Gaspar Campos: esa casa con impronta peronista a la que todos regresan
Por Paula Viafora | Foto: Paula Viafora
20 de junio de 1973, el día más corto del año, esperado con mucha ansiedad por millones de argentinos ya que se concretaba el retorno definitivo de Juan Perón, después de 17 años de exilio. Un día que quedaría en la historia. Desde muy temprano y muy lejos llegaron columnas de eufóricos ciudadanos con la convicción de que ser parte de un festejo. Entonces se desató el caos. Cualquier cosa que haya sido Ezeiza, una emboscada, un plan para matar a Perón, un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda peronista, todo eso o nada de eso, mostraba una Argentina violenta y dividida.
A ese país regresaba Perón con sus años y problemas de salud. Unos meses antes, en noviembre de 1972, había pasado un mes en Argentina. Esa fue la ocasión para conocer la que junto con la Quinta de Olivos, serían las dos propiedades en las que viviría hasta su muerte en 1974: la mítica casa de Gaspar Campos 1065, en Vicente Lopez. En su libro “Cámpora, El Presidente que no fue”, Miguel Bonsaso hace una descripción del edificio: “Un chalet de tres plantas, con techo a dos aguas, bastante híbrido y convencional ubicado en las barrancas de Vicente Lopez a 10 cuadras de la residencia presidencial de Olivos. De aspecto burgués en un barrio tranquilo, sin ninguna señal visible que anticipará su futuro papel como sede de un poder alternativo a de la Casa Rosada”. La búsqueda, encargada al delegado de Perón, se había concretado en 1971 con la decisiva ayuda económica de Jose Gelbard.
El chalet se levanta en un terreno de veinte metros de frente por cincuenta de fondo, tiene un pequeño jardín al frente y garage para dos autos. El acceso principal es a través de una arcada y porche donde Perón ha sido ha sido numerosas veces fotografiado. Consta de 12 habitaciones ubicadas en el primero y segundo piso, doble cocina, espacioso comedor con vista a la galería, ascensor, extenso fondo en barranca, pileta de natación y 7 baños.
Impensadamente y por esas cosas del destino, este edificio fue construido en 1936 por Alfonso von der Becke, hermano del teniente general Carlos von der Becke, que en 1955 había presidido un tribunal militar que decidió la degradación de Perón. Desde 1993, es nuevamente propiedad del partido justicialista. En ese año fue comprada a las hermanas de Eva (que la habían recibido por herencia, en 500.000 dólares). Los hechos sucedidos en torno al lugar durante los años 72 y 73 y las personalidades que se acercaron a mantener reuniones o simplemente de visita, ya son conocidos.
Es la idea de mirar esos días desde el presente, lo que me llevó a la actual casa de Gaspar Campos. Esa por la que pasé tantas veces como vecina, inevitablemente levantando la vista y mirando hacia la misma ventana que recuerdo difusamente haber mirado hace muchos años, sentada sobre los hombros de mi padre, en un día de calor y rodeada de gente que cantaba y gritaba.
En mi visita, me recibieron referentes del PJ Bonaerense: Daniel Paiva y Roberto Adrián Miranda. Muy amablemente me mostraron una casa impecable. Casi vacía. Durante los últimos meses de 2020 se llevó a cabo una remodelación importante de la que también participó la CGT Regional Zona Norte. Tiene detalles modernos, cámaras en todos los ambientes y persianas automáticas en los ventanales que dan al jardín, bellísimo con sus árboles de colores que muestran un otoño que va terminando.
Entusiasmados, Daniel y Roberto me comentaron los planes del PJ de convertir a la Casa en una escuela de conducción sindical, centro cultural y tal vez, café temático. La recorremos mientras me cuentan quienes ocupaban cada una de las habitaciones. En la parte más alta hay un espacio destinado a convertirse en biblioteca que albergará un montón de libros sobre la época, algunos rescatados de escondites donde los llevó la dictadura.
La puesta en valor está enmarcada en un nuevo lema que reza un cartel en el jardín: “La Casa del Reencuentro de los argentinos”. Con los últimos rayos del sol de la tarde, me asomo por las históricas ventanas del segundo piso. Iluminan una habitación bastante más chica de lo que hubiera pensado. Miro hacia la calle Gaspar Campos y trato de imaginarla colmada por una multitud que miraba hacia arriba. Trato de verme desde esa ventana, entonces me doy cuenta de que yo también regresé. Quizás el lema tenga sentido después de todo.
Sin más habitantes que algún eventual casero o cuidador desde que Perón se mudó a Olivos, cuando se convirtió por tercera vez en Presidente, coincido en que ya es hora que tenga otro destino, de puertas abiertas, para construir la memoria desde otro lugar. Me fui pensando que hoy, despojada de sus antiguos habitantes, la Casa se proyecta hacia el futuro, esperando nuevos regresos.
Link para ver video de la remodelación: