Novela autobiográfica “El mundo sin mamá”, de Pablo Melicchio
Por Inés Busquets
Existen tantas maneras de transitar el dolor como hombres y mujeres en el mundo. Cada situación es única e intransferible y en consecuencia la manera de vivirla también. Pablo Melicchio en El mundo sin mamá relata con sutileza y fidelidad la enfermedad de su mamá los últimos tres meses hasta su muerte.
Un refugio en forma de diario donde día a día comparte una emoción nueva, nunca antes sentida. Sin embargo, aunque mencione la formalidad cronológica el dolor sucumbe al tiempo, en el libro de Pablo el tiempo como medida y factor de orden se deshace, se esfuma y en algún punto se detiene.
La sensación de querer detenerlo nos abruma, nos invade hasta trasladarnos a una idea de no tiempo. Un anacronismo que se convierte en una Escuela de dolor, como lo llama el escritor al final de cada capítulo. Un aprendizaje que es transmitido en simultáneo con los sucesos: la enfermedad nos recuerda que somos mortales, el desapego, la salud es un milagro, aprender a soltar.
“Estoy en suspenso, en una existencia de puntos suspensivos.” Leemos con la sensación de lo inmediato, los lectores no sabemos lo que va a suceder y vibramos con la misma emoción que el autor, que tampoco lo sabe.
En este proceso la escritura y la música cumplen un rol fundamental: “Escribir sobre la enfermedad es quitarle poder” dice y consolida la máxima del arte como vehículo de salvación. Asimismo todas las escenas de El mundo sin mamá están musicalizadas, recreadas por Charly García, Serrat, Cerati, Pink Floyd, entre otros, completando con grandes matices de voces, estilos y ritmos.
En el libro de Pablo Melicchio el dolor asume formas diferentes, imágenes y colores le otorgan al presente una mirada poética cada vez.
De repente imaginar un mundo sin la madre interpela al protagonista y lo conduce a pensar la ausencia, a reconstruir la memoria, a añorar un futuro en el cual va a quedar un espacio vacío. ¿Cómo seguir después de eso? Pablo dice” El peso de caminar por las calles de la orfandad” y en este caminar observa y hace un extrañamiento profundo como si materializara cada instante para hacerlo consciente. Esto que me sucede, que me pesa en el cuerpo y que me desborda, pero que no puedo controlar; que excede las posibilidades humanas. Entonces interviene la fe, lo esotérico, lo místico, la búsqueda de la explicación, de sentido.
En El mundo sin mamá el autor va intentando constituir nuevamente ese mundo que se anticipa, pero que no va a ser el mismo. Nada es lo mismo sin ella. La ciudad de siempre cambia su fisonomía, la casa pasa a ser “una casa en pausa”, “un museo de emociones”, las palabras se desglosan una a una y cobran otro significado.
La incertidumbre toma al ser y lo desorienta, el dolor también desorienta y confunde, hasta una persona que se dedica a contener queda inerme ante tamaña pérdida. Una pérdida que empieza a cristalizarse cuando la madre deja la casa para ir al hospital, cuando habita un lugar que no le pertenece. Un espacio que la transforma y de a poco la va alejando de su esencia, de sus costumbres, de sus gustos, de su ambiente.
Los momentos de conexión y lucidez del protagonista con la madre son instantes epifánicos cargados de esperanza.
El mundo sin mamá tiene una singularidad: transcurre en el medio de una pandemia. El planeta sumido en una enfermedad, tratando de vivir bajo sus reglas, llevando meses de encierro y desolación cuando irrumpe lo inesperado, aquello que no tiene que acontecer. La paradoja de una persona que no se asomó a la calle por temor al contagio y que luego el destino le depara una descompensación entre hospitales y protocolos.
Mientras leía me acordaba del fragmento de una obra de Roberto Arlt: “y es que en verdad, para todo hombre desesperado, la ciudad es como un desierto donde no cabe esperar piedad ni socorro de nadie. Un desierto de interminables calles rectas, de innumerables casas de puertas abiertas o cerradas por donde el angustiado pasa con la certidumbre de que nada puede domar el drama que lleva en su corazón.” Ese devenir es el que despliega Pablo Melicchio en el libro.
El mundo sin mamá, es una novela de despedida, pero no de muerte. Es un libro de resistencia, de aprendizaje y de amor.
“Mamá me duele en todo mi ser”, escribe Pablo Melicchio y a la vez se desdobla en su rol de hijo para escribirla, inmortalizarla y llevarla adentro de si para siempre.