Lady Madonna
Por Teté Garcia Bravo | Llegó al país por primera vez en octubre de 1993, con el Girlie Show Tour, en plena década menemista y como parte del boom de los súper recitales que se permitió la Argentina de la convertibilidad. Uno puede ver en Youtube algunas imágenes de aquel show. Allí, una Madonna delgadísima, ultra platinada y con el pelo muy corto, alterna los trajes especialmente diseñados por Jean Paul Gaultier con unos shortcitos mínimos de jean y la camiseta de la selección. Es entonces cuando hace la pregunta: “¿A quién prefieren? ¿A mí o a Evita?”. Como esa pregunta es incontestable, Madonna enseguida comienza a entonar –primero a capela, luego con toda la banda- el famosísimo “Don´t cry for me Argentina”. No sería la última vez que la escucharíamos hacerlo, sino más bien la primera o una de las primeras veces. Algún tiempo después, el tema quedaría registrado como parte del soundtrack de la película y sería incluido –ulteriormente- en varias compilaciones de grandes éxitos.
Madonna volvió a la Argentina tres años después, en 1996, para filmar Evita. Cuenta Alan Parker, director de la película, que fue ella quien le envió una carta de ocho páginas explicándole por qué quería hacer de Eva Perón. En el texto, Madonna dice que es un rol ideal para ella. Sucede que fue tan efectiva la carta que la diva se quedó con el papel, aún cuando no era ella la primer opción del director…
La segunda venida de Madonna significó un enorme revuelo en la Argentina. En lugar de venir a cantar, ella volvió para hacer Evita. Como era de esperar, este solo hecho generó cantidades industriales de opiniones e interpretaciones, tanto nacionales como a escala mundial. La discusión rápidamente comenzó a sonar repetida. Entre las más resonantes apreciaciones sin dudas fue la más popular aquella que justifica la comparación entre Madonna y Evita apelando a una historia de vida común. El argumento principal apuntó siempre al origen humilde compartido por ambas mujeres y a como, a pesar de esto, las dos llegaron a ocupar roles destacadísimos y determinantes. Espacios concretos que les permitieron renovar el significado último de todo lo que en definitiva implica vivir en sociedad.
Se trata de dos mujeres que al avanzar, violentaron anquilosadas restricciones de género y asumieron el compromiso de ayudar a organizar un sinnúmero de nuevas estructuras subjetivas (los cabecitas negras, los descamisados, los gays y las lesbianas). Por eso, siempre se dice que tanto Eva como Madonna fueron impulsadas (e impulsoras) ya por la propia ambición y el amor o por una fuerza de voluntad vengativa y de hierro. Sin embargo y a pesar de esta perspectiva interesante pero trillada, hay en Eva y en Madonna mucho más que la moderna (y cristiana) superación de sí…
Lo que se anuncia a través de ellas y en ellas, con desesperada insistencia o resistencia, es la cuestión del retorno, de la vuelta, el problema del volver. Y eso también es algo que las hermana. Resulta que en este tema de la vuelta, ellas ya no están tan solas como cuando se las compara a partir de las obviedades. Existe en nuestra cultura nacional y popular toda una serie, una importante lista de nombres que, además de contar con ellas, se completa con Carlos Gardel y hasta con el mismísimo General Juan Domingo Perón.
Cómo será volver a la Argentina, y cómo es también entonces salir de aquí…. (todavía retumba en mi memoria ese verso tan famoso que recita: “nadie sale vivo de aquí”)
Entonces volver a la Argentina es como volver con la frente marchita. Es volveré y seré millones… Es luche y vuelve…
Y Madonna… ¿vuelve, por qué?
A principios de diciembre de 2008, Madonna volvió a volver. Otra vez. Sólo para cantar. Todo el mambo conceptual de aquella gira del 2008 giró en torno a su más reciente disco: me refiero a esa maravilla para ir al gimnasio que es Hard Candy. Recién separada del matrimonio cultural con Inglaterra –estuvo casada con el cineasta británico Guy Ritchie, padre de su segundo hijo, Rocco, hasta mediados de 2008 – Madonna volvió a estrecharle la mano a un jefe de Estado peronista. Esta vez se encontró con Cristina, nuestra primer presidenta mujer.
Esta presidenta, en lugar de querer levantársela (como se dice intentó Carlos Saul), le regaló a Madonna una conquista verdadera: allí, en la misma sala que reunió a Madonna con Cristina también estuvo presente la mujer que por aquellos días era tapa en los periódicos del mundo entero: Ingrid Betancourt. Así finalmente se armó un buen trío de mujeres inolvidables, tres mujeres que comprenden cabalmente en qué sentido es el retorno una esperanza común a todos los pueblos que no dejan ni dejarán nunca de asumir y exigir una vida en libertad. Ojalá vuelva ahora a configurarse un triángulo de mujeres en lucha por la libertad. Pero esta vez -pienso- la reina del pop debería levantar la vista y mirarse a los ojos con Susana Trimarco.
Entonces, será finalmente posible querer volver a la Argentina. Saber al fin por qué siempre aquí el volver tiene más que ver con una fuerza de la diferencia que con la sórdida repetición de lo mismo. Y en eso Madonna es experta.
En esta vuelta, ¿pedirá que dejen volver a Marita con su familia? Ojalá.
{youtube width="500" height="350"}54zB-XiZvTE{/youtube}