Inseguridad: ¿quién te mata?
No hay número que contenga el dolor de una víctima. Pero la espectacularidad de las coberturas televisivas impide entender cuán grave es la inseguridad como malestar social. Según datos que Naciones Unidas y el diario inglés The Guardian toman como válidos, en Argentina fueron asesinadas violentamente 2.215 personas en 2009. Escalofriante, ciertamente. Imagine que los medios tienen entre siete y ocho madres desesperadas para pasar diariamente por sus pantallas.
Sin embargo, no es tan grande como la mortalidad infantil por causas evitables (técnicamente llamadas “reducibles”). En Argentina, murieron 5.186 bebés por ser pobres en 2008. La deducción rápida, “etchecoparesca de izquierda” si pudiera existir algo así afirmaría: “claro, los familiares de esos 5.186 bebés asesinados por ser pobres descubren que la vida no vale nada, y entonces descargan su frustración en el colectivo social”. Posible. Pero hay otro dato interesante. En ese 2008, 11.041 personas murieron en accidentes de tránsito. “Accidentes” es una metáfora. Se considera que al menos del 50% de las muertes en rutas y calles se deben al exceso de velocidad, o sea, un homicidio (culposo).
Esto quiere decir que si usted tiene la suerte de no ser pobre, tiene el doble de posibilidades de ser asesinado por otro miembro de su clase… y el arma será un auto o un colectivo. Excede el artículo las conductas de las grandes corporaciones empresariales, que lo inducen a fumar o a comer comida chatarra, por ejemplo. 90.379 personas murieron por esta causa (enfermedades del sistema circulatorio), casi un tercio de las muertes en Argentina.
En síntesis, Argentina es un país inseguro. Y para reducir esa inseguridad, hay que aplicar mano dura con los principales asesinos, que son las grandes empresas y sus publicistas. Con mucho menos importancia, ir por los conductores de autos, camiones y ómnibus. Luego por los generadores de pobreza, es decir, las grandes corporaciones nuevamente. Y finalmente sí: desarmar el aparato delincuencial principalmente en sus formas organizadas, que no son otras que las fuerzas “de seguridad”.
Solo de esta manera, Baby Etchecopar, ese prohombre de la cultura nacional, podrá descansar tranquilo con su colección de armas.