Doris Night: “Con Los Peinados Yoli nació un nuevo lenguaje en la escena under de los ‘80”
Por Mariano Nieva | Foto: Pablo Fernández Boujan
Doris Night es bailarina, performer y ahora también escritora. En diálogo con AGENCIA PACO URONDO dio detalles de su nuevo libro La última Yoli (2020) editado por Saraza Editorial, en donde repasa la historia de Los Peinados Yoli, aquel grupo de artistas que fundó e integró junto a Batato Barea, Tino Tinto y Mario Filgueira y que fue pionero en el teatro alternativo. También recordó su estadía en Brasil, las vivencias en el under porteño, los shows junto a Charly García para la presentación del álbum Piano Bar (1985) en el Luna Park y la figura inolvidable de Barea. “Batato que es de todos/as además, fue quien bautizó a Los Peinados Yoli después de salir elegido el nombre que propuso de un sorteo que hicimos. Con el tiempo nos contó que Yoli existió en Rojas, su pueblo natal, que fue maestra, peluquera y que tenía detrás una historia muy oscura y siniestra que jamás voy a revelar”, evocó.
AGENCIA PACO URONDO: Contame de tu nuevo libro. ¿Cómo fue tomando forma La última Yoli (2020)?
Doris Night: Todo lo que pasa alrededor de La última Yoli es una suma de generosidades. En donde Fernando Noy fue un soplo de aliento, una musa inspiradora, un padrinazgo literario para mí. Él fue quien me dijo: “Adelante con esto. Tenés que ir por ahí”, sin yo saber que había un libro esperándome en algún lugar. Por otro lado, a este trabajo lo traté de hacer sin enojos ni tragedias. Porque la verdad es que de la primera agrupación de Los Peinados Yoli la última sobreviviente que queda soy yo, luego de la muerte de Tino Tinto, que en lo personal fue una pérdida tremenda porque era mi memoria viva.
APU: ¿Qué te propusiste contar con este trabajo?
D.N.: La última Yoli refiere a ese grupo original que fue el gen y el corazón del tiempo que duró esa experiencia. La parte más interna de donde salió todo lo demás y que integramos Batato, quien en aquellos años era todavía Walter Barea, Mario Figueiras, Tino Tinto y yo. De todas maneras me gustaría decir que antes estuvo Any Del Barrio, la hermana de Juan quien fuera tecladista de Invisible y Los Abuelos de la Nada. Y que al enfermar un par de días antes de nuestro estreno en el boliche Lo de Fontova que quedaba por la avenida Córdoba, Mario la terminó reemplazando. Y en ese momento, nosotros/as que no le dábamos ninguna importancia al género, comenzamos con el transformismo cuando Figueiras aceptó hacer el papel vacante vistiéndose de mujer. Finalmente, el Negro a quien conocía de la adolescencia, del colegio y de formar parte de un grupo de artistas plásticos/as donde esta estaban también Tito Granata y Vivi Tellas entre otros/s, nos sacó carpiendo porque claramente no encajábamos con su público.
APU: Escribir supone muchas veces hacer un ejercicio de la memoria. ¿Cómo fue el encuentro con los recuerdos de aquellos años?
D.N.: Fue horrible el tener que enfrentarme a los recuerdos. Este libro es un proyecto que me llevó casi 10 años terminar en donde fui escribiendo lo que iba recordando. Y si por ejemplo, había que hacer una entrevista o alguien me preguntaba algo que se perdió en mi memoria, un poco también porque en aquella época todos/as estábamos bastante drogados/s, siempre recurría a Tino en busca de respuestas. Por eso, y volviendo a tu pregunta, reencontrarme con todo aquello para intentar volcarlo al papel fue por momentos muy agridulce y excitante a la vez.
APU: Por otra parte, una dificultad que se plantea a veces en este tipo de trabajos, fundamentalmente de los ‘80, es la falta de archivo audiovisual.
D.N.: Claro, muchas veces me pasó estando en la cama por ejemplo, el ponerme a pensar que lo vivido ya forma parte de los recuerdos. Y termino sintiendo y lamentando también, que tal vez no se hizo lo necesario para conservar todo aquello sabiendo muy bien que los ‘80 no fueron los años del registro. Por eso, es que hubo que buscar una y mil veces en la memoria porque todo eso se perdió y no hay nada documentado. Todo fue muy rápido, incesante y sin aliento. No tuvimos tiempo de filmar ni grabar nada.
Los primeros pasos
APU: ¿Qué se puede saber sobre tu formación artística?
D.N.: Soy una persona que desde siempre tuvo la necesidad de decir e interpretar. Yo iba al secundario en el colegio Normal 1 de Señoritas que queda sobre la avenida Córdoba en la ciudad de Buenos Aires y en cuarto año de la misma división estábamos juntas Marta Fernández Moujan, Alejandra Toronchik, Carolina la hija de Tato Pavlovsky y quien te habla. Una banda de desquiciadas (risas). Y recuerdo que en la esquina de la escuela nos encontrábamos con los chicos donde estaba Daniel Melingo por ejemplo. Digo esto, corriendo el riesgo de ponerme un poco mística, porque a veces siento que existen corrientes de cosas que tienen que suceder inevitablemente. Como que son necesidades de determinados grupos de gente que de pronto, y por algún motivo que desconozco, terminan expresándolas.
APU: ¿Cómo fue tu estadía en Brasil y por qué decidiste volver a Buenos Aires?
D.N.: Antes de aparecer en mi vida Los Peinados Yoli estaba viviendo en San Pablo, Brasil, y con Mariano Rubio un bailarín y gran amigo, todo el tiempo estábamos pensando en hacer algo pero no encontrábamos la idea ni el lenguaje. Eran tiempos de dictadura todavía en Argentina. Todo nos parecía espurio y sin sentido. Es más, siendo bailarina sentía que la danza me había dejado de atraer, no veía un significado al subirme a un escenario. Era algo muy extraño. Luego vinieron las elecciones que consagraron presidente a Raúl Alfonsín en 1983 y rápidamente decidí volver.
APU: Y nacen Los Peinados Yoli.
D.N.: Al poco tiempo de mi retorno y en ocasión de ir a ver con Tino Tinto a un teatro a Alicia Orlando, una de mis maestras de danza, nos dijimos: “Hagamos algo juntos/as”. Después nos encontramos con Batato y así nacieron Los Peinados Yoli, que tuvieron desde los inicios la premisa de divertirnos, relajarnos y dejar al otro/a hacer, desarrollando su propia imaginación para que esto genere un lenguaje nuevo.
APU: Ronnie Arias y Divina Gloria, aunque fugazmente fueron parte también de Los Peinados Yoli. ¿Qué recuerdos tenés de ellos/as siendo que siempre dieron la sensación de querer despegarse de ese pasado?
D.N.: Es muy extraño como devino todo. Y esto que expresé más arriba, el intentar escribir sin rencores, lo puedo enlazar perfectamente con Ronnie Arias y Divina Gloria. Ellos/as tenían decidido otro camino apostando a su impronta y a ganar dinero también. De todos modos es raro lo que me pasa al respecto. Por un lado, los/as quiero mucho porque compartimos tantas cosas hermosas pero por el otro tengo que confesar con dolor que varias veces me sentí muy abandonada y despreciada. Aunque entiendo muy bien que para acceder a ciertos medios y espacios hay que dejar atrás algunas cosas.
Fue mucha la gente que saltó del under al over que significaba tener que negociar con algunos lugares que tienen sus propias reglas como la televisión a la que nunca pude acceder. Y si lo intentaba cuando estaba allí, me daba una tirria bárbara y me terminaba yendo. Porque si no podés expresar lo que querés decir ¿Qué vas a hacer? Por eso, decidí en aquel momento trabajar en el correo. Esta fue mi historia y otros/as tuvieron otra. Mi único rencor es que yo hubiera querido que ellos/s tal vez hubieran estado más cerca de los/as que sí seguimos trabajando en el teatro y de quienes de verdad tuvieron la necesidad de ganarse un mango en algún momento como Batato. Y aunque no sé si es políticamente correcto invocar estas palabras, es lo que me pasa a mí. Sin embargo, con Ronnie estoy comunicada y la última vez hablamos sobre la posibilidad que venga a la presentación del libro. Pero la verdad es que no me quiero colgar de la fama de nadie.
APU: ¿Cómo fue ser parte de aquel under?
D.N.: Aquel under era espeluznantemente salvaje y vívido. No hay otro modo de describirlo y de esto no hago mucho hincapié en el libro ni lo menciono demasiado, apenas medio renglón. Sinceramente haber pasado por esa Argentina de los milicos con todo lo que eso significó fue muy duro. Sobrevivirlo y poder volver a Buenos Aires y hacer lo que se me cantara el culo fue algo maravilloso que no tuvo precio. Por otro lado y pensando en esta conversación, me volvía al cuerpo esa sensación de estar caminando por la avenida Luis María Campos, allí en el barrio de Belgrano cerca del Hospital Militar, cuando salíamos a la calle con Los Yoli a tratar de vender el show y nos sacaban carpiendo de todos lados. Como usábamos ropas de vestuario que eran rarísimas llegábamos así vestidos a los lugares donde tocaban Los Redondos por ejemplo en el ‘84 y nos rebotaban de inmediato, incluso de los lugares gay donde se veía que tampoco querían gente como nosotros/as (risas).
APU: ¿Qué recordás que sucedía en relación con el público que los/as iba a ver?
D.N.: No pensábamos ni teníamos registro del público. Solo poníamos el foco en lo que queríamos decir y mostrar. Los Peinados Yoli funcionábamos de esa forma. Claro que nos encantaba que la gente nos siguiera con ese intercambio de energía que existía con un grupo de actores y actrices que estábamos haciendo algo totalmente inusual. Una conexión maravillosa entre personas que a veces ni siquiera eran del palo, con un grupo de putos y tortas con penachos que solo ofrecíamos lo que teníamos en el corazón.
APU: Un vez, conversando con la gente de La Organización Negra decían que para ellos La Fura del Baus y Tadeusz Kantor fueron una referencia ¿Reconocés influencias o inspiración de otros/as artistas en la impronta que tuvieron Los Yoli o fue algo totalmente único y novedoso?
D.N.: Nosotros/as no tuvimos ninguna influencia, solo nos juntamos y dijimos “vamos a hacer algo”. Apenas si pudimos conseguir revistas para poder ver algunas fotos. Pensá por otra parte, que no teníamos acceso en aquellos años a videos por ejemplo, sencillamente porque no existían. No había nacido la industria audiovisual todavía, de hecho el primer clip musical que me voló la cabeza fue el de un grupo inglés llamado Frankie Goes To Hollywwod a comienzos de los ‘80 que incluso lo pasaron alguna vez por ATC (Argentina Televisora Color) y finalmente fue prohibido. Aunque si lo ves ahora no podrías creer lo de su censura por lo naif de su contenido. Pero bueno, era otra época y había otras cabezas. En cuanto a la inspiración en sí, salía de las imágenes que la música nos disparaba. De esos sonidos que habían crecido con nosotros/as en la década del ‘50 y los tempranos ‘60 que fueron tan interesantes. De allí también nace Doris Night, mi nombre artístico que era la antítesis de Doris Day la actriz y cantante norteamericana.
APU: Entonces se puede decir que Los Peinados Yoli fueron los/as primeros/as de una camada de actores y performers con un lenguaje propio. ¿También fueron los/as mejores?
D.N.: A mí siempre me gustó decir que no fuimos los/as mejores pero si los/as primeros/as. Vos recién mencionaste a La Organización Negra a la cual nosotros/as técnicamente no les llegábamos ni a los talones. Es más, recuerdo que la primera vez que vi a La Negra en Cemento me dejó pasmada, era algo maravilloso. De todos modos creo con todo mi corazón que si no hubiera sido por esas pequeñas semillitas que humildemente sembramos con Los Yoli, nada de lo que vino después en materia de espectáculos teatrales hubiera sido posible.
APU: ¿Cómo y dónde fue la primera vez que se subieron a un escenario como grupo?
D.N.: Nosotros/as siempre nos fijábamos en el diario qué tipo de espectáculos estaban en cartel donde hubiera música en vivo, porque eso quería decir que había un escenario. Entonces, nos tirábamos todo el vestuario encima, íbamos y les planteábamos a los/as dueños/as del lugar que veníamos a ofrecerles un show y si podíamos hacer una muestra. Y todo terminaba cuando nos sacaban cagando de todas partes (risas). Hasta que con Los Peinados Yoli nos subimos por primera vez al escenario del Taxi Concert cuya dirección jamás olvidé, Cuba 2401, no había ningún espectáculo teatral que tuviera nuestras características. Recuerdo que allí nos dieron el okey para actuar luego de hacer una prueba un día de fin de semana por la tarde. Y así, muy velozmente, empezó todo.
APU: ¿Cómo eran las actuaciones de Los Peinados Yoli?
D.N.: Nosotros/as éramos juglares porque narrábamos cosas verdaderas. Las de nuestra niñez por ejemplo, utilizando canciones que hacían todo más transmisible. Pero sin olvidar que nuestros shows siempre terminaban con la voz del último discurso que dio el presidente de facto Reynaldo Bignone mientras Los Yoli hacíamos un corte de manga y arrancábamos con otra cosa como si no nos importara. Ese era el modo de contar que encontramos en ese momento ya que lo único que existía en aquel tiempo era el bendito rock que había sobrevivido a las épocas más oscuras. Y si bien no me considero rockera, reconozco que fueron los/as únicos/as que se subieron a un escenario para tocar y mantener la llama de la vida encendida de algún modo.
APU: Los ‘80 se recuerdan también por el grado de improvisación a la hora de montar los espectáculos. Como una marca de la época.
D.N.: Exactamente. En el grupo por ejemplo, yo era la encargada de la parte técnica y recuerdo ir a comprar esos apliques llamados “tortugas” a los que les agregaba unas lamparitas de 100 Watts que iban al borde del escenario. Esa era toda nuestra iluminación. Nosotros/as improvisábamos primero para poder crear Piano Bar después. Sí había un gran trabajo de coreografía porque ensayábamos muchísimo. Y yo era muy hincha pelotas con eso que luego se veía en escena. Lo que nos pasaba a veces es que practicábamos la obra por separado porque había dos casas para reunirnos. Y como no todos/as teníamos teléfono fijo, solo Tino y Batato poseían uno, nos comunicábamos como podíamos y por ahí nos reuníamos en el lugar equivocado y terminábamos ensayando la mitad de Los Peinados en una dirección y la otra mitad en otra, pero funcionaba igual (risas).
APU: ¿Qué significó para ustedes como artistas los recitales junto a Charly García en el Luna Park para la presentación de su álbum Piano Bar (1985)?
D.N.: Esa actuación en el Luna Park con Charly García cuando presentó su disco Piano Bar (1985) se puede decir que fue el final del grupo. Él y su producción fueron súper respetuosos/as con nosotros/as desde un principio. Y si bien el propio Charly nos vino a buscar, en el medio estaba la mano invisible de Jean François Casanovas. Recuerdo que lo único que pedí es que en el programa del concierto figuráramos como Los Peinados Yoli. Folleto que está guardado en el archivo personal de Tino Tinto y que con su muerte lo heredó Karina K quien seguramente va a ser un gran trabajo con ese material. Esas noches del Luna para mí fueron el triunfo máximo. Y aunque estábamos todos/as muy locos/as, nosotros/as y el Grupo Caviar bailamos en una pasarela de madera a dos metros por sobre el escenario que había construido Juan Lepes, quien había sido dueño de Palladium y que había comprado los derechos de las estructuras tubulares Acro que se conectan con codos y tornillos metálicos. Fue divino. En aquella oportunidad, la única Yoli que no pudo estar no sé muy bien por qué aunque sospecho de la injerencia de Casanovas, fue Daniel “La China” Pannullo con quien estuve conectada todo el tiempo que duró la escritura del libro y que hoy tiene una compañía de ballet en España con la que le va bárbaro.
Batato de todos/as
APU: ¿Quién fue Batato Barea, ese “clown literario travesti”como el mismo se definía, que sigue siendo tan recordado y venerado por generaciones de artistas?
D.N.: Batato es de todos/as. Yo lo conocí siendo él un niño de 20 años con un pelo rojo ondulado que le llegaba por los hombros, siendo todavía Walter Salvador Barea pero que ya tenía como seudónimo Billy Boedo. En aquel momento no nos preguntábamos ni nos importaba todo esto que tanto se habla por estos días de traducir o nominar las diferentes sexualidades que existen. Por otra parte, en el comienzo de Los Peinados Yoli, Batato era el único que hablaba en escena. Quiero decir, mientras el resto hacíamos playback, él leía unos textos escritos por mí. Batato además, fue quien bautizó a Los Peinados Yoli después de salir elegido el nombre que propuso de un sorteo que hicimos entre todos/as. Con el tiempo, nos contó que Yoli existió en Rojas, su pueblo natal, que fue maestra, peluquera y que tenía detrás una historia muy oscura y siniestra que jamás voy a revelar.
APU: Finalmente Batato va a recalar en el Club del Clown.
D.N.: Como Batato nació clown rápidamente se fue apartando de la cosa más grupal para empezar a generar sus propias ideas. Con el tiempo volvió Cristina Martí que había estado por Europa y empezó a tomar clases de números clásicos con nosotros/as, bajo la dirección de Carmelo Escaramuchino. Fue en ese momento en que se fue juntando mucha gente, porque todos/s buscábamos una base técnica, que se desprendió el Club del Clown donde participó Batato y apareció su inolvidable nariz de payaso. Pero esa es otra hermosa historia.