Mercedes Patrouilleau: "Sin una alta participación popular y democrática, nada de lo que deseamos puede desarrollarse"
Por Julián Bilmes, Andrés Carbel y Santiago Liaudat
Séptima entrega del ciclo de entrevistas sobre planificación del desarrollo. En este caso, María Mercedes Patrouilleau, investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y asesora del programa Argentina Futura (dependiente de la Jefatura de Gabinete de la Nación), especializada en prospectiva y estudios del futuro. Es socióloga, magíster en investigación social y doctora en ciencias sociales por la UBA. Además, es miembro del Colectivo INTA por una Argentina Unida.
Agencia Paco Urondo: Para empezar, nos gustaría que nos cuentes cómo llegaste a especializarte en los estudios del futuro y qué vinculación tuviste con el planeamiento del desarrollo.
María Mercedes Patrouilleau: Mi conocimiento de la prospectiva y los estudios del futuro vino a partir de mi desarrollo profesional más que desde la academia. Si bien obviamente que la prospectiva tiene todo un desarrollo en la academia, tiene muy poco espacio en la formación de grado y posgrado en nuestro país. Cuando ingresé a trabajar a INTA, lo hice en el Instituto de Prospectiva y Políticas Públicas. Se llamaba al principio Unidad de Coyuntura y Prospectiva desde el año 2006, y después en 2011 se formó el instituto. Ahí, fue cuando yo me introduje y comencé a indagar en este tema, después me fui formando de manera más autodidacta y enganchándome en redes y cursos internacionales sobre el tema. La cuestión ahí fue que el país estaba empezando a desarrollar un nuevo modelo de desarrollo, distinto del cual se venía que era el modelo de Convertibilidad, y era necesario en este contexto recuperar una visión de futuro. Entonces el INTA comienza a incorporar -digamos- de manera institucional, sistemática y con una definición política, la prospectiva.
Fue ahí que me formé en los primeros estudios que hicimos en el INTA. Uno fue, por ejemplo, Prospectiva del desarrollo nacional al 2015, que lo empezamos a hacer en 2007, y el otro -que también fue muy conocido en la institución, y afuera también tuvo mucha repercusión- Escenarios del sistema agroalimentario argentino. Esas primeras dos experiencias fueron estudios que aportaban a un plan de desarrollo, aunque no eran en sí mismos planes, eran estudios de prospectiva. De hecho, fueron bastante utilizados en algunos planes, por ejemplo, en el Plan Agroalimentario (2010-2016) se tomó toda la cuestión de la visión internacional y de las tendencias, El mundo agrario al 2030 se había llamado otro de los trabajos que alimentaba estos estudios. En ese entonces tuvimos cierta incidencia, porque, además, los estudios no tenían una circulación tan técnica como política en un comienzo, realmente circulaban por ciertos circuitos de la dirigencia política que estaba implementando y desarrollando políticas. Después me fui formando y me interesó cada vez más, vi que desde las ciencias sociales tenemos mucha capacidad, mucho potencial para desarrollar este tipo de estudios y de aportar a los procesos políticos y de desarrollo.
APU: Sobre lo que contabas del INTA, ¿cómo se desarrollaron esas experiencias y capacidades específicas en prospectiva y planificación? ¿Es algo que distingue al INTA de otras instituciones u organismos estatales?
MMP: Algo había en lo que era todavía la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SeCyT) y luego INTA tuvo una vocación política de desarrollar esta visión de futuro, coincidiendo con que se encontró con una base técnica muy sólida, que en este caso fue primero la figura de Gilberto Gallopín, que fue nuestro primer asesor y “maestro” sobre el método de escenarios y sobre la prospectiva en general. Gilberto nos acompañó en la primera etapa como asesor metodológico de la prospectiva. Él había desarrollado toda su carrera mayormente en el exterior y es una figura sumamente reconocida internacionalmente porque trabajó en proyectos muy valorados, como el Modelo Mundial Latinoamericano, entre otros. Es muy reconocido dentro de lo que es la comunidad, que a nivel internacional maneja todo este tipo de modelos y de conocimientos para pensar el futuro.
Así que tuvimos esa posibilidad de articular lo técnico con lo político, como dice Matus, y empezamos a desarrollar esto que era muy nuevo para nosotros, y sobre lo cual no había desarrollo institucional previamente. Gilberto, por ejemplo, había hecho un estudio para la SeCyT en 2004, que se llamó La sostenibilidad ambiental del desarrollo argentino: tres futuros, que daba cuenta un poco de que en la planificación de ciencia y tecnología se estaba intentando o se estaba desarrollando la visión del futuro. Veníamos del modelo convertibilidad donde primaba un espíritu de “el futuro ya llegó y ya está, no hay alternativas”. Era un momento en el que se empezó en Argentina a revivir la prospectiva, que había sido muy relegada y que institucionalmente no se la había podido apropiar y utilizar.
Siempre ha habido y sigue habiendo dificultades para institucionalizar la prospectiva, para que los propios organismos y las instituciones del país la incorporen sistemáticamente, y que también se pueda dialogar con el sector político, porque si no, no tiene sentido esta disciplina. No es que uno hace estudios por amor al arte, sino que justamente se hacen para aportar a la toma de decisiones. Si bien siempre fue difícil en nuestro país, el INTA en ese momento pudo contar con ese saber técnico, primero con Gilberto y después con Jorge Beinstein. Paralelamente, el MinCyT con el Programa Nacional de Prospectiva Tecnológica también estaba empezando a desarrollar cursos en los que pudimos formarnos.
Fue una etapa muy interesante y algo quedó en la institución, pero si sufrimos anteriormente con la disolución del Instituto de Prospectiva y Políticas Públicas, en 2019 los procesos políticos nuevamente han intervenido para debilitar esta disciplina. Hoy en día se siguen desarrollando proyectos de prospectiva tecnológica y prospectiva territorial pero la prospectiva más global, agroalimentaria, fue relegada y todavía no se recupera.
APU: ¿Qué aportan la prospectiva y los estudios de futuros a la planificación del desarrollo?
MMP: La prospectiva lo que aporta es reconocer epistemológicamente y metodológicamente la cuestión de la incertidumbre, de la incerteza, de la contingencia. Digamos que es un abordaje que permite trabajar con la incertidumbre, no supone eliminarla. Las tradicionales formas de planificación, buscaban controlar el entorno y manejar previsiones, estadísticas, proyecciones para para poder formular los planes de desarrollo. La prospectiva lo que aporta son métodos y enfoques conceptuales con una manera de concebir el futuro o la futuridad que alberga la cuestión de la incertidumbre, y propone trabajar con alternativas del futuro. Aporta a la planificación la cuestión de saber que tenemos que responder a distintos posibles futuros, o sea que no hay un futuro único, que el futuro está abierto y entonces lo que planifiquemos tiene que poder responder a esos distintos futuros de manera robusta, a distintos escenarios. Trae esa apertura, de saber que no necesariamente determinadas proyecciones o cuestiones que podamos prever se van a plasmar en el horizonte futuro de esa manera, y entonces poder manejar un abanico de alternativas de acción.
La prospectiva también aporta otra cuestión que es muy importante, para la construcción de la visión. La visión se nutre de estos distintos futuros porque uno toma definiciones a partir de esos distintos futuros que puede imaginar, definiciones sobre lo que se busca, sobre lo que se quiere. Entonces esa apertura aporta a un elemento tradicional de la planificación que es la construcción de una visión.
Abordar el horizonte futuro aporta también a las conversaciones estratégicas que se deben desarrollar en un proceso de planificación, porque suele ser menos trabajoso ponerse de acuerdo cuando el horizonte está hacia adelante, en el futuro, que sobre cuestiones del presente. A veces entre distintos sectores sociales o políticos puede haber muy distintas opiniones o diagnóstico sobre el presente, y sobre el pasado. Ahora, si se ponen a trabajar juntos sobre algo que es un poco más ajeno y a la vez común, que es el futuro, hay mayores posibilidades de llegar a acuerdos de cuáles pueden ser las alternativas. Construir de manera plural e interdisciplinaria esos distintos futuros, nutre y cambia las visiones del propio presente que tienen estos actores y sectores que están trabajando en esta planificación.
Entonces son esas tres cuestiones las que aporta: en contener la incertidumbre, en la posibilidad de acordar a partir de construir estos posibles futuros conjuntamente, o lo más abiertamente que se pueda, y en construir esa visión común, teniendo en cuenta estos dos factores anteriores.
APU: ¿Y qué capacidades y experiencias tienen el país y la región en la materia? ¿Qué se puede incorporar del debate de la agenda internacional sobre prospectiva y estudios de futuro que pueda ser compatible con un país (semi)periférico como el nuestro?
MMP: En la región hay desarrollos, hay capacidades, pero bastante fragmentadas. Inicialmente, en los inicios de esta disciplina, años 60-70, América Latina fue muy receptora de estas cuestiones., aAdemás se encontraba realmente en la discusión sobre los alternativos modelos de desarrollo. Entonces hubo experiencias notables en esos años, en los cuales Argentina fue un núcleo de esa red. Argentina, Chile, Venezuela y obviamente también Brasil, pero siempre con una mirada casi continental -digamos- sobre sí mismo, y México también. Entre estos grandes núcleos hubo algunos puentes interesantes, por ejemplo, entre Venezuela, Chile y Argentina en los comienzos. Había equipos, los primeros referentes, los pioneros que empezaron a desarrollar estas disciplinas, que se exiliaron entre estos países y desarrollaron proyectos comunes durante un tiempo.
Después se vio mucha fragmentación., hHay algunos nuevos núcleos que toman la cuestión, les dan vida a intercambios, foros, debates, como puede ser el organismo de CEPAL, el ILPES, que es específico de planificación, que empezó a hacerlo hace un tiempo. También la baja apropiación de las dirigencias, tanto políticas como empresariales, de la sociedad en su conjunto, de estas experiencias.Hay mucho desconocimiento por parte de la academia, se usan modelos de previsión parciales en distintas disciplinas, pero no hay un campo interdisciplinario activo en la academia en estudios del futuro. Tampoco hay en español un espacio editorial o revistas especializadas que trabajen sobre este tema. Eso es una gran debilidad. Así que, en comparación con el mundo del desarrollo, hoy América Latina no es referencia en absoluto ni tiene ejercicios que sean conocidos en otras regiones. Hay ahí todo un camino por reconstruir y desarrollar.
APU: ¿Esto se vincula con la dificultad nacional (y regional) de poder prever, pensar y proyectarse a mediano y largo plazo, al estar atrapados en el cortoplacismo hace décadas?
MMP: Sí, obviamente que tiene que ver con la dificultad de tener programas a largo plazo, de liderar los grandes desafíos internacionales, de estar dependiendo de factores externos para poder encauzar algunos modelos o experiencias de desarrollo. Y también tiene que ver con lo que significaron los tiempos de dictaduras y persecuciones y la 'fuga de cerebros' fundamentalmente en nuestro país. A los principales referentes de estas experiencias recién los tuvimos cuando volvían de hacer sus carreras afuera. El cercenamiento de esos pensamientos sobre el futuro fue clave en los procesos que vinieron, fue algo que todavía no se terminó de recuperar. Entonces eso ha producido que, por ejemplo, en las academias no se conozcan estos trabajos, estas experiencias, que podrían serlo, porque hay organismos muy interesantes, incluso regionales, de ciencias sociales que podrían recoger mejor esto, pero todavía no hay un proceso de reconocimiento de esta trayectoria.
APU: En general hay poco (re)conocimiento actual en los distintos campos académicos del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED), todo ese rico bagaje, algunos de los cuales lideraron algunas de estas experiencias de los 60 y 70, ¿no? Siendo que esos campos se fueron constituyendo desde los años 80 y 90 bajo la influencia occidental, o del “Norte global”.
MMP: Tal cual, lo que pasa es que hay raíces comunes entre la prospectiva y la escuela latinoamericana en ciencia, tecnología y sociedad. Fue una visión muy crítica en su momento, muy difícil de digerir ese pensamiento, incluso para las propias instituciones académicas, porque lleva a un cuestionamiento muy fuerte de cómo funciona, de a qué fines alimenta, qué espacios y qué desarrollos -en definitiva- alimenta toda la producción académica y lo que es la ciencia en el sentido universal. La verdad que es una visión muy crítica que ha costado mucho valorizar y son esas cosas que perduran, perduran en esos silencios, perduran esas ausencias, porque hay una censura implícita que todavía operando a través de muchos sutiles controles –y no tan sutiles-.
APU: ¿Qué nos podés contar sobre la experiencia de Argentina Futura? ¿Cómo fue pensado y qué rol apuesta a tener en cuanto al desarrollo futuro del país?
MMP: Argentina Futura nace con la misión de construir y desarrollar de manera dialogada, abierta, una visión de mediano y largo plazo para el país, o sea que está en el marco de lo que es la disciplina prospectiva. Hablar de visión es hablar de poder tener una mirada de largo plazo, poder dar forma a las aspiraciones que Argentina realmente asume y pensar cuáles son las trayectorias necesarias para alcanzar esa visión. El programa, que es coordinado por Alejandro Grimson, desarrolló durante el año pasado toda una serie de foros con participación del Consejo interuniversitario Nacional (CIN),con participantes de todo el país, en general universitarios y del campo científico y tecnológico. Discutieron, analizaron y debatieron sobre las principales problemáticas que se trazaron para arrancar con esta gran indagación.
A partir de ahí desarrollamos un diagnóstico sobre los problemas fundamentales para tener una mirada de mediano a largo plazo en la Argentina y sobre cuáles podrían ser los caminos necesarios para poder partir realmente de una visión compartida de futuro, una visión plural, que albergue distintas miradas sobre los problemas, con un enfoque integral donde estén los problemas económicos, productivos y a la vez culturales, sociales, políticos, institucionales, territoriales. Y que esa visión pueda comunicarse ampliamente, como un insumo para desarrollar las conversaciones estratégicas que se requieren para resolver esos grandes nudos problemáticos del desarrollo nacional. Abrir al debate y a la discusión de esa narrativa y mejorarla, completarla, traducirla en proyectos que permitan mejorar las intervenciones, con la apuesta de sensibilizar, que también el sistema institucional y académico argentino dialogue, se comprometa y aporte en esta construcción.
APU: Con respecto a la cuestión clave de pensar después la implementación, la viabilidad, la sostenibilidad de este tipo de trabajos, ¿cómo se puede sortear el “péndulo” argentino, esa alternancia entre proyectos de país tan disímiles e incluso antagónicos? ¿Cómo se piensa la gestión de los conflictos y de los consensos, un debate tan vigente en estos tiempos en el gobierno y el campo de fuerzas que lo sustenta?
MMP: Me parece que el gran aporte que pueden hacer este tipo de trabajos es colaborar a que nos comprendamos mejor. La mirada sobre el futuro, corazón de los estudios de prospectiva, tiene que ver con que no es solamente mirar lo que puede venir, sino que implica varios movimientos analíticos y reflexivos, no solo es mirar el futuro, es también una mirada introspectiva y retrospectiva, aportando a comprender mejor nuestros problemas. A partir de los métodos específicos de estas disciplinas se generan diálogos, intervenciones entre las disciplinas que se hacen en el proceso para entender de qué manera los problemas productivos son también culturales, son también sociales. Todos estamos en esta cuestión y tenemos una cuota de responsabilidad, de historia con esto, entonces creo que es un aporte, porque a futuro hay que modificar y mejorar las intervenciones públicas, la capacidad de intervención del Estado y también de la producción de conocimiento. Incluso de la sociedad misma, que no sea una sociedad que mira como que no tuvo nada que ver con el desarrollo, sino que, en cada uno de los lugares sociales, de las organizaciones sociales, empresarias, sindicales, en los organismos públicos, que cada uno tiene su cuota en ese péndulo y podría aportar otra actitud hacia el futuro.
Si podemos comprender que es muy complejo y que todos somos partícipes con distintos niveles de responsabilidad, es un buen punto necesario como para establecer conversaciones sinceras y con responsabilidad, y asumir compromisos en acciones capaces de sostenerse en el tiempo. Me parece que aporta a comprender de una manera integral los problemas, y a nosotros mismos como productos de esta historia, y de qué manera podemos establecer mecanismos de interrelación, compromisos que cambien la senda de este desarrollo pendular y nos permitan ir acumulando y sosteniendo para que el futuro sea distinto a lo que fue el pasado en términos de estas disrupciones, conflictos y tensiones, superando la imposibilidad de avanzar en el bienestar social de nuestra población.
APU: ¿Está en el marco de la búsqueda gubernamental de “cerrar la grieta”? ¿Cómo están viendo esa cuestión que se está discutiendo actualmente de la viabilidad de volver a cerrar viejas heridas y ponerse de acuerdo en pos de una mirada de más largo plazo, de ciertas políticas de Estado, de consensuar algunos elementos importantes con actores que son fuertemente opositores al proyecto nacional-popular, o si se requiere, por lo contrario, establecer conflictos y definir rupturas con la estructura de poder dominante y los sectores que representan el proyecto político antagónico a este ciclo nacional-popular?
MMP: A mí me gusta más una idea no de cerrar la grieta, pero sí que tiene que cicatrizar, tiene que sanar de alguna manera, si buscamos una metáfora. ¿Pero cómo se hace eso? En el espíritu del programa está la idea de que sin debates y sin una alta intensidad de participación popular y democrática, nada de todo lo que se espera o podemos desear puede desarrollarse, esa sería como una base de fortaleza para poder empezar a discutir grandes problemas y tomar resoluciones que requieren afectar ciertos intereses, diversos, no de un solo sector. Entonces la primera condición es esa posibilidad de desarrollar esa alta intensidad en el debate, en la participación, en la en la búsqueda social de alternativas, con una mirada integral. Esa es la garantía para poder enfrentar esas discusiones que son necesarias y que son las que hay que desarrollar.
Entonces, más allá de las formas en cómo se está desarrollando, por ejemplo, este conflicto a partir de los resultados de las elecciones recientes, la revitalización del debate y de la movilización popular en distintos sentidos, en la acción también territorial, en los barrios, en las redes de militancia, todo esto me parece saludable para el proceso que se requiere de la toma de definiciones y asumir ciertas discusiones fundamentales para el desarrollo del país. Hay que sacar esas discusiones a la calle, a los barrios, a las plazas, me parece que nos ha faltado eso, producto de la pandemia también, digamos que en el cuidarnos también perdimos, perdimos esos espacios de activismo. Entonces me parece que es el momento de recuperarlos, y bueno esa es la base a partir de la cual es posible encarar esos grandes desafíos, que requieren de determinadas decisiones, resoluciones y sostenerlas, con capacidad de gestión.
APU: En relación a esto, ¿qué actores buscan hacer parte de la elaboración de futuros posibles y deseables?
MMP: Todos los que podamos convocar y todos los que deseen participar. Obviamente si hay un deseo de participación, hay un aporte sincero, una subjetividad dispuesta y abierta, entonces de ese debate tiene que participar toda la sociedad: todos los posibles, que seguramente no son todos, pero cuanto más plural sea el debate va a tener mayores bases. Y sobre todo esta posibilidad de que tenga capilaridad, que esté presente desde los medios de comunicación, las redes de militancia, de las distintas organizaciones sociales y políticas, económicas. Si logra capilaridad ese debate, realmente es un punto de partida fundamental.
En los foros que hicimos empezamos con actores universitarios y académicos, a partir de allí se elaboraron lineamientos y diagnósticos que se quieren poner a discusión, a partir de la publicación de esta sistematización, con toda la sociedad. Es el momento de abrirlo. Una instancia sobre la cual luego desarrollar las conversaciones estratégicas que hagan ir lo más lejos posible esta visión de futuro, y sobre todo discutirla en distintos espacios y que los distintos sectores sociales y políticos se puedan familiarizar con esta forma de imaginar el futuro, puedan discutir con ella, con estas ideas. Y ahí ya están participando del diálogo social sobre el futuro.
APU: Para ir cerrando: con relación a la pandemia, ¿cómo crees que ha afectado a la capacidad de prever, anticipar, proyectar o imaginar futuros posibles o deseables?
MMP: Bueno, es como un doble sentido. Por un lado, la pandemia irrumpió y eso desestructuró las visiones del futuro que existían y todas nuestras certezas, desde las más cotidianas hasta las más estructurales. En ese sentido, a partir de esa desestructuración, se dice que ha sido una oportunidad, más allá de lo lamentable de los impactos sanitarios y los resultados en términos de parálisis de las actividades. Se constituye en una oportunidad para rever la forma en que abordamos el futuro, desde la planificación más elemental hasta las propias percepciones, visiones, ideologías y grandes relatos que ordenan nuestra visión de futuro. Una oportunidad de aprendizaje para intentar incorporar esta capacidad de anticipación y de trabajo con la incerteza. Es un aprendizaje en cuanto a la necesidad de la mirada compleja, interdisciplinaria de los problemas, que, ante un problema tan multidimensional, no es posible abordarlo desde una sola mirada, sino que es necesario unir miradas, producir una mirada común a partir de las diferencias.
A la vez ha sido un cimbronazo muy grande del cual todavía nos falta mucho para poder recuperarnos. En términos de proceso histórico, económico y político en el que estábamos, una gran dificultad por lo que te comentaba anteriormente, incluso esta dificultad de encontrarnos y de desarrollar todas las interacciones y los diálogos sociales que hacían falta para acompañar este momento del país y sobre todo a partir de los grandes desafíos por problemas de endeudamiento que tenemos nuevamente.
APU: ¿Algo más que no hayamos preguntado y que quieras señalar?
MMP: Es fundamental que tanto desde la administración pública, los distintos organismos, las universidades, distintos espacios del pensamiento social y científico del país registren la prospectiva y los estudios del futuro, así como la experiencia y la trayectoria que tenemos en estas cuestiones. Porque justamente las trayectorias existen, falta ese registro y esa apropiación por parte de las usinas de pensamiento de nuestro país, y no digo solo universidades, también de los movimientos sociales, las organizaciones.
Eso sería algo fantástico: que se pueda registrar que existen estas trayectorias, que hay aprendizaje sobre esto, que las conclusiones de estos estudios a lo largo de todas estas trayectorias argentina y latinoamericana en prospectiva tienen mucho para decirnos para el momento actual, porque es un saber que pensó el futuro, pensó los grandes desafíos y problemas de nuestro país y las alternativas de futuro. En este sentido, un aviso: estamos preparando un libro entre Argentina y Bolivia sobre estudios del futuro, buscando trazar puentes, así que con ansias de que todas estas experiencias sigan creciendo.