Día de la madre: el beso que sana el alma

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Día de la madre: el beso que sana el alma

19 Octubre 2024

En "Zona de Promesas", Gustavo Cerati nos susurra un mensaje íntimo, lleno de nostalgia y amor hacia la madre: "Mamá sabe bien, Perdí una batalla, Quiero regresar, Sólo a besarla…". Aprovechando este octubre, un mes dedicado a celebrar a quienes nos dieron la vida, quiero invitar a una reflexión más profunda sobre nuestras madres y el legado invisible que corre por nuestras venas, el de nuestras ancestras.

Las madres habitan en esa encrucijada entre el amor y el desasosiego. A veces, las sentimos como nutricias, otras veces devoradoras; un día brillan con ternura, y al siguiente, las percibimos como sombras. En nuestra mente, ellas son espejos de arquetipos, imágenes construidas a lo largo de la historia humana que pueblan nuestro inconsciente colectivo. Sin embargo, para comprender verdaderamente nuestro lazo con ellas, no basta con mirarlas de manera ligera o pasajera. El viaje hacia esa comprensión nos lleva mucho más allá, nos remonta a nuestras ancestras y la forma en que tejieron sus propios vínculos.

Para profundizar en esta relación, debemos adentrarnos en el estilo de maternidad que nuestra madre heredó, en lo que su propia madre, nuestra abuela, le entregó o le negó. Ahí reside la niña interna de nuestra madre, su mundo emocional, y en esa encrucijada, inevitablemente, se encuentra con nuestra propia niña interior.

Siguiendo este hilo, podemos decir que nuestras abuelas maternas son guardianas de la memoria emocional que nos atraviesa. Viajar a través de las generaciones que nos preceden nos abre la puerta a entender las heridas, los silencios y los gritos ahogados que marcaron a nuestras madres, sus luchas y carencias afectivas. Y en esa comprensión, encontramos el bálsamo que sana, el entendimiento que nos permite soltar lo que no nos pertenece, o al menos, aprender a reconocer qué carga es nuestra y cuál proviene de la herencia emocional de nuestras ancestras.

Sanar el vínculo con la madre es, además, un umbral hacia la abundancia, hacia la prosperidad que va más allá de lo material. Es una apertura hacia el disfrute, hacia el derecho de recibir lo que la vida nos ofrece: amor, proyectos, amistades. No desde la idea de mérito, sino desde la certeza de que somos dignos de recibir.

La relación con la madre es, sin duda, el molde primigenio donde se forja nuestra realidad. Esa matriz oculta que da forma a nuestros días, a nuestras decisiones y caminos, y que, de alguna manera, orienta el rumbo de nuestras vidas. Sanar esa relación es esencial para crear la vida que verdaderamente deseamos.

Esta reflexión también nos invita a soltar esa búsqueda insaciable de protección, de amor incondicional, de la madre omnipotente a la que a menudo otorgamos poderes divinos. Como adultos, necesitamos liberar a nuestras madres de ese pedestal, verlas como son: humanas, con sus luces y sombras. Como expresa la Psicóloga Social Natalia Bellosi: "Humanizar a nuestra madre nos humaniza a nosotros".

En este octubre, los invito a regresar a nuestras madres, a mirarlas en su historia, en sus luchas, en sus silencios y sus sacrificios. A regresar, como en la canción, solo para besarla, para abrazarla en su humanidad, para agradecerle haber sido nuestro umbral hacia la vida, y al mismo tiempo, establecer los límites que nos permitan transitar nuestro propio camino.

* La autora es facilitadora de Círculos de Mujeres