para la mayoría de los agentes estatales, el Documento Nacional de Identidad tiene más peso que cualquier otra voz. El acta de defunción se completa con el sexo y el nombre que figuran en el documento. A partir del 2012 tenemos una ley en Argentina que indica que “[d]eberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad”. En la actualidad, aun cuando por ley a solo requerimiento se debe utilizar el nombre de pila adoptado, los títulos del secundario siguen siendo elaborados tomando los datos del documento.
La Ley Micaela es muy importante porque permite la difusión de leyes como la Ley de Identidad de Género, pero es un trabajo a largo plazo porque las rígidas normas del orden binario y heterosexual están muy arraigadas. Un aporte importante de la Ley Micaela es la perspectiva de género al realizar la búsqueda de personas, qué lectura se hace de la información recabada, desde qué paradigmas.
APU: La cobertura de la desaparición de Santiago y su posterior hallazgo por parte de los medios de comunicación locales (y también a nivel nacional) cuenta de una ausencia de buenas prácticas en cómo comunicar con perspectiva de género. ¿Qué acciones cree que habría que implementar para que los medios tengan una responsabilidad mayor en la cobertura de casos de violencia de género?
A.L.D.: Ante la cobertura de los medios, existen leyes que tipifican la violencia de género mediática (ley 26.485) y existen materiales y capacitaciones en materia de comunicación con perspectiva de género. También está habilitada la vía de denuncias en el INADI. Los instrumentos para que se realice una cobertura con perspectiva de género están, y deberá ser continuado el trabajo de capacitación. Lo que lamentamos es que muchos medios apuntan al dato morboso o a la visión policial para comunicar un hecho de violencia de género. Una mirada centrada en un individuo y que busca responsables. Son muy pocos los medios que incorporan una mirada que enmarque en un contexto y brinde un abordaje social y relacional de la problemática.
Un párrafo que me llamó la atención en uno de los medios fue el siguiente: “Se autopercibía como varón, pero no había llegado a realizar un cambio de identidad de género”. En primer lugar, vuelve a cerras las posibilidades de identidad al binarismo, y por otro, apunta al cambio de identidad de género como un punto de llegada, una inscripción de la identidad en un instrumento que es “valido”. La gran posibilidad que nos brinda la ley es ser reconocides “a solo requerimiento”, ya que el trámite administrativo es un derecho, no una obligación. Tampoco es un requisito para el derecho a ser reconocides como nos identificamos.