Reflexiones entre compañeros: carta a la Presidenta, por Martín Bargas
Por Martín Bargas I Me parece saludable que comience diciendo desde donde escribo, cuál es mi trinchera de militancia, mi lugar de lucha. Soy sindicalista, o intento serlo, quizás nunca lo logre en términos de cargos importantes pero sí en eso que a usted tanto le gusta resaltar que es la capacidad para pensar en el otro, en el que menos tiene o en el que todavía esta haciendo fuerza para subir a la lona.
Aclarado este punto (ni a usted ni a mi nos gustan los neutrales), quiero que juntos (entendiendo las asimetrías de responsabilidades que tenemos, pero con la firmeza que ambos podemos llamarnos compañeros) reflexionemos sobre algunos temas que me resultan difíciles de entender sin su invalorable aporte.
Mucho se bate el parche en cuanto a la relación de su gobierno (que es también el mío) con la CGT (que es mí CGT y creo, o creía, que era también la suya), ahí viene la contradicción.
Sepa usted disculparme el atrevimiento compañera, pero de un tiempo a esta parte siento que un sector de su gobierno nos quiere echar a patadas donde termina la espalda de este proyecto político. Y quiero ser absolutamente franco, tampoco vimos de usted una señal hacia otro lado. Incluso creo que algunos discursos suyos alentaron a quienes siempre, en cualquier época o lugar, quieren que la política se convierta en cosa de pocos, casi clandestina y bien lejos de los trabajadores.
Es innecesario que yo repase todo los beneficios y derechos que se recuperaron desde el 2003 a esta fecha, primero con Néstor (que es su Néstor, pero, -otra vez le pido disculpas por el atrevimiento-, también es nuestro Néstor) y después con usted. Sin el coraje y la valentía del ex presidente la historia hubiera sido otra, pero también acá me permito hacer una salvedad; la historia hubiera sido otra, pero hubiera sido historia, la nuestra, la de los argentinos.
El 25 de mayo del 2003 comenzó una etapa maravillosa en nuestro país, pero también es justo reconocerlo (por lo menos para mi, supongo que también para usted) que hasta allí se llegó gracias al invalorable aporte y lucha de millones de Néstor anónimos que dieron, metafórica, - o más doloroso aún-, literalmente, su vida por nuestro país. Y por quien Néstor hizo tanto para que haya para ellos Memoria,Verdad y Justicia.
Decía que de un tiempo a esta parte la relación con la CGT se deterioró. Quien tiró la primera piedra ya no lo recuerdo, hasta creo que cuando hablamos de cuidar el modelo mucho no importa la primacía de la pedrada. Lo cierto es que los matices, se fueron convirtiendo en diferencias, las diferencias en distancias y las distancias en oposiciones. Y la verdad no entiendo las causas, las imagino, hago hipótesis, me enojo con usted, después me enojo con algunos dirigentes sindicales y después, ya cansado de pensar, caigo en la cuenta que nada ni nadie puede ser tan importante para que echemos por la borda tantos años de caminar juntos.
Alguien del gobierno a quien le presenté mis preocupaciones me dijo; "La Señora no quiere intermediarios entre ella y los trabajadores". Primera salvedad a esta frase; debería prescindir de los servicios de cualquier funcionario, sea Ministro o portero que se refiera a usted como "La Señora". Para mi usted es una compañera, en todo caso la compañera Presidenta. Las señoras - parafraseando a Evita- son las que toman el té "en sus guaridas asquerosas" de Barrio Norte.
Pero volvamos al nudo - si es que esta carta lo tiene- de la cuestión: "La señora no quiere intermediarios entre ella y los trabajadores". Resuena esa frase en mi cabeza. Descarto que esa reflexión sea de su autoría, me niego a pensar que alguien de su entorno más cercano pueda pensar en ese sentido. Pero supongamos - es sólo una suposición, si usted me lo permite- que alguien de su gobierno piense en ese sentido: Que entre usted y los trabajadores no deben existir representaciones. Entonces permitame suponer que esas representaciones son los sindicatos. Es decir que a una parte, espero que pequeña y sin poder de toma de decisiones, le molesta los sindicatos. ¡Y sí compañera! Los sindicatos son molestos, muy ruidosos, encima muchos y organizaditos, por ahí hasta se dan la libertad de criticar alguna que otra política de Estado.
Los sindicatos son molestos, es verdad. Lo fue Saúl Ubaldini para la dictadura y lo fue Moyano para el menemismo. Menos mal que fueron molestos y ruidosos, sino, ¡mamamía! Néstor hubiera sido presidente de un país todavía más despedazado.
Sin esas representaciones, sin esos sindicatos que lucharon en la calle denunciando cada una de las tropelías del menemismo, quizás no hubiera existido ese maravilloso 25 de Mayo del 2003 que usted y millones de compatriotas recordamos con tanta frecuencia.
Por esa razón compañera permitame que aún frente al enojo de los más obsecuentes, los trabajadores nos arrojemos la potestad de una parte de este modelo, quizás chiquitito, pero una parte sin la cual todo hubiera sido más difícil.
Estas reflexiones no eximen de errores a los representantes de los trabajadores. Nada más alejado que evadir una autocrítica. También la debemos hacer. Pero no somos todo lo mismo. Así como Néstor antes y ahora usted son la antítesis del menemismo, sepa usted compañera que esta CGT no es la de Daer, Pedraza o Lescano. Esta es la CGT de Hugo Moyano ("Hugo de todos"), de la Juventud Sindical que marcha los 24 de Marzo, de ese grupo de dirigentes que alguna vez los tildaron como los jesuitas del sindicalismo. Me refiero a los Plaini, a los Schmid, a los Ghilini y a tantos otros.
Esta es la CGT de la coherencia, la que contiene a lo mejor de la resistencia de los noventa. Que luchó a brazo partido cuando hubo que luchar y que acompañó sin miramientos cuando allá por el 2008 las cosas se pusieron difíciles. Creo que usted lo sabe bien, no hace falta que nadie se lo recuerde.