“No hay ningún caso en la historia en el que un país como Argentina haya logrado bienestar a través de la sumisión”
Eduardo Zuaín es el embajador argentino en la Federación Rusa. Fue vicecanciller de 2012 a 2015, durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además, fue embajador en Paraguay de 2016 al 2017. Su mirada sobre las relaciones que un país como el nuestro debe llevar con potencias como Rusia o Argentina. Una entrevista de Camilo Vaca Narvaja y Camila Quian, del Centro de Estudios Soberanía.
Pregunta: ¿Cuál debería ser la agenda a nivel internacional en este nuevo mundo en pandemia y los desafíos que se vienen en la post pandemia?
Eduardo Zuaín: En primer lugar, me gustaría hacer una rápida pintura de cómo estaba el mundo antes de la pandemia. Vivíamos un mundo multipolar, un mundo donde los países se estaban protegiendo desde el punto de vista económico, comercial, es decir, se estaban cerrando. Los mecanismos de integración regional se estaban debilitando.
No nos pasó solamente en América Latina, pasó en todo el mundo: la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea que recibió un golpe importante con la salida del Reino Unido. Los mecanismos de integración se debilitaron porque cada país se empezó a encerrar en sí mismo.
La pandemia lo que hizo fue distorsionar y agravar estas condiciones. Fíjense un detalle que es un símbolo del grado de debilitamiento de los esquemas regionales. Los países cerraron las fronteras sin avisarle al vecino. Uruguay cerró la frontera sin avisarnos. Entonces, veníamos en ese mundo y la pandemia lo distorsionó y agravó aún más esa realidad.
Creo que la primera enseñanza que tenemos de la pandemia en sí, y también de la post pandemia, es que esto no puede volver a ocurrir. La experiencia que tenemos nosotros, los que observamos y estudiamos la política exterior, es que la experiencia fue traumática para cada país, pero cada Estado empezó a ver dentro de sí mismo que tenía para sobrevivir. Como si nos hubieran prohibido salir de nuestras casas, e inmediatamente íbamos a la alhacena para ver si teníamos agua y comida, para cuántos días aguantábamos esa situación de encierro. Y creo que esa es la primera enseñanza de la pandemia.
Además de la deuda del desarrollo, además de la deuda de crecimiento, la primera enseñanza de esta pandemia es que nosotros como Argentina tenemos que tener una estrategia de supervivencia, en primer lugar. Esto no es nuevo para el Norte desarrollado. Hace mucho, hace décadas, hace siglos diría, que se habla de recursos estratégicos, de con qué cuenta cada país para sobrevivir. Eso que es un valor político en el Norte desarrollado debería serlo para nosotros, es decir, identificar en la Argentina cuáles son los sectores de los cuales depende nuestra supervivencia en caso que el mundo va a sufrir una pandemia, o tenga una guerra global, no lo sabemos. Recordemos las palabras del Papa Francisco "el mundo está viviendo una tercera guerra mundial por capítulos". Entonces eso se impone hoy.
Los sectores de la energía, las comunicaciones, el transporte, la ciencia y tecnología, la alimentación y la salud son seis sectores básicos para que la Argentina, sin resignar la integración regional, sin renunciar a una inserción verdadera en el mundo (es decir, que no se dé a través de la sumisión, sino a través de una puesta soberana e independiente con un proyecto de desarrollo) pueda tener esa estrategia de supervivencia lista, armada y organizada. Porque nos puede volver a suceder.
Por ejemplo en salud, hoy estamos viendo lo que sucede con las vacunas. Acuérdense que en el pico más alto de la pandemia hubo una guerra por los respiradores a nivel mundial. Hay países que usaron los servicios de inteligencia para robarse respiradores. Entonces, no es una cosa de ciencia ficción, no es una apuesta al futuro, no es una cuestión estratégica con un horizonte prolongado: es una prioridad política hoy.
La Argentina necesita darse una estrategia de supervivencia reforzando esos sectores, armando esos sectores, tenemos todas las calidades porque somos un país productor de alimentos. Pero además esta pandemia también demostró que nosotros somos capaces de reaccionar ante la emergencia y, por ejemplo, uno de los ejes de nuestro desarrollo, debería ser la producción de insumos medicinales. La Argentina rápidamente se puso a fabricar respiradores: es una muestra de que somos capaces de determinar los sectores críticos para enfrentar esto. Ese es el concepto fundamental que yo quiero transmitir hoy en cuanto a la pandemia y a la enseñanza que nos deja.
El otro punto importante es cuál es el rol que juega el diseño y la ejecución de una política exterior en la vida cotidiana de los argentinos y en el desarrollo argentino. La política exterior de un país -buena o mala, existente o inexistente- golpea en la vida de cada argentino. Por ahí hay compañeros de Berazategui o La Matanza que vieron cerrar una PyME durante el gobierno macrista. Eso por ahí porque alguien en el puerto, sin conocer el país, abrió indiscriminadamente las importaciones y no midió el impacto que eso causaba en la economía nacional, en el empleo y el trabajo de los argentinos.
La política exterior nos impacta, aún con el modelo agroexportador puro, que es un modelo que desde el neoliberalismo se alienta. Por ejemplo, si uno plantea que el desarrollo de la Argentina solamente se debería basar en el modelo agroexportador, pregunto... ¿por qué nosotros no fijamos los precios de la soja? Entre Paraguay, Brasil y la Argentina somos productores importantísimos por volumen y calidad de soja en el mundo. Sin embargo, el precio se determina en Chicago. De nuevo, muy bien elegido el nombre del centro de Estudios "Soberanía", hasta para el modelo agroexportador se necesita independencia. Hasta para eso.
Yo creo que también la pandemia nos plantea la necesidad de que la política exterior sea un eje del modelo de desarrollo nacional. La política exterior, en la concepción de Cristina Fernández de Kirchner y nuestros gobiernos, se legitima sólo si sirve para mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo. Nosotros lo decíamos siempre porque lo pensábamos, porque lo sentíamos e íbamos en esa dirección de gobierno.
Hay una visión un poco antigua de la diplomacia en la que uno tiene la imagen de un diplomático en cocktails, recepciones, vestido de etiqueta. Esa es una visión muy antigua. El diplomático es un vector para nuestro desarrollo, tiene que buscar insumos médicos por la emergencia de la pandemia y tiene que buscar transferencia de tecnología en el exterior para ver si un día podemos fabricar completamente acá la vacuna, desde el inicio al fin. Tiene que buscar oportunidades de exportación en una estrategia de desarrollo donde se eliminen los compartimentos estancos en el Estado. Buscar oportunidades comerciales a partir de las prioridades que nos da el Ministerio de Producción y nos dicen desde cancillería “ustedes tienen que salir al mundo para colocar estos productos”.
Esto tiene que ver con una estrategia de desarrollo nacional, del precio de nuestros productos, en un mundo multipolar que le conviene a la Argentina. Hoy no hay una sola potencia económica. Por eso hicimos apuesta estratégica con Rusia, con China, con India, abrir África para los mercados argentinos. Y después también la apuesta de la integración regional.
Para atraer inversiones nosotros necesitamos masa crítica, y el Mercosur, UNASUR, CELAC nos ofrecían y ofrecen esa posibilidad. Cuando yo era vicecanciller una cosa era la atención que tenía cuando hablaba de Argentina solamente, y otra cosa cuando hablaba en nombre del Mercosur. La atención era mucho mayor, porque acá tenemos un mercado de más de 300 millones de habitantes. Entonces ahí vale la pena, con mucha mayor razón, una inversión. El diplomático tiene que ir siguiendo el diseño de la política exterior que dicta el gobierno nacional, el Poder Ejecutivo. La política exterior la diseña el Presidente de la Nación, y la cancillería somos quienes la ejecutamos.
Nuestra política exterior tiene que ver con el modelo de país que queramos. No se diseña de forma independiente o de espaldas al país. Un modelo agroexportador, como lo hemos vivido durante el macrismo, era una inserción muy fácil en el mundo, porque no salíamos a disputar Mercado en los productos que tienen mayor valor agregado. Entonces la división internacional del trabajo destinaba a la Argentina una parte de agricultura y ganadería, y digo una parte porque tampoco la Unión Europea abre los mercados completamente para nuestros productos agropecuarios.Y claro, no alcanza.
No alcanza solamente con el modelo agroexportador. Sostengo que hay que fortalecer y ayudar al sector agropecuario, pero no alcanza porque nosotros queremos un país con inclusión social. Nuestro proyecto político es un país con los 45 millones de argentinos adentro. Y si queremos ese modelo de país tenemos que producir bienes de valor agregado.
Quiero hacer una distinción: los países que viven bien, de pueblos felices, no son todos los países desarrollados. Hay países desarrollados con enormes desigualdades internas. Los países cuyos pueblos son felices porque tienen salud, educación, vivienda, alimentación: todos producen bienes de valor agregado. Se han industrializado. Y ese es el proyecto que nosotros hemos sostenido siempre, desde el 2013 en adelante: la reindustrialización del país y colocar productos de valor agregado, que es lo que te trae mayor renta. Es lo que tiene mayor valor. Hoy vale la pena exportar un IPhone y no 3 toneladas de soja. Más o menos, un Iphone estaría en 2.5 o 3 toneladas de soja. Potenciar y ayudar al sector agropecuario, que es nuestra ventaja competitiva y comparativa, lo tenemos que hacer. Pero no alcanza.
Si nosotros pensamos que el modelo nuestro es de desarrollo industrial para que nuestros 45 millones de compatriotas vivan como merecen vivir, necesitamos una política exterior presente en el mundo, jugando, poniendo un huevo en cada canasta, jugando con todos los actores del mundo multipolar. También con los Estados Unidos, por supuesto, también con la Unión Europea. Pero no descuidemos, como decía, a Rusia, a China, a India, el África, los que se llamaban los tigres asiáticos, el mundo árabe al que tenemos de todo para venderle.
En este mundo multipolar, debemos diseñar una política exterior independiente, soberana: de ahí que nosotros repetimos siempre nuestra política exterior es una política exterior soberana en la que se juegan las cartas que le conviene a la Argentina. Y para jugar las cartas que le conviene a la Argentina necesitamos un margen de independencia. Necesitamos ser dueños de nuestro destino.
Pregunta: Para poder encarar estos procesos de industrialización y de transferencia tecnológica, ¿qué socios creés que tiene que ir a buscar Argentina en el despliegue de esta política exterior?
Eduardo Zuaín: Precisamente los socios que nos transfieren tecnología, la clave es esa, porque es verdad que uno puede empezar con el ensamblaje. Todos los procesos de industrialización en el mundo empezaron con el ensamblaje. A nosotros nos criticaban por Tierra del Fuego, sin darse cuenta que así empiezan los procesos. Se empieza armando un celular. Si uno ve el desarrollo geométrico que tuvo China, empezó ensamblando y luego empezó a producir su propia tecnología. Yo creo que tenemos que ir a una apuesta estratégica a países que nos ofrecen esa transferencia de tecnología, que son precisamente las potencias ascendentes como China, Rusia, India. Porque una vez que esos países logran un estadio de desarrollo mucho más consolidado, no quieren transferir tecnología.
Yo quiero hablarles francamente a todos los que nos están escuchando, la política exterior son intereses. En el mundo tenemos amigos, pero tenemos fundamentalmente intereses. Y todos los países piensan “si yo ayudo a este país aliado y amigo, a ser independiente, soberano y autónomo en la producción de bienes de valor agregado, el día de mañana tal vez me dispute mercados”.
Entonces también otra política inteligente es hacer entrar a la Argentina en cadenas de valor. Esto quiere decir que no todo el producto se fabrique en Argentina, pero que Argentina sea un paso importante en la fabricación de ese producto, ya que hoy en el mundo predominan mucho las cadenas de valor. Es decir, cada país fabrica una parte determinada de un producto. Yo creo que hay que apuntar a los países que nos puedan transferir tecnología para que la podamos producir acá. Tampoco la Argentina, por el tamaño de nuestra población, es una economía que pueda producir en gran escala, porque somos pocos los argentinos.
Nosotros tenemos que revivir la geopolítica como una materia fundamental. Nos han vendido desde el Norte que la geopolítica es una materia antigua, vetusta, que ya nadie la utiliza, la analiza, ni la cultiva. Pero una cosa es lo que nos dicen y otra cosa es lo que se hace. Ningún país que cuenta en el mundo dejó de analizar, dejó de cultivar la geopolítica como un eje.
Yo los invito a ustedes a hablar de temas que nunca se hablan en la Argentina. Por ejemplo, del tamaño del país. Somos 2 millones 700 mil km2, más 900 mil de la Antártida, lejos de los mercados consumidores, lejos de la producción de la mayor concentración de la producción mundial. Una producción desperdigada de forma caótica.
Tenemos un gran centro que reúne la mayor población del país que es la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. Después tenemos la Patagonia con menos de un habitante por km2. No tenemos una política de fundación de ciudades, desde una mirada estratégica: ¿dónde nos conviene hoy fundar ciudades y políticas de promoción poblacional? Porque la defensa del territorio nacional, y hablo también con esto del custodio de los recursos naturales estratégicos, empieza por poblar las zonas.
Si ustedes ven la fundación de las mayorías de las ciudades patagónicas, tuvieron un sentido estratégico, porque nosotros sabíamos que se venía la disputa de ese espacio geográfico con Chile. Y para nosotros un eje de nuestra política exterior es la recuperación de las Malvinas, por supuesto. La recuperación de las Malvinas no solamente implica las islas o los tres archipiélagos, sino que es el mar argentino que tiene pesca, que tiene hidrocarburos, petróleo, gas. Bueno, vamos a dar un gran avance en la recuperación de las Malvinas cuando nosotros tengamos una mirada geopolítica en la Patagonia y la desarrollemos. Cuando la Patagonia se desarrolle de manera tal que haga que la viabilidad económica y comercial de las islas sea insostenible. Como lo hizo China con Hong Kong.
La mirada geopolítica del país tiene que ver con el diseño de una política exterior soberana. Cuando nosotros logremos a nivel de nuestra gente, nuestro pueblo el entendimiento de que la política exterior me afecta en la vida cotidiana, vamos a pensar y a poder desarrollar un concepto que para mí es básico. La política exterior empieza a construirse desde el territorio, de la periferia al centro.
Cuando uno piensa en la clave del desarrollo de una provincia, ejemplo, muchas provincias andinas empiezan a pensar en la clave de su desarrollo, entonces, pero a mí me conviene exportar mis productos por el puerto chileno hacia el pacífico que es la zona comercial de mayor valor hoy. Y entonces si yo quiero exportar por el Pacífico, por los puertos chilenos... ¿qué me está haciendo falta? Los pasos fronterizos. Y ahí empieza a ejecutarse, a diseñarse una política exterior. San Juan necesita Aguas Negras. Neuquén necesita sus pasos fronterizos para exportar por ahí. Y empiezan los actores federales hacia el centro a plantear ejes de nuestra política exterior. Por ejemplo, en nuestra frontera porosa con Brasil, hace falta que nos integremos mucho más.
Una cosa que nos faltó en nuestro gobierno 2011-2015, por falta de tiempo fundamentalmente, nos faltó hacer que la integración sea un valor querido y asumido por la gente. Avanzamos mucho en la integración política, acuérdense que sirvió la integración política para consolidar nuestras democracias, paramos el golpe contra Evo, paramos el golpe contra Rafael Correa, ahí fuimos a Paraguay y sancionamos al golpismo en Paraguay (no al pueblo paraguayo sino al golpismo).
La integración política sirvió, nos faltó integración física, que nuestro pueblo sienta que gracias a la integración regional uno puede cruzar libremente a Brasil en toda la zona de Misiones y de Corrientes. Por ejemplo, cuando era vicecanciller, comprobé que la historia clínica en Misiones no servía en Brasil en poblaciones donde cruzar de país era cruzar una calle, donde la interrelación de las poblaciones es diaria, cotidiana. Entonces nos faltó el pilar de la integración física para llevar el valor de la integración a la vida cotidiana de cada argentino. Y cuanto más integrados estemos, mejor vamos a estar.
Creo que, si hubiéramos logrado avanzar en la integración física del sur de Bolivia con el Norte argentino en un proyecto de desarrollo conjunto, otra hubiera sido la historia del golpe militar y policial en Bolivia. Porque la interrelación hubiera sido tan grande que lo hubieran pensado dos veces.
Lograr que esta integración sea tan profunda que después sea muy difícil de deshacer, esa es una estrategia, una asignatura pendiente. Reforzar Malvinas, la Antártida. Malvinas es pesca, es petróleo, es gas, pero también es proyección a la Antártida.
Yo pienso, en términos personales, tarde o temprano la Antártida se va a lotear, porque encierra recursos naturales valiosísimos. Es necesario fortalecer nuestra presencia, el rol de Ushuaia como centro logístico de todo el Norte de la Antártida, pero también políticas integrales.
Se acabó el Estado con compartimentos estancos: tenemos que hablar con el Ministerio de Turismo también. Ushuaia es quien debe convertirse en la capital de la zona Norte de la Antártida, de toda la Antártida, no solamente de nuestro sector. Y eso se hace con logística, con circuitos turísticos integrados. Cuanta más presencia tengamos, mejor.
Es cierto que en un territorio en disputa sirve mucho el derecho internacional, en Malvinas, nuestra carta fuerte son los papeles, los títulos que tiene Argentina. Pero la presencia, la ocupación del territorio, también es importante. Entonces, llegar a tener una presencia integral en la Antártida como una zona absolutamente estratégica para nosotros.
Básicamente esos son los ejes. Pero insisto: una política exterior se diseña a partir del modelo de desarrollo de país que queramos. ¿Qué tipo de país quieren? Y nosotros a partir de eso diseñamos una política exterior para eso a lo que el país aspira. Nosotros reivindicamos la política exterior y soberana porque es una convicción política, pero también es un dato de la realidad, porque no hay un solo ejemplo en la historia de la humanidad desde sus comienzos hasta nuestros días, en el que una comunidad humana o un Estado nacional se haya desarrollado en modo sustentable y permanente a través de la sumisión. No hay. No existe un ejemplo así. Todos se desarrollaron a partir de modelos de desarrollo industrial independientes, y eso es lo que les dio bienestar a sus pueblos.
Y volviendo al inicio a la pandemia, bienestar a su pueblo, pero también un desarrollo tecnológico que les habilitó para empezar a fabricar vacunas. Y vuelvo a la estrategia de supervivencia y a lo que nos lega la pandemia: lograron un desarrollo tecnológico que le posibilitó empezar a fabricar la vacuna. ¿Y qué es la primera decisión política que tomaron? La vacuna primero es para nuestro pueblo. Y si sobra, la exportamos. Bueno, esa es una enseñanza política y geopolítica de cómo se maneja el mundo que cuenta.
Yo aspiro a que, por nuestro proyecto político, nuestro modelo de desarrollo industrial, haga que la Argentina un día sea de esos países que cuentan. Que no solamente tenga una estrategia de supervivencia para lo que pueda pasar, sino también un modelo de desarrollo que nos traiga bienestar a nosotros. No hay otro camino que la industrialización. Es una cuesta empinada, sí. Es difícil, por supuesto. Porque nos tenemos que desarrollar solos, no tenemos un Plan Marshall, no tenemos inversiones masivas que hagan de la Argentina un polo industrial. Eso es verdad. Es muy difícil concretar nuestro proyecto político. Es muy sacrificado. Pero también es cierto que el modelo neoliberal agroexportador es insustentable y es imposible.
Yo creo que esos conceptos, esas líneas de política no solamente exterior sino también nacional, son las que deberíamos transmitir sobre todo a las jóvenes generaciones. No el futuro de la Patria que dentro de unos años van a asumir la responsabilidad: es ahora el turno de ustedes. Es ahora, no dentro de una década.
Pregunta: Si tuvieras que sintetizar qué es para vos la soberanía, ¿qué dirías?
Eduardo Zuaín: Para mí la soberanía es el bienestar de nuestra gente. Para mí es mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo. Los países independientes del mundo hoy pueden exhibir a sus pueblos con salud, alimentación, vivienda, educación, alimentación y trabajo, que es el gran problema del siglo XXI.
La soberanía es un instrumento para nuestro bienestar. No hay ningún caso en la historia de la humanidad en el que un país del tamaño de Argentina haya logrado bienestar de su pueblo y su gente a través de la sumisión. Soberanía es una convicción política pero también es una herramienta obligatoria y necesaria para que todos los argentinos podamos comer, vestirnos, educarnos y tener trabajo.