A pesar de todo, Moyano se equivoca
Su postura actual de casi total desaprobación de la gestión nacional no guarda relación con el sentir del grueso de los trabajadores argentinos. Esta desconexión con las necesidades de los sectores populares está poniendo en crisis una vida de coherencia a favor del movimiento obrero.
Seamos justos. Existen algunas razones válidas para que Moyano esté enojado. Su lealtad al gobierno en los momentos más duros del enfrentamiento con las patronales agropecuarias no fue reconocida debidamente. Su sector perdió espacios a la vez que algunos de sus opositores sindicales recibieron apoyo de algunos sectores del gobierno.
A esta dimensión de armado político se le suma una más estructural. Ha habido una leve pérdida del poder adquisitivo de los salarios. No es casualidad que este año haya habido una huelga general docente y que incluso la UOM realizase un paro en el marco de las paritarias. En ese contexto los reclamos por la suba del mínimo no imponible y el aumento del tope para el cobro de las asignaciones familiares son cuestiones atendibles.
Finalmente, el envío de gendarmería a La Matanza o la denuncia penal contra Hugo y Pablo Moyano enrarecieron más la cuestión. Lamentablemente esas medidas están en sintonía con cierta intolerancia discursiva del gobierno frente a las huelgas que poco bien le hace al proyecto. Tampoco aportan a la discusión las acusaciones infundadas que ligan a Moyano con la Triple A esgrimidas por algunos sectores del kirchnerismo como el cada vez más chato 678 u Horacio Verbitsky, periodista que en general ha realizado aportes esclarecedores para la discusión al interior del campo popular.
Dicho esto, Moyano se equivoca. ¿Por qué? Porque el gobierno de Cristina sigue encarnando un proyecto de carácter popular. Varias de las medidas tomadas este año así lo corroboran. La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la nacionalización de YPF o la reciente implementación de un nuevo plan de viviendas por citar algunos ejemplos no dejan lugar a dudas sobre la línea en la que se encuentra el gobierno.
Sin embargo, de forma insólita, Moyano criticó muchas de las medidas más progresivas del gobierno. Cuestionó el plan de viviendas, acusó al kirchnerismo de ejercer un nuevo monopolio mediático, repudió el proteccionismo frente a la crisis internacional y argumentó que el dinero que recauda el gobierno no se utiliza en beneficio del pueblo. Por si fueran pocos estos disparates acusó de soberbia a la presidenta y le negó capacidad para conducir el país. Reconoció eso sí que durante años creció la economía y el empleo pero puso todo el mérito en los trabajadores como si la política del gobierno nacional ninguna influencia hubiera tenido. Sus planteos opositores, su no reconocimiento de la conducción, la negación de los avances producidos en el último tiempo y su bastardeo a las medidas más progresivas del gobierno son errores groseros para un dirigente de su trayectoria.
Esto no significa que no se puedan señalar errores del gobierno. Sólo que hay que criticar la parte y defender el todo y no al revés. Y si de criticar la parte o marcar contradicciones del modelo se trata existieron elementos muchos más graves que los que señala Moyano. El conflicto del Parque Indoamericano, los muertos en Formosa, Jujuy y Santiago del Estero, la lucha de los tercerizados y el asesinato de Mariano Ferreyra son hechos cuya explicación última hay que buscarlas en las contradicciones del modelo kirchnerista. Son la contraparte del crecimiento económico expresado en el avance de la frontera sojera, el auge de la construcción y la creación de empleo. Sectores como el Movimiento Evita y humildemente la Paco señalamos esos problemas y jamás pusimos en duda el carácter popular del proyecto kirchnerista. Por eso lo de Moyano es excesivo. Sus declaraciones son demasiado estridentes para un problema real pero acotado.
Si el ejemplo no basta Moyano podría revisar el primer paro general contra un gobierno peronista. En 1975 los dirigentes sindicales ante el giro neoliberal del FREJULI expresado en el rodrigazo fueron a Plaza de Mayo con la consigna “Isabel coraje al brujo dale raje”. La CGT planteó una dialéctica de enfrentamiento dentro del movimiento que Moyano debería aprender de sus maestros sindicales. Jamás se puso en duda la continuidad de Isabel teniendo en cuenta que su debilidad favorecería el golpe de Estado. Pero si se cuestionó profundamente el plan económico. Si un programa de ajuste brutal pudo enfrentarse de esa manera, más razones hay para que un leve retraso salarial no desemboque en una pelea de proporciones mayúsculas.
En ese sentido Moyano no debería ser acusado por realizar un paro “extorsivo” o por desestabilizar al gobierno. Tiene que ser criticado por su falta de responsabilidad histórica y por su no reconocimiento que sólo este gobierno podrá a llevar a buen puerto sus reclamos. El problema no son las huelgas sino el planteo general en la que se las enmarca. Lo erróneo de la movilización del miércoles no es la marcha en sí sino su contenido antikirchnerista.
Moyano todavía está a tiempo de rectificarse. Si se deslinda de Mauricio Macri, las patronales agropecuarias y Cecilia Pando como lo hizo la CGT frente a los grandes medios podrá ubicarse nuevamente en la senda trazada durante tantos años. Caso contrario manchará una larga trayectoria al lado de los trabajadores justo al final de su carrera sindical y política.