Opinión: El mito del desfasaje de precios en la Argentina
Sorpresa en la militancia, inquietud entre los votantes y arma arrojadiza para la oposición de derecha y de “izquierda”. Esas han sido las conclusiones evidentes del panorama que deja las decisiones últimas del Gobierno Nacional, cuyo trasfondo estratégico es ajustar por vez primera en décadas los privilegios que los sectores pudientes han mantenido en materia fiscal y de subsidios.
Hasta el 31 de diciembre de 2011 regía en el país un marco regulatorio general de otorgamiento de subsidios en los servicios públicos del que eran beneficiarios todos los usuarios, sin discriminación de renta, esto es, sin distinguir si éstos son ricos o pobres. La finalidad que habían tenido hasta el momento era cumplir con el requisito prioritario de privilegiar el consumo privado sin que haya que destinar los ingresos a aquello que haya sido catalogado como “servicio público”, con un doble fin: como mecanismo de incentivo económico y de creación de empleo, y de manera derivada, aumentar la recaudación impositiva cuyo destino fuera el aumento de gasto público en infraestructuras, créditos a los productores internos y asignaciones familiares. Este esquema fue el que permitió las altas tasas de crecimiento económico, la alta demanda de consumo y el alza de los ingresos populares.
Quita de subsidios y aumento de tarifas, no es lo mismo
El principio fundamental que ha regido la estructura económica en la Argentina durante el período 2003-2011, y que ahora se profundiza, ha sido la de incorporar al sistema de consumo a un mayor número de beneficiarios, mediante dos vías: el aumento de los ingresos salariales y rentas jubilatorias (con la incorporación masiva al sistema de nuevos trabajadores y nuevos jubilados), así como la aplicación de subsidios o descuentos. Los subsidios al transporte o la energía han sido el ejemplo de lo segundo.
Esta estructura ha sido la que ha permitido la reducción en la dependencia de los mercados externos, principalmente los centros económicos de Europa y de EEUU, y el acceso, otrora inaccesible, a bienes de consumo primario y secundario a mayores sectores sociales caracterizados por sus bajos ingresos.
Ahora bien, esto no ha implicado un empobrecimiento de las capas más altas del país(más bien todo lo contrario), sino un alza en la participación popular en el ingreso nacional, y por tanto una elevación de la Argentina de país tercermundista a una categoría todavía indeterminada pero que preocupa a los actores imperiales internacionales y a los que desde la misma Argentina los miran con admiración, ya sea por beneficio propio o por mera estupidez.
Aquí está la clave del tan manido argumento sobre la “inflación”, y es en este nuevo frente político donde debemos enmarcar las subidas de precios en el consumo así como las subidas tarifarias o los llamamientos a la reducción del gasto público.
Y es que esas subidas que afectan a las clases populares es el eficaz instrumento de los capitales concentrados para impedir el ahorro y, consecuentemente, evitar la elevación en la participación social del ingreso, “enfriando” (en terminología de los organismos financieros internacionales) la capacidad de ingreso y consumo del país. La quita de subsidios a la energía y al agua es un elemento insustancial en la economía de los afectados por la quita(barrios de altos ingresos, countrys y emprendimientos especulativos), siendo tan solo un eficaz instrumento de azote político para igualar la acción de un gobierno de políticas inclusivas frente a otras formas políticas que prefieren privilegiar al capital y beneficiar así a los capitales internacionales. Mientras el gobierno nacional quita subsidios a quienes no lo necesitan, la emergente derecha PRO aplica aumentos tarifarios a todos (Subtes y ABL) y privilegia fondos públicos para los sectores adinerados.
Los llamados al “enfriamiento” (1)
Corren otros tiempos en América Latina; varios son los países que con mayor o menor beligerancia recelan del Fondo Monetario Internacional. En otras épocas, el FMI ordenaba, y los gobiernos ejecutaban, sin demasiados reproches. Hoy las cosas son distintas, y la estrategia también.
La guerra inflacionaria es en estos momentos el principal enemigo económico que la Argentina tiene como país y la baza que a día de hoy retienen los grandes monopolios. La retención de mercaderías, las subidas injustificadas en los precios de primera necesidad o bienes primarios pretenden provocar en este escenario lo que en otro tiempo se resolvía con una simple llamada de Washington, esto es, limitar el consumo, el ahorro popular y que el país no pueda confrontar la hegemonía que hasta el momento había mantenido EEUU y Europa.
Los aumentos de precios en la canasta básica es la expresión genuina del “golpismo financiero”, que está haciendo su trabajo en varios países del continente (2). Es el elemento más peligroso que tienen las grandes empresas para reducir el peso del salario en la Argentina. Y esto es lo que justifica la política de redireccionamiento de subsidios estatales, por un lado, y lo que pone en evidencia la gestión del macrismo, que incorpora la fiscalidad de la Ciudad a la estrategia de corrida inflacionaria de las grandes empresas con medidas económicas que afectan a los sectores con menos recursos; precisamente, los más beneficiados por el esquema de subsidios al transporte y la energía.
La derecha local y el imperialismo, otra vez van de la mano.
1-http://www.ieco.clarin.com/economia/FMI-insiste-Argentina-enfriar-economia_0_512348853.html
2-http://www.avn.info.ve/contenido/contra-la-tesis-de-m%C3%A1s-liquidez-es-igual-mayor-inflaci%C3%B3n