Novedad literaria: “El punto de no retorno”, de Gonzalo Heredia
Por Inés Busquets
El punto de no retorno es una novela sobre el tiempo y la escritura.
Un maestro consagrado, Zaiétz; un escritor incipiente, Santiago y una escritora en ciernes, Mariela que no podrá liberarse mientras continúe subyugada a un vínculo que la atormenta.
Santiago, el protagonista de la novela, nos lleva por un recorrido de incertidumbre, su búsqueda por los intersticios de la escritura nos conduce por talleres literarios, eventos de lecturas, fiestas y encuentros por donde él intenta saciar su avidez por descubrir ese gran misterio.
¿Ser escritor es una decisión? ¿Un escritor debe cumplir con determinadas condiciones? ¿La escritura es un acto de fe o de aprobación? ¿Qué lugar ocupa la mirada del maestro? ¿Se es escritor por el hecho de escribir o se habita un espacio específico? ¿La retórica que nuclea a la actividad literaria te convierte en escritor o la vida? Mientras transitamos los lugares de escritura con Santiago también nos hacemos estas preguntas.
Él, como dice Piglia, escucha la música pero no logra hallarla: ¿Dónde se esconden las historias? El personaje las busca en la calle, en las conversaciones, en las vidas que conoce. Se aferra a su libreta para plasmar el mundo en palabras: “Para mi escribir es como una música que escucho pero que no puedo tocar.”
Ricardo Zelarayán dice que “somos hablados” en el Posfacio con deudas escribe: “Mi agradecimiento es para la gente que habla, para la gente que se mueve, mira, ríe, gesticula…para la gente que constantemente me está enviando esos mensajes fuera de contexto, esos mensajes que escapan de la convención de la vida lineal y alienada.” Y remata: “Las conversaciones de borrachos son a veces obras maestra del sinsentido, del puro juego de los significantes.”
De la misma manera el escritor propone construir sus relatos, entonces la relación entre vida y escritura también aparece como materia prima y como una incógnita a resolver: “Cómo poner en palabras la belleza de todo eso, pensé. Había lugares a los que mis palabras no podían llegar. En el momento en que las necesitaba, desaparecían. Como querer atrapar a un pez del cardumen.”
Gonzalo Heredia en El punto de no retorno compone una línea de acción, construye los personajes con pericia y soltura. Ellos se mueven, gesticulan, tienen personalidad, expresan sus sentimientos, fantasías, sueños, malestares, exaltaciones y desbordan de placer. La novela transcurre en movimiento y en diversos espacios. Tiene ritmo, emoción y escenas explícitas que a veces llegan al paroxismo del sexo y de la violencia.
Gonzalo Heredia es escritor pero también es actor, un complemento que se expresa cuando narra porque tiene dominio de las escenas, conoce de arcos narrativos, construye los personajes y los diálogos y también los vive en su cabeza como nos ocurre a los que lo leemos, sabemos sus rasgos físicos, sus defectos, su ropa, sus preferencias.
En la novela hay aciertos como el rescate de las anécdotas en los diálogos, los guiños a escritores y escritoras, la cita de libros y la intertextualidad. De repente también asistimos al taller y leemos los textos de la clase, vemos sus correcciones, los silencios y la dinámica cómplice de estos lugares tan mágicos y enigmáticos, sobre los que se tejen miles de conjeturas.
Pensé en la palabra tiempo porque la idea de no retorno convoca a no repetir el concepto de lo cíclico. Hay algo ahí que nos invita a la emancipación, al cambio, a lo nuevo, a una etapa concluida, a la aceptación de lo que ya no vuelve.
El punto de no retorno también derriba mitos: ¿La inspiración necesita de estímulos externos? ¿Es más escritor quien acumula más excentricidades? : “Mi vida al lado de la tuya no servía ni para escribir un poema.”
Me quedé pensando si la escritura la encuentra en Zaiétz o en Mariela o si realmente Santiago solo ve en ellos modelos de escrituras y el verdadero escritor es él soslayado detrás de las figuras hegemónicas del oficio.
En El punto de no retorno el género novela se luce con sus rasgos de estilo: una ficción, varias historias que se interrelacionan, clima, algunos secretos, descripción del ambiente y personajes bien desarrollados.
La figura del taller, la importancia de los maestros, los miedos a la hoja en blanco o a la aprobación funcionan como eje desde la primera página, si se quiere desde la misma dedicatoria a un maestro de escritores como Hugo Correa Luna que enseñaba con pasión, con la premisa de que siempre había algo para contar y que también hay que respetar los momentos de silencio.
La novela empieza con una mudanza, es decir con un territorio a conquistar que bien podría ser la escritura, además en el comienzo aparece Abelardo Castillo como el primer desencuentro de Santiago con el mundo de las letras, pero del que adquiere la iniciación en los clásicos de la literatura.
Abelardo dice: “Un escritor es, tal vez, un hombre que establece su lugar en la utopía.” Quizá el punto de no retorno se trate de eso, de un no lugar donde lo mejor siempre está por venir.