Kirchnerismo y viejo Peronismo, por Claudio Ponce
El valor de la victoria electoral de Cristina Fernández de Kirchner intentó e intenta ser diluido por sectores de una oposición resentida. La magnitud del triunfo sorprendió en las primarias y se profundizó en las presidenciales haciendo besar el piso a quienes intentaron construir una realidad ficticia desde los medios de comunicación. La vacuidad discursiva fue derrotada.
Más allá de los comentarios de “comunicólogos” al servicio de grupos económicos concentrados que pretendieron descargar culpas sobre sus otrora válidos candidatos, se puede analizar hoy que la elección popular de octubre escondió profundas razones que trascendieron el bienestar coyuntural.
La multiplicidad de factores que movilizaron a una amplia diversidad de sectores de la sociedad argentina detrás del fenómeno kirchnerista hay que rastrearlos desde la aparición en la escena política del ex presidente Néstor Kirchner. ¿Quién fue Néstor Kirchner? ¿Qué razones sustentaron la conversión de su figura política en el referente más importante de la historia reciente de la Argentina? ¿Fue Kirchner más que Perón? El Kirchnerismo, ¿es la síntesis superadora del viejo peronismo?
El peronismo como fenómeno social y político propiamente argentino, nació como movimiento revolucionario con la ruptura generada el 17 de octubre de 1945. Si tenemos en cuenta la argumentación de Daniel James , la confrontación de clases y la rebelión iconoclasta fue su origen. Sin duda alguna, Perón se convirtió en el conductor de aquel movimiento avalado por la clase trabajadora pero este apoyo nunca significó sumisión ni aceptación incondicional de la voluntad del líder. El viejo peronismo, como colectivo nacional y popular, si bien siempre mantuvo los aspectos transformadores de su matriz original, también supo pendular entre el impulso sedicioso de sus fundadores y los tintes conservadores del propio Perón.
La clase dominante tradicional de la Argentina, en representación de intereses económicos concentrados internos y externos, nunca pudo admitir que los “cabecitas negras” tuvieran derechos e intentó destruir al movimiento con el golpe militar de 1955. La dictadura que sobrevino, que se jactaba de volver al orden anterior donde “el hijo del basurero debía seguir siendo basurero”, hizo lo imposible para llevar adelante un proceso de “desperonización” forzada de la sociedad argentina. Fracasaron.
Lo que vino después compone páginas heroicas de los que nunca renunciaron a la lucha, como también las mayores tragedias vividas por nuestro pueblo.
La democracia recuperada de manera incipiente desde 1983, comenzó a brindar algo de claridad sobre la tenebrosa noche del Terrorismo de Estado. No era suficiente. Muchas asignaturas quedaban pendientes y la Memoria, la Verdad y la Justicia se convirtieron en banderas de lucha.
El neoliberalismo iniciado con la dictadura de 1976 siguió creciendo más allá de los intentos del primer gabinete económico de Raúl Alfonsín. Los radicales de “Renovación y Cambio” no pudieron con los poderes económicos y fueron arrojados del poder hacia el anonimato. La década posterior fue el auge de la deshumanización y el retraso. Fue la frutilla del postre preparado por el ministro Martínez de Hoz, fue lo que derivó en la peor crisis económica que se recuerde en la historia del país, la desesperación del 2001. De los vestigios de esta hecatombe, de sus represiones y sus muertos, surgió una voluntad decidida a hacerse cargo de lo que todo político tradicional escapaba, del “poder político”, no del gobierno sino del poder sustentado por el voto popular.
La figura de Néstor Kirchner asomó en el escenario de gobierno y rápidamente demostró que no era el muñequito de ningún enano con pretensiones de titiritero. Tenía una historia poco conocida por la sociedad pero prontamente demostró su experiencia militante. Junto a su compañera de la vida, formaron la segunda gran pareja política de nuestra historia. Su praxis política obtuvo resultados que sorprendieron, y sus decisiones en materia económica mostraron un giro completo respecto del tiempo anterior. El 25 de mayo de 2004 se produjo el “quiebre”, una ruptura promovida desde el gobierno y acompañada por múltiples sectores sociales. El Estado Argentino asume la responsabilidad histórica del Terrorismo de Estado, pide disculpas y promete memoria, verdad y justicia para una sociedad que todavía tenía abiertas las heridas de la dictadura. De allí en más, continuos hechos cercanos y conocidos hicieron evidente un rumbo y una meta que los “intereses económicos concentrados” visualizaron como peligrosa. La pugna por la hegemonía cultural se puso en marcha, la lucha continua en el presente y al parecer seguirá en el futuro, hay mucho por hacer, la inclusión y la igualdad se perciben más cercanas.
Por lo realizado en su única presidencia, ¿es Kirchner más que Perón? Las comparaciones suelen ser siempre odiosas y descontextualizadas. Dos momentos históricos diferentes marcaron el arribo al podio político de ambas personalidades. La favorable situación de 1946 desde la cual por vez primera se inició la distribución, y el infierno del 2003 producto de una situación que parecía irreversible y en donde había que sumar de nuevo para poder repartir. Un largo tiempo en que Perón jugó en la política nacional frente a una breve presencia de Néstor Kirchner en la escena pública nacional. Difícil ser objetivo cuando ambos fueron convertidos en símbolos y referentes indiscutibles del movimiento popular.
Como sostuvimos anteriormente, el “peronismo” no es un fenómeno fácil de entender. Siguiendo a Paul Ricoeur , sería mejor intentar comprender que entender los anómalos movimientos históricos, aunque en el caso particular de la identidad peronistaresulta complejo analizar su devenir dialéctico en donde pasaba de ser un movimiento revolucionario a parecer un partido conservador. Lo multifacético del peronismo intrigó a muchos y en ocasiones alegró a los sectores de la derecha más rancia y tradicionalmente conservadora. Ahora bien, en situaciones límites de nuestro devenir colectivo siempre afloró su veta original, su raíz revolucionaria, contestataria y transgresora. Este aspecto es el que mantuvo vivo al peronismo, y de esta esencia militante que resistió y luchó en las décadas del sesenta y setenta se compone el verdadero movimiento nacional y popular hoy expresado en el Kirchnerismo.
Néstor encarnó esa esencia desde el 2003. Rectificamos, ambos, Néstor y Cristina demostraron la voluntad necesaria, la fe y el coraje de “ponerse un país al hombro” y avanzar con la convicción de que el pueblo los acompañaría. El pueblo, no solo acompañó si no que se identificó con sus nuevos conductores. El “peronismo” como movimiento integrador de los sectores sociales, (como sostuvo Laclau ya devenido en la corriente “K”), volvió a mostrar su verdadero rostro, la transgresión, la transformación, la inclusión y el camino de la revolución cultural hacia la construcción de hegemonía. Esto hoy se denomina Kirchnerismo, y a esta altura de los hechos realizados y de las propuestas por concretarpodemos considerar que transitamos la fase superior del viejo peronismo. El Kirchnerismo es el peronismo del siglo XXI. Es la etapa superadora del viejo conflicto interno del movimiento peronista. Es la síntesis que deja como perimidos todos los vestigios de conservadorismo que todavía flotaban con el nombre peronista.
El presente, en el marco del segundo mandato presidencial, nos encuentra con una situación externa desfavorable. Confiamos en recordar coyunturas análogas como aquella de los comienzas de la segunda presidencia de Perón, a fin de idear tácticas adecuadas para superar las dificultades que puedan rebotar de la crisis global. El “fin estratégico” del renovado movimiento conducido por la voluntad y la claridad conceptual de Cristina Fernández, es “ir por todo”, por más justicia, por más igualdad, por el verdadero socialismo nacional en pos de la reivindicación del verdadero origen del peronismo.