“Cantares de Junio”: libro de Gerardo Burton
Por Alejandro Flynn*
“Donde hay dolor existe un territorio sagrado” había escrito Oscar Wilde y nuestra historia (como la de todos los pueblos del mundo, en mayor o menor medida) está atravesada por instancias donde la angustia se ha hecho cargo de la vida, desalojando a la alegría del color de su existencia, para sumirnos en el desconcierto y el misterio del motivo de la pena y el sufrimiento. Las poetas, los poetas, como Gerardo Burton se adentran en esa incógnita para traducirnos la esencia de aquello que la mayoría de los mortales no comprendemos en su íntima significación.
Un “territorio sagrado” de dolor concreto emergió en la Argentina a partir de los bombardeos del 16 de junio de 1955 a los que –entre otras tragedias- alude esta obra. En aquella jornada, cuando la muerte llovió sobre la Plaza de Mayo asesinando cientos de inocentes, ocurrió el inédito hecho de que una fuerza aérea de un país (de la Marina en este caso) dejase caer explosivos de destrucción masiva, uno tras otro, sobre la población civil de su propia nación no existiendo una guerra. No se conocería hasta la fecha un suceso similar en la historia del planeta.
El poeta no es indiferente a esa masacre y expresa su compromiso desde el sentir más cotidiano y minucioso de quien percibe “el sonido leve metálico dulce tibio de una llave en la cerradura de la puerta del regreso a casa” hasta el del desasosiego mayor que se pregunta “¿Por qué todo parece entero, íntegro por fuera? pero está roto… el amor está roto, el odio no, la ternura está rota”
Los versos otra vez (y ojala siempre sea así) acuden aquí en auxilio a la memoria, la que “… era un volcán, estaba disfrazada, escondida, clandestina en roca que fue magma al volver”.
La “resistencia”, el “volver” son palabras que hacen al cantar de un pueblo y que Burton esgrime como un antídoto contra la fatalidad, el sino trágico del triunfo de Caín y la maldad; por eso es que cuando dice “los que van muriendo en las calles, peleando, resistentes por la vuelta" la imagen y su mención expresan la rebeldía de quienes no se rinden, aunque sean aplastados ni son vencidos aunque sean derrotados. Son estos versos los del empecinamiento, que “estorba” como diría el mismo poeta en otros párrafos aludiendo a Evita, esa piedra en el zapato de la oligarquía.
Y será la compañera del general, precisamente, ya sin vida, un símbolo al que ni la muerte pudo silenciar y es por eso que el poeta entiende, que más allá de su presencia física, ella sigue atenta al doloroso devenir de su pueblo y a lo que vendrá, cuando tres años después de su partida las bombas arrecien sobre las almas “Y ellos tan sin mí, tan lejos en la plaza bajo la lluvia, ocultos por el humo negro del bombardeo…”
“Un estorbo seré por siempre y será mi nombre bandera en la victoria” son palabras que los versos ponen en la boca de la amada por su pueblo para el día del triunfo “Cuando la alegría ya no cabe más que en las plazas, en los abrazos que de amor no terminan”.
Burton no duda en identificar la maldad y le pone el nombre de aquel que la fundó sobre la tierra: “Caín gobierna muchas veces y cuando lo hace busca hermanos que matar”
Y tampoco duda el poeta en reiterar la obcecación del retorno, de la reconstrucción contra todo mal que se le enfrente: “Volveremos tantas veces cuantas sea necesario, donde duela cuánto duela. Por amor”
Del horror, que pareciera pintado por el mismísimo Bruegel en aquella tarde de junio, se desprende, en las antípodas, la belleza que se hace visible si hay quien pueda percatarse de ella. Y es aquí cuando el poeta dice: “Los escombros, las esquirlas, fueron la dulce carne joven mutilada, como la luna rosa que gobierna el cielo hoy.”
Y avanza en la tarea de exorcizar el horror con un mandato de coraje “para que la madrugada no sea una intemperie sin fin” es que ocurre “el tibio resplandor, que desde el oráculo ordena atravesar las aguas”
Para el cierre de la obra quedará palpitando en el lector, la lectora, el recuerdo imborrable del registro de todos los caídos y caídas en la eterna lucha del pueblo contra los enemigos de siempre. Y las siguientes palabras del poeta abonan el sentido que da vida a quienes no claudican, aunque se les vaya la vida en ese “Volver” y en esa “Resistencia”:
“No existe, dicen los que viven, más amor, mejor amor que la vida que pasa de uno a otro, a otra, a una, a otro y así… Una galaxia donde el tiempo es ahora, todo aquí, todos todas aquí, en la victoria un puro presente”
Tres poemas de Gerardo Burton
V
la vida por perón, la vida
por perón, la calle está oscura
el parque lezama rueda bajo el cielo rojo
de un pearl harbor rioplatense para marinos de utilería
(y los aviadores, contentos por su bautismo esa tarde)
es el fuego
de iglesias que arden, y no son los anarquistas
no, ellos no están ya
son los que quedaron vivos, los que
tienen la vida
por perón, desde los camiones
con palas y palos y pistolitas
porque las armas de eva nunca llegarán
contra los gloster meteor, contra los catalina
contra los beechcraft no pueden
pero habrá fusilados en un año más
(penitenciaría, josé león suárez y lanús
civiles y militares)
y ahora arden los templos
que escondieron armas
como contaba entre sonrisas el cura enrique
que las habían ocultado
bajo el altar mayor
del que dio el manto
a los menesterosos, el santo de tours
y es patrón de la ciudad
arden los templos
esa noche
un raro, escaso
momento de justicia
XVII
el amor roto, la tarde rota
el amor, otra vez
roto, el mar
abierto, también roto
¿dónde, ahora que los años
se han roto, los amores y las horas
de tardes de domingo
de mañanas para trabajar
de puertas
que se abren por la tarde los lunes?
todo es casual, el agua que cae
cada lluvia
el río que la lleva
las nubes
¿por qué todo parece
entero, íntegro por fuera
pero está roto
entre el sonido de ferrocarriles ahí nomás
y los aviones
que hace rato duermen
en hangares abandonados?
el amor está roto
el odio no
la ternura está rota
la picana no
el cielo está roto
no el infierno
buscar el mundo roto
esperar que se arregle pronto
pero no
siempre fue así
el ojo
el oído, el gusto
y el tacto unen todo aquello
que sigue (seguía, seguirá)
roto en su hondura
el amor, entonces, es de
lo real
no del ojo, no del oído
no de la lengua que saborea
todo está roto
y eso es lo real
pero no te lo cuentan
ni el ojo, ni el oído
ni las voces, que mienten
y ése es su oficio
XXIX
las desgracias
no son naturales, no
las catástrofes
tampoco
a los muertos no los mató la lluvia
a los torturados
no los sometió la electricidad pura
la pereza de mirar subyuga
y así
ondean las banderas del enemigo
fabricando
cementerios a su paso
hay que buscar una victoria
recordar
las batallas ganadas hace tiempo
volver
a ganarlas, a pelearlas
aun cuando
las bombas lluevan, los vientos rasantes
sobre la culpa
pudran
el alma
no hay fiesta en ello
no hay gozo, sólo miedo
porque tener deudas
es terrible, mirás y
algo falta, algo muere
por eso
la victoria debe ser recordada
su raíz, cuidada, y de a poco
convertida en dura, alegre memoria resistente
no existe, dicen los que viven
más amor, mejor amor
que la vida
que pasa de uno a otro a otra
a una a otro y así
así
interminable
amor
inter
mi
na
ble
amor
* Escritor, dramaturgo, librero. Reside en Neuquén. Coordina talleres de dramaturgia en bibliotecas populares de la provincia. Gestiona una librería itinerante denominada Libros en la Tormenta