Movimiento Truequero Micaela Bastidas: feministas por instinto
Pasaron veinte años, pero los resabios de la crisis del 2001 quedan. Una clase media que jamás pudo recuperar sus ahorros, 38 muertos, una pobreza estructural, el movimiento piquetero, la cumbia villera y, también, dejo enraizadas tácticas de supervivencia: el trueque.
Lucero Durán, vecina inmigrante de Moreno, en 2016 como consecuencia de la crisis tuvo que cerrar su local de artículos de limpieza ubicado en la localidad de Francisco Álvarez. ¿Su nueva fuente de ingreso? Canjear y vender los productos en su página de Facebook: “Lucy Durán trueque-canjes”. Al poco tiempo, vecinas y clientas se suman a la página con sus propios productos, que van desde elaborados como panes, tortas, pizzas, hasta ropa y juguetes usados.
El trueque online rápidamente tiene su correlato en la plaza del barrio, lugar en el que las vendedoras y truequeras se empezaron a reunir. Pero, ni los canjes en Facebook son novedad, hace años abundan masivos grupos de compra-venta; ni fueron las únicas que ante las crisis salieron a parar la olla en la calle autogestionando una suerte de mercado barrial en las plazas. La particularidad de esta feria es la impronta colectiva porque, como dice Lucero, “de nada sirve que cada feriante baile con su pañuelo”. Así, lo que en un principio es una asociación comercial se transforma, además, en un grupo de contención. En primera instancia, se crea el armado de bolsones de mercadería: cada feriante lleva un alimento no perecedero para hacer canastas, que luego se sortean entre las que tienen mayores dificultades económicas. No fue solo una dinámica solidaria, sino política, ya que implicó un sentido de pertenencia, de comunidad, de conocer y preocuparse por la realidad de la otra. Desde mujeres que sufrían –y sufren– violencia, problemas en el acceso a la salud, hasta familias enteras sin DNI: decenas son las situaciones de vulnerabilidad que se solapan en la vida cotidiana de los barrios que quedaron en la frontera de la clase media y la clase baja.
De asociación comercial, a grupo de contención a organización política: Movimiento Truequero Micaela Bastidas.
Este desenlace político fue la respuesta a la profundización de la crisis y la culminación de lo que comenzó como una simple red de mujeres que buscaban sacar adelante a sus familias. Pero el salto político no es fácil. Identificarse como parte de la política, como militante, implica, por un lado, concebirse como una ciudadana activa: alguien que tiene derecho a tener una vida digna. Por otro lado, supone repensarse en la marea de la política local y en los feminismos.
El Movimiento se proclama peronista y forma parte del Frente de Todos. Lo que no significa que no tengan discrepancias con el gobierno. Reclaman, principalmente, trabajo genuino para los sectores que están en el abismo del sistema. De hecho, su proyecto a largo plazo es formar una cooperativa –que ya tiene nombre, Miski Mika, y ha comenzado a hacer elaborados–, ya que la mayoría de sus integrantes no cuenta con trabajo formal, por ende, no tiene un ingreso fijo.
Respecto al movimiento feminista, que está en boga hace varios años, las Micaelas se definen feministas por instinto: un feminismo de supervivencia. Son críticas de cierto feminismo institucionalizado y le reclaman al Ministerio de la Mujer y Diversidades no atender las necesidades de las mujeres pobres. Piden que las incluyan; proyectos en conjunto con el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Social; políticas pensadas para las madres, porque más caras que las toallitas femeninas son los pañales; programas de alfabetización y finalización de estudios primarios-secundarios; escuelas de oficios y secundarios con guarderías. En este sentido, uno de los reclamos más importantes es la manera de abordar y prevenir la violencia de género desde el Estado. Plantean que una identifica situaciones de violencia y puede intervenir cuando hay una vinculación afianzada, un acompañamiento activo y una contención genuina. Las Micaelas cuentan con “El Punto Violeta”, espacios impulsados por la municipalidad de Moreno para la prevención de la violencia de géneros, pero nadie se acerca porque rara vez las personas están dispuestas a pedir ayuda en estos espacios tan ajenos y distantes. En cambio, sí han podido trabajar con situaciones de violencia que sufren las mismas mujeres del movimiento, que encuentran en la agrupación no solo militancia, sino amigas, confidentes, compañeras y hasta amores, en las que confían para pedir ayuda o una oreja para hablar.
La formación política nunca falta, ni mucho menos el debate. Son un movimiento diverso constituido por mujeres que tienen en común el barrio y ser cabeza de familia. A la par de su trabajo territorial –que incluye comedor, merendero, entrega de mercadería a los vecinos, apoyo escolar y talleres para las niñeces, roperito, alfabetización para adultos–, también hay reflexión intelectual acerca de su realidad material y su lugar en la configuración del país, de Latinoamérica y del mundo. ¿Por qué el ascenso social hoy en día parece una ilusión? ¿Cuáles fueron las políticas que permitieron en otros momentos del país mejorar la calidad de vida de las clases populares? ¿Es una cuestión de mejora económica? ¿Cultural? ¿Qué forma de organización encuentran las mujeres pobres? ¿Cómo se logran transformaciones profundas?
Por lo pronto, hay demasiadas preguntas, pocas respuestas, infinitos debates y, sobre todo, mucho trabajo colectivo, trueque y feminismo en un barrio del tercer cordón del conurbano bonaerense.